El mesianismo de Javier Milei exacerbó la fragmentación y alumbró el régimen tribal que el sistema político argentino incubó durante al menos 15 años.
El mesianismo de Javier Milei exacerbó la fragmentación y alumbró el régimen tribal que el sistema político argentino incubó durante al menos 15 años.
Si se extiende la mirada retrospectiva hasta diciembre de 2011, cuando Cristina Fernández de Kirchner, viuda reciente, ganó su reelección con el 54% de los votos contra un arco opositor dividido en insignificantes facciones, se advertirá que Milei es una trágica caricatura del poder impotente, perfeccionada por un elemento demoledor para la autoestima nacional: el proceso electoral culmina bajo la tutela de los Estados Unidos.
Impedida de postularse a un tercer mandato, CFK se resignó a la candidatura presidencial de Daniel Scioli en 2015 y le negó legitimidad luego a la victoria obtenida en segunda vuelta por Mauricio Macri, a quien ni siquiera le entregó los atributos del mando.
Macri, que había llegado a la Presidencia aliado con la UCR y la Coalición Cívica en “Cambiemos” y con el apoyo explícito y orgánico del Frente Renovador de Sergio Massa, que había capturado el 21% de los votos en primera vuelta, se encapsuló en el PRO para gestionar y terminó en 2019 derrotado por el antimacrismo canalizado a través de la fórmula Alberto Fernández-CFK, en la alianza Frente de Todos que integró al desairado Massa.
El gobierno de Fernández implosionó condenado por una frívola incompetencia que le impidió administrar la interna con el cristinismo.
Macri dinamitó Juntos por el Cambio para pactar personalmente en el balotaje de 2023 con Milei, que había sacado 36% en la primera vuelta.
Milei rompió ese acuerdo sin avanzar en ningún otro y llega al medio término desvencijado.
Deterioro nacional
El progresivo deterioro de la autoridad nacional es producto de la incapacidad de los líderes para proyectarse más allá de sus facciones, deficiencia que Milei expone en todo su dramatismo.
Desde la prisión domiciliaria, CFK inspira a sus tropas para erosionar las pretensiones independentistas de su entenado Axel Kicillof.
Macri fue vencido por los libertarios en CABA tras destrozar Juntos por el Cambio, la herramienta que le había permitido ser Presidente, y ahora explora la posibilidad de alguna revancha aprovechando la debilidad de Milei.
Massa cultiva sus contactos y promueve candidaturas en varios distritos para tratar de mantenerse a flote.
El grandilocuente y agresivo Milei anticipa como un triunfo la módica meta de alcanzar un tercio de la composición parlamentaria para conjurar riesgos de juicio político y que la tribu con más votos este domingo sea La Libertad Avanza, única fuerza que se presenta con su nombre en todas las provincias del país.
Las interpretaciones sobre los resultados serán muy interesantes como ejercicios teóricos, pero no habrá sofisma que alcance a disimular la menesterosa consistencia de las fuerzas que se arrogan representación de alcance nacional.
Sin el auxilio financiero de Donald Trump y Scott Bessent, el fracaso del experimento libertario hubiera sido definitivo. Sin embargo, la continuidad de este respaldo está condicionada a que Milei consiga construir condiciones mínimas de estabilidad institucional en un sistema estragado por la tribalización.
Las otras tribus
En tal marco, la fragilidad de la Casa Rosada contrasta con la solidez de la mayoría de los gobiernos provinciales.
Se verá si La Libertad Avanza consigue en la sumatoria más votos que Fuerza Patria, que compite como tal solo en 13 provincias, pero sus expectativas de triunfos distritales se cifran en los territorios donde concurre aliada con los gobernadores: CABA, Mendoza, Entre Ríos, Chaco. Podría haber alguna sorpresa, hija menos de la eficacia del diseño libertario que de divisiones en sus antagonistas instigadas desde el área metropolitana, pero en términos generales se espera una oleada de triunfos de los oficialismos provinciales o lo que es lo mismo, de los caciques provinciales que diseñaron sus listas para el Congreso, sobre las ofertas de la Casa Rosada.
La tribalización está en su apogeo: el precarizado orden libertario está obligado a negociar con una constelación de gobernadores. La primera estribación en la construcción de ese vínculo será la discusión por el Presupuesto 2026.
El teatro catamarqueño
Catamarca exhibe con nitidez el fenómeno tribal en el arco opositor.
El Gobierno de Raúl Jalil, asentado en la alianza con el intendente capitalino Gustavo Saadi y la senadora nacional Lucía Corpacci, enfrenta una oferta dispersa por la reticencia de los miembros del desaparecido Juntos por el Cambio a someterse a las directivas de la terminal libertaria local, que esgrime la adhesión incondicional y por momentos grotesca a Milei como único justificativo para exigir supremacía.
Esta noche se sabrá si tal pretensión tiene algún correlato en votos.
En este sentido, sobre el final de la campaña los radicales “peluca” salieron a discutirle a los “orgánicos”, que juegan junto a Movilización con “Provincias Unidas”, la herencia simbólica del Frente Cívico y Social, única experiencia política que consiguió ganarle al peronismo catamarqueño en las urnas.
Que los enclaves opositores proyecten su futuro mirando el espejo retrovisor no es necesariamente un defecto. El FCS fue, entre luces y sombras, una exitosa unificación de varias tribus que completó 20 años en el ejercicio del gobierno, el ciclo de poder más largo que registra la historia provincial.