martes 22 de julio de 2025
Colección SADE - Bibliografía catamarqueña

Mapamundi, de Rosario Andrada, y la perplejidad de los múltiples códigos de lectura

Por Karina Tapia

Publicada por Ediciones En danza, Mapamundi, de la ya consagrada poeta local Rosario Andrada (2021), es una escritura culta de la perplejidad, donde un significante genera asombro al abrirse en múltiples haces de sentido promoviendo la decodificación simultánea de infinitos mundos paralelos, cada uno con extraordinaria coherencia en sí mismo. Por ejemplo en la primera parte, titulada “Universalis Cosmographia”, se puede leer la geografía, la historia y los haceres culturales de los distintos pueblos del Globo, pero al mismo tiempo, también se pueden leer el amor y la sensibilidad. A su vez, en la segunda parte, denominada “De la perpetua lágrima”, el contenido conmueve al lector con poemas de carácter ensimismado y metafísico.

De esta manera, la interpretación puede bifurcarse hacia mundos paralelos, liberando el pensar y el sentir del lector, que inicia su propio viaje imaginario sin ataduras, en libertad. En esta oportunidad, de entre estas múltiples líneas de sentido, se releva la que destaca la historia de un recorrido no sólo geográfico sino también histórico protagonizado por dos mujeres: la cartógrafa y su compañera. La compañera de viaje se constituye en la obra como el yo lírico del poemario y durante el recorrido asume su idolatría por la cartógrafa. Como muestra de esa admiración, le dedica -entre muchos otros- el poema titulado “Santa María, llena eres de gracia” (p. 54), que visibiliza su devoción por ella.

Es decir, el poemario se inscribe como bitácora de viaje del recorrido conjunto de la cartógrafa y su compañera; de modo que allí andarán las dos navegando el mapa del mundo en una primera persona plural, anotando los resultados de su exploración según el tipo de registros cartográficos de los siglos XVI y XVII, propio de los marinos de aquella época de zozobra e incertidumbre en medio de mares inmensos y revueltos, historias de ultramar, y un imaginario cargado de nereidas, centauros, vírgenes, leones encarnizados y escorpiones. Y así, juntas, la cartógrafa y su compañera irán reconstruyendo la geografía y la historia del mundo de a saltos, con discontinuidades espaciales y temporales. Por ejemplo, recorrerán la Cordillera de los Andes, Tenerife, el Orinoco, la Bahía de Lanzarote, el mar Jónico y Reyjavik, en Islandia. Y también van a desandar el desierto de Atacama y la Amazonia. Y en ese camino de intrépidas, valorarán las culturas humanas, y en las tierras de Sudamérica gritarán una grave denuncia en el poema “Huellas lejanas”, que expresa a viva voz:

el norte acechándonos

sin agua

con el peso del infortunio

y el saqueo

A su vez, por momentos entre ese transitar por pluralidad de paisajes, tiempos y culturas, el yo lírico se detiene, se retrotrae y se adentra en su genealogía y en su propio ser, que observa de cerca y a distancia al mismo tiempo:

sobre la mano de mi madre

recorro su palma

me detengo a deletrear cada surco

(…)

las abruptas líneas

las mías las que dibujo

cada vez

estirando el tiempo.

Luego el viaje se retoma. Y en la diversidad de mundos dentro del mundo, Mapamundi revela poéticamente cómo se conjugan arte y ciencias naturales como la zoología y la botánica, en la construcción de una taxonomía que recuenta la multiplicidad de especies que habitan el planeta: cóndor, vizcacha, mosquitos, marsopas, medusas, peces barbudos, cangrejos, ostras, lombrices, luciérnagas, ampalagua, mariposas, oruga constituyen la fauna que recupera la obra.

También, en el recorrido se describe la desmesura de los distintos relieves geográficos de la faz de la tierra como el mar, la montaña, el río o la bahía; así como también se presentan fenómenos climáticos diversos como el viento, los fríos extremos y los veranos insolentes.

Todo esto lo va disponiendo la cartógrafa en sus mapas, para finalmente llegar a Utopía, según las líneas filosóficas y políticas de Tomás Moro en el SXVI:

no hay dolor

tampoco tempestad

(…)

no hay reino

ni consejeros

no hay escudos

ni casa de gobierno

(…)

sólo un cortejo fúnebre

y un cementerio (…)

Lugar no lugar, en el poemario de Andrada vemos cómo Utopía conjuga lo que es con lo que no es, comunión que se profundiza en la segunda sección de la obra, donde el epígrafe lo dice todo: “No vemos todo lo que existe”.

Aquí, Mapamundi se torna metafísico; la materia convive con la nada; la existencia y la inexistencia son, están; y aparece el tiempo en la memoria de los muertos, en versos como:

I

Alguien anda santiguándose

en las alturas

porque el soplo

escapó de las tormentas

(…)

II

Hay que atar al soplo

con tientos

(…)

no vaya a ser

que arrastre a los muertos

hasta el callejón de la vida.

Más aún, en el plano de la existencia, se da la recursividad de los patrones vitales:

(…)

ahí está la mujer

sosteniendo

una niña

al verla supe que era yo repitiendo

otra voz

Espacio poético donde aparece el intimismo y la sensibilidad extrema en versos como:

(…)

trepamos

desfiladeros

(...)

oyendo lo que no se oye

hasta que un día

oí la piedra llorar

Agudísima construcción del yo lírico, que transforma en poesía sus elucubraciones solitarias.

Finalmente, en cuanto a las formas que asume la lírica en el poemario, se observa que sumado a la pluralidad de pliegues de los sentidos poéticos, Mapamundi presenta una escritura de vanguardia, despojada de normativas lingüísticas y literarias, sin signos de puntuación a la vista, sin definición métrica.

En definitiva, Mapamundi, de Rosario Andrada, es una obra compleja en todo su ser, tanto en la disposición de contenidos como en lo formal. El recorrido que propone goza de una plasticidad tal que a lo largo del viaje estrictamente geográfico, también se transitan estados anímicos, deseos, intenciones, memoria, que aúnan tanto el costado cognitivo como el emocional de los lectores que se acercan a la obra.

Historia, sí; mucha historia. Registro el mapa del mundo, sí; cuidado registro. Cultura, sí; reconocimiento de las culturas del mundo; pero también agudeza en la mirada íntima del sí mismo, con examen y experimentación de los misterios del mundo propio y de la humanidad.

En síntesis, una composición poética que da cuenta de una esmerada y asombrosa creación lírica que recorre el orbe en la pluma culta y profunda de Rosario Andrada, y que por ello mismo no se debe dejar partir sin leer.

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