jueves 28 de marzo de 2024
EL MIRADOR POLÍTICO

La peste y la “máscara de Alberto”

Por Redacción El Ancasti

Aparte de la peste, condicionante madre, ecuménico, el país votará en este medio término bajo un proceso de atomización del poder que, si bien mostraba ya sus primeros síntomas en el ciclo iniciado con la presidencia de Mauricio Macri, empezó a acelerarse con la caída de la “máscara de Alberto”.
La candidatura a Presidente de Fernández fue la salida pergeñada por Cristina Kirchner para mantenerse en el centro de la escena. Complementó la maniobra con la incorporación de Sergio Massa, que sustrajo la pata electoral bonaerense que precisaba la Alternativa Federal de Roberto Lavagna para afianzarse. 
La sutileza del olfato psicológico de Cristina es notable. Tan desertor del kirchnerismo como Fernández, Massa exhibe en cambio ambiciones mucho más angurrientas. Encumbrarlo a la Presidencia suponía para la jefa del kirchnerismo un riesgo de perder el control de las riendas mucho más consistente que el de consagrar al moderado porteño.
Todo el universo político debió adaptarse al gambito de la dama. Pertinaz en sus errores, Macri llevó como candidato a vicepresidente al peronista Miguel Pichetto y desairó otra vez a sus socios radicales. La propuesta de Lavagna implosionó.

El desparramo
Cristina ofreció la “máscara de Alberto” una semana después de que la arrasadora reelección de Juan Schiaretti insinuara la posibilidad de que Alternativa Federal estribara también en Córdoba. Luego capturó a Massa.
Timing perfecto. El dato central de aquel fascinante 2019 era que la mayoría de los gobernadores habían desacoplado sus elecciones provinciales de las nacionales. Esto es: habían desacoplado sus destinos particulares, la ratificación de sus cacicazgos, de un horizonte nacional excesivamente incierto.
La administración de Macri había suplido su minusvalía en el Congreso con un método de negociación permanente con los gobernadores. Cada medida demandaba una toma y daca coyuntural que no implicaba lealtad a su proyecto.
El balcanizado diseño de 2019 reproducía esta lógica de gestión fenicia. Menos epidérmicamente, también era el resultado de una frustrada sumatoria de impotencias que la “máscara de Alberto” expresó correctamente: Cristina sola no podía; debía maquillarse de leona herbívora para adosar a Fernández, pero sobre todo a Massa. El camuflaje, sin embargo, no se extendió demasiado: se reservó las artillerías de la vicepresidencia y la provincia de Buenos Aires, cuya administración entregó a Axel Kicillof.
Sobrevino la peste, Fernández renunció a la construcción de un poder propio que le permitiera emanciparse de su madrina y desarrollar el programa superador de la grieta que había prometido. 
Si se despejan las narrativas ideológicas, se advertirá que la peripecia de Mauricio Macri y sus satélites es similar a la que Cristina y los suyos atravesaron cuando dejaron la Casa Rosada: acoso judicial, proyectos para reemplazar el liderazgo en desgracia, construcciones a tientas. En esas fintas sigue embarbascado el país.
Poco propensos al romanticismo, los caudillos provinciales continúan refugiados en sus distritos, tierra firme en la ciénaga. 
Las coordenadas nacionales son difusas y el mal humor del electorado por la pandemia y el derrumbe económico acentúa la incertidumbre. 
Desensillar hasta que aclare: sabia sugerencia del General, que tiene una frase para cada ocasión.

Lectura opositora

Los caudillajes provinciales no se circunscriben a los oficialismos. 
El inestable tablero nacional explica la renuncia del senador nacional Oscar Castillo a su reelección. La dimisión forma parte de su plan para retener el mando del radicalismo local. 
Al no postularse, Castillo impide que le cuenten las costillas en la elección al mismo tiempo que intenta demostrar que es indispensable como articulador de la oposición en la provincia. Se preserva como principal referencia de la UCR en Catamarca para lo que eventualmente vendrá, mientras sigue el derrotero de su partido en las maniobras por reconfigurar el esquema de la alianza Juntos por el Cambio, con las que los radicales buscan empardar el peso del PRO, donde el jefe de Gobierno de la CABA, Horacio Rodríguez Larreta, pulsea con Macri. 
Es una operación de blindaje, para que ningún proyecto pueda establecer terminales provinciales sin su consentimiento.
De ahí que la oferta castillista para las PASO se asiente en el concreto poder territorial de los intendentes y no en pregonados prestigios de eficacia electoral dudosa. 
El belicho Daniel “Telchi” Ríos irá para el Senado nacional apuntalado por sus colegas; es probable que el candidato a diputado nacional sea el exintendente de Valle Viejo, Gustavo “Gallo” Jalile. 
Contra ese armado debe erigirse la propuesta de quienes pretenden arrebatarle al senador nacional la manija. Gira en torno a la figura del rector de la UNCA Flavio Fama, que viene de sufrir una catastrófica derrota como candidato a intendente de la Capital a manos de Gustavo Saadi.

Fórmula probada
Más cómodo, el Gobierno fichará con la diputada nacional Lucía Corpacci como candidata al Senado. 
Es lo más competitivo que tiene, por lejos, y la única que puede presentarse del trío que traccionó la victoria de 2019, compuesto por ella, el gobernador Raúl Jalil y el intendente Saadi. 
Desde el acto del 9 de julio en la Plaza del Maestro, donde el obispo Luis Urbanc presentó el stand-up “Bendita peste”, los aliados se muestran juntos, en el anticipo de su médula proselitista. La eficacia de la fórmula está probada y el oficialismo no tiene necesidad de meterse a inventar novedades.
Además de la penetración local, Corpacci cuenta con el respaldo de Cristina Fernández y el Instituto Patria, aduana ineludible. La cabeza de la lista gubernamental al Congreso se completará con Silvana Ginocchio, que irá a la reelección como diputada nacional. Falta definir los candidatos consortes y la lista de diputados provinciales, no se descartan PASO para las categorías de senadores y concejales.
Entre el oficialismo y la oposición se aventuran las opciones más chicas, que generalmente corren con suerte en las elecciones parlamentarias. En esta oportunidad calculan pescar un poco más en entre los enojados por la pandemia. 
Cada tiempo tiene sus singularidades y en este se destaca la del arrasador COVID-19. Lo imprevisible de su impacto se concatena con la cada vez más generalizada decepción de un país cristalizado en el encadenamiento de fracasos.
No son momentos para apuestas altas, cada quien cuida el capital acumulado. 
Mientras las jefaturas provinciales buscan reforzarse, las miradas del país balcanizado y macrocefálico se concentran en CABA y la provincia de Buenos Aires, desde donde asomarán las vigas maestras para las plataformas hacia 2023, con los desempeños del radicalismo y el ultrakirchnerismo como incógnitas principales.

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