Si el kirchnerismo secuestró al PJ para convertirlo en el Partido del Conurbano, Martín Lousteau y sus padrinos se apoderaron del Comité Nacional de la castigada Unión Cívica Radical para terminar de devaluarlo en Partido Universitario.
Si el kirchnerismo secuestró al PJ para convertirlo en el Partido del Conurbano, Martín Lousteau y sus padrinos se apoderaron del Comité Nacional de la castigada Unión Cívica Radical para terminar de devaluarlo en Partido Universitario.
Simétricas son las circunstancias y simétricos los reproches: el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, recrimina a Cristina Kirchner el haber transformado al Justicialismo en una “pyme familiar”; los dirigentes de mayor peso en el enclave boinablanca barajan alternativas para desembarazarse a fin de año de la catastrófica conducción de Lousteau.
No se trata sólo de que el exministro de Economía de CFK, inventor de la resolución 125 que detonó el traumático enfrentamiento con el campo, haya sido incapaz de detener o revertir el prolongado desplome del partido que preside. La utilización del sello como plataforma para satisfacer sus aspiraciones personales como mascarón de proa de las autoridades de la UBA quedó obscenamente al descubierto en las últimas elecciones.
Seguro de que no conseguiría renovar la banca de senador porteño, apichonado por tener que enfrentar a Patricia Bullrich, Lousteau se despojó de cualquier decoro, desertó de la pelea y se postuló como candidato a diputado nacional con Ciudadanos Unidos y caballerosamente le cedió la primera candidatura al Senado a Graciela Ocaña. Cualquier cosa con tal de no perder la vidriera del Congreso.
La maniobra, típica de las burocracias partidarias aferradas a sus privilegios, terminó en un bochorno. El senador nacional terminó en una riña por la última de las 13 bancas de diputados que se dirimían con la candidata libertaria Valeria Rodrigues Trimarchi.
Nótese la magnitud del retroceso del Partido Universitario. Las tres bancas de senadores nacionales se distribuyen 2-1 entre el ganador y el segundo, esquema bajo el cual entró Lousteau a la Cámara alta hace seis años. Su desempeño como senador nacional y presidente de la UCR fue tan virtuoso que lo llevó a batallar ahora por el último casillero disponible de la oferta parlamentaria porteña.
Un éxito resonante. La Libertad Avanza consiguió siete bancas, Fuerza Patria 4, el Frente de Izquierda la de Myriam Bregman y Provincias Unidas la de Lousteau.
Completando la faena, el Partido Universitario resignó su banca en el Senado y Fuerza Patria, con Mariano Recalde, la retuvo.
La UCR porteña no estará representada en el Senado nacional. En la Cámara de Diputados, la UCR quedó reducida a siete bancas, la mitad de las que tenía.
Es lógico que los radicales del interior comiencen a maniobrar para desplazar de la jefatura del partido a Lousteau, más aún si los calamitosos resultados obtenidos en su propio distrito se comparan con los de otras provincias en las que incluso gobierna.
Sería absurdo que el Partido Universitario porteño pretenda bajarle línea a los de los gobernadores Gustavo Valdés (Corrientes), Alfredo Cornejo (Mendoza), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Leandro Zdero (Chaco) o Carlos Sadir (Jujuy). No menos extraña es la insistencia de los radicales porteños en proyectar la figura de Lousteau como figura nacional después de los desastres que han hecho.
En su desgracia, el radicalismo puede exhibirse como ejemplo indeseable. Su derrumbe, que no ha hecho más que profundizarse desde que Fernando de la Rúa renunció en 2001, es señalado por los peronistas como destino más probable bajo la dirección de Cristina y Máximo Kirchner. n