martes 16 de diciembre de 2025
Editorial

Premiar la educación como inclusión

En un contexto en el que la educación pública padece una histórica escasez presupuestaria que se profundizó de manera evidente en los últimos dos años, una noticia reciente invita a detenerse y revisar lugares comunes. Dos docentes argentinos fueron seleccionados entre los 50 mejores del mundo por el Global Teacher Prize 2026, el galardón más importante a nivel internacional en materia educativa. La elección se realizó entre más de 5.000 nominaciones y postulaciones provenientes de 139 países.

La distinción adquiere un valor adicional cuando se observa como dato clave que ambos docentes se desempeñan en establecimientos públicos. En momentos en los que se intenta instalar la idea de que la calidad educativa es patrimonio exclusivo de modelos privatizados o de esquemas regidos por la lógica del mercado, el reconocimiento internacional corrobora que la educación estatal sigue siendo, aun con limitaciones severas, un factor central de inclusión, movilidad social y construcción de ciudadanía.

Los docentes distinguidos son Gloria Argentina Cisneros, maestra de nivel primario en la E.E.P. Nº 793 “Don Carlos Arnaldo Jaime” de Taco Pozo, en pleno Impenetrable chaqueño, y Miguel Alejandro Rodríguez, profesor de Educación Técnica en la ET Nº 3 “María Sánchez de Thompson” de la Ciudad de Buenos Aires.

El Global Teacher Prize busca reconocer a educadores que hayan realizado un aporte destacado a la profesión y visibilizar el rol fundamental que cumplen en sus comunidades. Gloria Cisneros es educadora rural y recorre dos horas en moto para llegar a la escuela que dirige. Allí impulsó una transformación profunda: convirtió a la institución en un espacio de innovación, acceso educativo y desarrollo comunitario. Incorporó tecnología, paneles solares y conectividad en una zona históricamente postergada, y promovió metodologías innovadoras como el aprendizaje basado en la investigación, el uso de herramientas de inteligencia artificial, proyectos creativos y la producción de libros escritos por los propios estudiantes.

La educación pública siendo, aún con limitaciones presupuestarias severas, un factor central de inclusión, movilidad social y construcción de ciudadanía. La educación pública siendo, aún con limitaciones presupuestarias severas, un factor central de inclusión, movilidad social y construcción de ciudadanía.

En la Ciudad de Buenos Aires, Miguel Alejandro Rodríguez reemplazó los exámenes tradicionales por una pedagogía centrada en la empatía y la resolución de problemas reales, convencido de que el conocimiento cobra sentido cuando se vincula con la vida concreta de los estudiantes. De esa experiencia surgió en 2012 el Club de Ciencias Cóndor, un espacio que fundó y sostiene de manera independiente, abierto a jóvenes de distintos contextos sociales, muchos de ellos atravesados por situaciones de vulnerabilidad o trayectorias personales complejas.

Las historias de Cisneros y Rodríguez confirman que la escuela pública sigue siendo un territorio fértil cuando hay compromiso, creatividad y vocación. Pero también dejan al descubierto una cuestión de fondo: estos logros extraordinarios no deberían depender del esfuerzo individual llevado al límite ni del sacrificio personal permanente. La dimensión social, empática y solidaria de la educación pública no tendría que ser una excepción digna de premio, sino parte constitutiva de su función esencial, especialmente en aquellas comunidades donde la vulnerabilidad social marca la vida cotidiana.

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