lunes 18 de septiembre de 2023

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Análisis

Modelo de desarrollo y decadencia

Por Rodolfo Schweizer- Especial para El Ancasti-Agosto 2023

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Arrinconado por la sucesión de asesinatos absurdos ocurridos antes de las elecciones, una niña, un médico, nuestro país acaba de entrar nuevamente en un periodo de ansiedad política luego de rechazar en las urnas a dos fuerzas políticas que sintetizaron las ideologías predominantes a lo largo de estos últimos 40 años de democracia, para recostarse ahora en una nueva agrupación de apariencia ultra liberal y radical en sus propuestas, surgida del hartazgo de la población, pero que no toca la base estructural de la crisis económica que, a nuestro entender, los causa.

Para quienes hemos vivido estos últimos 70 años de historia de nuestro país, lo que pasó este 13 de agosto vuelve a reeditar la lucha entre estatistas y privatistas del pasado, que seguramente terminarán en la nada. En esas siete décadas, más allá del éxito temporal que se dio por un momento de la mano de algún dirigente, partido o grupo, la realidad es que al final las cosas no cambiaron, debido al agotamiento de las circunstancias que hicieron posible la idea momentánea de un cambio. La lista es larga, desde el desarrollismo de Frondizi, pasando por el libre empresismo de Alsogaray, la Revolución Argentina de Onganía, la quietud idealizada con el radicalismo, la tercera posición del peronismo, las privatizaciones suicidas del menemismo, la barbarie de los 70 y finalmente los 40 años de “democracia”, entre comillas, que terminaron haciendo de nuestro país un mero mecanismo institucional al servicio de un sistema corporativo de facciones en permanente lucha por mantener sus intereses y privilegios sectoriales. Hoy como ayer, de vuelta estatistas y liberales disputándose la “presa”: un estado nacional usado y abusado para satisfacer intereses de grupos.

Lo que falla en nuestro país es el modelo económico de desarrollo, asentado por 160 años en una economía de base agropecuaria y exportadora que, lejos de promover un desarrollo moderno del país, lo mantiene atado a un estatus quo, cuyos resultados están a la vista en los niveles de pobreza entre la población. Ese modelo económico arrancó formalmente en 1862 con la presidencia de Bartolomé Mitre, cuando una vez superada la etapa de Rosas y promulgada la Constitución de 1853, se allanó el acceso al poder de “don Bartolo”, como lo llamaban, un rico intelectual de la ciudad de Bs.As. ligado a los intereses ganaderos de la pampa húmeda y al puerto de Bs.As. a quien siguieron en el poder gente de su propio grupo de pertenencia económica o intelectual, Avellaneda, Sarmiento, Roca, Juárez Celman, etc. que consolidaron ese modelo, más allá de que de vez en cuando se propusiera algún cambio de modelo que al final no llegó a nada.

Permítaseme aclarar antes que nada que por “modelo” entendemos el conjunto de sistemas que conforman la organización de un país como para que este pueda funcionar. Tenemos el sistema económico, el político, el educativo, el judicial, etc., cada uno con su conjunto de normas y reglas actuando en combinación, para regular el funcionamiento de la sociedad y el estado. Pero, el más importante entre ellos es el sistema económico, porque define las reglas de juego, normas y regulaciones básicas para la vida de la nación, sin los cuales la sociedad no podría existir. Esto le confiere a ese sector un poder determinista frente a los otros: si falla, todo lo demás se viene abajo. La realidad actual lo prueba.

Veamos los números. Según las estadísticas más recientes, en 2022, el 25,6% del PBI, o sea de todo lo que el país produce, tiene su origen en el campo. Puesto en lenguaje simple, 1 de cada 4 dólares que entran al país, proviene de la actividad agropecuaria. Dentro de la categoría, la agricultura ocupa el 19,6%, la ganadería el 8,4%, la pesca el 1,4%. Dentro del ítem agricultura, el 67% proviene de la exportación de soja, trigo y maíz(Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina, FADA). La importancia del sector agropecuario resalta si se la compara con la contribución de otros rubros que componen el Producto Bruto Interno del país: Industria Manufacturera NO Agropecuaria (automóviles, maquinaria, ropa), 11,7%; Comercio Mayorista, 13%; Actividad Inmobiliaria, 10,6%; Salud y educación 10,5%.

Sin embargo, esto logros indudables del sector agropecuario tuvo su contrapartida en el enorme costo social que tuvo y del cual no se habla o se lo pasa por alto. En 1960, la población rural representaba un 26,39% de la población total del país de 20.480.000 personas. O sea que había 5.404.672 personas empleadas en el campo. En 2021, la población rural representaba solamente el 7,77% de la población del país de 46.231.000 personas. En números redondos, 3.559.787personas con empleo rural(Global economy.com). Ahora bien, si en 2021 se hubiera mantenido la misma proporción de 1960, 12.200.360 personas habrían estado trabajando en el campo. Pero, la aplicación de tecnología cambió la fórmula y la mayoría perdió el trabajo, sin que a los políticos se les ocurriera nada para mitigar la situación.

Así es que el peón de campo, o sea el gaucho asimilado, que poéticamente inspirara tantas historias y al folclore, hoy es historia, excepto en los festivales. ¿Qué pasó con las 8.640.213(12.200.000 -3.559.787) peones rurales que desaparecieron del campo? ¿Adónde se fueron? Las estadísticas de pobreza urbana y la cantidad de villas de emergencia en los grandes centros urbanos probablemente tengan la respuesta. Esta realidad social creada por el modelo económico, fue arrojada a la cara de los otros modelos que, obviamente, no tuvieron los recursos genuinos para enfrentar la demanda de más de 8 millones de nuevos usuarios desocupados.

La solución que hoy se propone a esto es muy fácil técnicamente: sacar al estado del medio eliminando su uso y/o abuso, lo cual obviamente reducirá el déficit fiscal, técnicamente la causa fundamental de la debacle financiera del estado. La idea ganadora del momento político es que la actividad privada se haga cargo una vez que el Estado se automargine, compitiendo entre sus actores, pero se pasa por alto que éstos son gente y empresas acostumbradas a operar bajo el ala del poder político, no de la libre competencia como manda la teoría del sistema.

El legado político del modelo económico

El peor legado que el modelo económico nacido en 1862 nos ha dejado hasta ahora es este país vertical que hoy tenemos, girando alrededor de un eje de decisiones norte-sur, con centro de decisión en Bs.As. Nada mejor que ver el diseño de la traza de los ferrocarriles argentinos para entender esa relación de dependencia económica y política que empezó a finales del siglo 19,por entonces atada económicamente a Londres a través de la exportación de cuero y sebo, luego a la exportación de carne cuando se inventó el frigorífico hacia 1900, más los cereales y hoy a la soja y otros cereales saliendo a través de la Hidrovía Paraná-Rio de la Plata con base en Rosario, mientras el resto del país sigue atado a lo que se decida desde la Casa Rosada a través del manejo de “la billetera”.

Leas consecuencias se aprecian en las estadísticas oficiales de hoy: un país con un 40% de su economía en negro; con un 40% de la población en la pobreza, un 9% indigente, todos hacinados en unas 40 villas de emergencia en la Capital federal y en 5.687 villas y barriadas pobres en el resto del país. Esta es, en breve, nuestra historia, a bordo de una matriz que ya no sirve para enfrentar el futuro que se viene a bordo de la revolución tecnológica y la redistribución de poderes en el mundo.

Cómo cambiar esto

Un estado tiene varios niveles de responsabilidad histórica, entre ellos uno que responde a la necesidad histórica de su creación: servir a la sociedad o su pueblo, no al individuo aislado o grupo de poder actuando al margen de ella para su propio beneficio. Este servicio es posible por el carácter “nacional” del estado, lo cual le da capacidad para llegar al último rincón de la república, equitativamente, y un alcance que, obviamente, supera la capacidad del individuo o lo privado. Ese servicio es la maldecida obra pública. Hoy se critica al Estado por la malversación de su función, por su uso y cartelización a favor de grupos amigos del poder. Pero, la realidad es que el Estado es un simple medio de administración, cuya moralidad depende de quienes lo administren.

No menos malo es el uso de la obra pública para favorecer desarrollos urbanos que acentúan el desbalance social entre lo urbano y el resto de la población alejada de los centros de poder. Un ejemplo de esto es el soterramiento de un tramo del FF.CC. Sarmiento en la Capital Federal, una obra que, en 2018, cuando se suspendió por problemas de corrupción, llevaba invertidos 747 millones de dólares durante el gobierno de Macri, que ahora se quiere recuperar. Ahora se quiere volver sobre lo mismo. Obviamente, una obra de esta envergadura es importante para brindar confort a unas 300.000 personas que viven en el Oeste de la Capital Federal, pero ¿no sería mejor que esa cifra se use para construir 250 km del Corredor Bioceánico que nos uniría al Pacifico y le daría otro futuro económico a todo el centro-norte de nuestro país, incluso el Cono Sur? Esa es la diferencia entre una obra pública concebida para el progreso real del país y otra concebida para el espejismo del mismo.

El mejor ejemplo del uso de la obra pública con el fin de recuperar una economía en crisis es lo que hizo Franklin Roosevelt en la década de 1930 en los EE.UU. durante la depresión, para poner de vuelta la gente a trabajar, hasta tanto la empresa privada se recuperara y adaptara para funcionar competitivamente en el mundo. En el pasado ya detallamos en otro artículo cómo lo hizo, creando un plan de obras de infraestructura que dio empleo a 9 millones de personas a lo largo de 10 años, lo cual recuperó la economía de ese país como para ganar la Segunda Guerra Mundial y transformarse en la potencia que es hoy. Nuestro país puede imitar ese esfuerzo al menos para salir de la disyuntiva actual.

Veamos algunas obras públicas posibles que le cambiarían el destino a nuestro país, al volverlo competitivo.

• Corredor Bioceánico de 2.000 km. Hemos comentado en el pasado sobre el Corredor Bioceánico y lo que este significaría para integrar las economías del sur de Brasil, centro-norte de Argentina, norte de Chile, más Paraguay y Uruguay indirectamente. Una obra ferroviaria de esta envergadura, doble vía, costaría unos 8.000 millones de dólares, daría trabajo a miles de personas, generaría la creación de nuevos pueblos a lo largo de su traza y cambiaría el eje económico de nuestro país y del Cono Sur, abriendo una salida al Pacífico.

Actualmente, la salida de la producción agrícola de nuestro país es a través de la Hidrovía Paraná-Río de la Plata, una vía con serias limitaciones porque básicamente son dos canales a los que hay que estar dragando constantemente para poder usarlos. Un barco cerealero debe esperar un mes frente a Montevideo para que le llegue el turno para poder entrar al canal del Río de la Plata y, aun así, no puede llenar su bodega totalmente porque los canales no tienen la profundidad necesaria. El costo de ese dragado es de 350.000.000 U$S por año. Estos problemas no existen con una red ferroviaria.

• Línea de transmisión en 500.000 Voltios Cobos (Salta) Mendoza, 1.250 km. Sugerimos construir esta línea entre Cobos en Salta, conectado a Yaciretá, con Mendoza pasando por el oeste de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza. Propusimos unir esa línea a Chile desde La Rioja, porque allí, en Atacama, se proyecta construir la central solar más grande del mundo. Esta obra integraría todo el NOA al sistema centro en la Central Atómica Rio Tercero, al Chocón en Mendoza, etc., ofreciendo energía para otros desarrollos industriales que hoy no se podrían hacer. Una obra de esta capacidad oscila alrededor de 1,2 millones U$S por kilómetro. El costo total oscilaría alrededor de 1.500 millones de dólares.

Dado que el NOA sueña con dar valor agregado al litio desarrollando la construcción de celdas de baterías para autos eléctricos, permítaseme informar que una planta industrial pequeña que produzca 8 GWh por año en celdas de litio demanda una alimentación de 54 Megavatios (MW), una cifra equivalente a lo que demandaría la alimentación eléctrica de un pueblo con 15.428 hogares, o sea un pueblo mucho más grande que Tinogasta. Si en el NOA se sueña con industrializar el litio a otro nivel, necesita esa capacidad mínima, al margen de la necesaria para purificar el litio. Esto no se puede asegurar desde el sistema actual conectado a Villa Quinteros en Tucumán y El Bracho en 132.000 voltios.

• Provisión de agua. Sabido de sobra es el efecto del calentamiento global en el mundo que se viene con la disponibilidad de agua. Las nevadas en la cordillera son cada vez más pobres; los inviernos cada vez más calientes, los diques con vida útil de 60 a 100 años o sea todos en el NOA, están al límite; el uso y abuso del agua de ríos cordilleranos que se usan para llenar los piletones de donde luego se saca el litio reduce la alimentación cordillera de los acuíferos que alimentan Catamarca. Las sequías a su vez ya han demostrado su efecto en la producción agrícola, como se vio con la soja en el centro del país, afectando su producción en un 50%, de la cual depende el presupuesto nacional en parte.

Habida cuenta de la realidad mencionada, nos preguntamos ¿qué se espera para diseñar una red interprovincial de manejo y distribución de agua si se quiere evitar una sorpresa como la que se está viviendo en el mundo? A esta infraestructura solo la puede construir el Estado por su envergadura interprovincial, siempre y cuando se comprenda la gravedad de la situación.

Hemos tocado aquí unos pocos ítems que demandan la atención del Estado porque solamente desde su nivel se pueden solucionar. Obviamente, hablamos de un Estado cumpliendo con la función para la cual fue creado, servir a su pueblo, no de uno usado con fines espurios. Que no funcione a veces no implica que sea negativo por naturaleza, como algunos lo asumen Después de todo, nos diferenciamos como país gracias a su existencia, no gracias a los negocios personales de un individuo o grupo. Poner las cosas en su lugar es tarea de todos, no de aspirantes a salvadores que la historia se encarga de enterrar en el olvido cada tanto.

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