Sobreviviente del "baile" a aspirantes de policía, año 2017
"Estuve un mes grave en coronaria y nadie se hizo cargo de todo lo que pasó"
Matías Restelli fue sometido a 11 sesiones de diálisis y quedó con secuelas de deshidratación, anemia, presión arterial variable y una dieta estricta de por vida. Dijo que nunca recibió apoyo de la Provincia.
"Yo tenía 26 años. Ya estaba en pareja, con una hija. Había renunciado a mi trabajo como personal de seguridad para prepararme bien y entrar a la Escuela de Suboficiales de la Policía de la Provincia como hace mucha gente, pero me arruinaron la vida", recordó Matías Restelli, uno de los aspirantes que, tras permanecer internado un mes en coronaria, sobrevivió al brutal tratamiento dispensado por autoridades policiales desde el 30 de diciembre de 2016 hasta el 10 de enero de 2017 en el campamento de Las Pirquitas.
En diálogo con El Ancasti explicó que las secuelas que le dejó el "baile" al que fue sometido junto a sus compañeros son de agotamiento y fatiga constante.
"Después de una endoscopía me quedó muy mal el estómago y tengo que mantener una dieta permanente. Me arruinaron la vida porque no hubo una vuelta atrás", agregó.
Sobre el día en que se produjo el inicio del salvaje "período de nivelación y adaptación" en el campamento de Las Pirquitas, explicó que con más de 40 grados debieron realizar los ejercicios ordenados y que en un momento debieron trotar ida y vuelta hasta Pomancillo Este, siguiendo el ritmo de un profesor de educación física.
Indicó que, a modo de ambulancia, los policías "usaban una camioneta nueva que ni siquiera tenía patente. En la caja llevaba un bidón con agua pero la consigna era que el que se subía a la camioneta, por la razón que sea, automáticamente era dado de baja”.
Aseguró además que fue durante "la instrucción con Jorge Rolando Romano (entonces jefe de estudios) cuando muchos la pasamos muy pero muy mal", y como "yo era uno de los más bajos, junto a otros chicos nos separaban aparte y nos hacían hacer más ejercicios".
Informó también que ese día muchos de sus compañeros se descompusieron: "Sigo buscando al aspirante Jesús Emanuel Maza, que estuvo con nosotros ese día y se descompensó. Junto a la enfermera -porque el médico llegó dos días después-, auxilié a Maza que casi sufrió un infarto después de correr. Sería bueno que él también cuente lo que pasó. Con la enfermera que estaba totalmente sola le pusimos oxígeno y tratamos de bajarle el ritmo cardíaco porque no había médico".
Sangre
Comentó que el malestar se volvió insoportable cuando hacía los ejercicios y por eso se descompuso. "Me mandaron al minihospital de Villa Dolores donde me pusieron un calmante y me enviaron de nuevo a Las Pirquitas.
Por eso me dieron de baja y volví a mi domicilio. A los dos días empecé a vomitar sangre. Fue cuando los medios de comunicación informaron que otro chico de apellido Moya estaba grave, con diálisis, y todo se precipitó. Tuve más vómitos. No podía caminar y mi pareja llamó a la ambulancia. Me llevaron de urgencia al Hospital San Juan Bautista donde no me recibieron porque no tenían insumos y como todavía tenía obra social, porque había renunciado poco antes, me internaron en una clínica de calle Junín", señaló.
Explicó que tras una serie de estudios le informaron que tenía daños en los riñones, que habían dejado de funcionar y debía ser sometido de inmediato a tratamiento de diálisis.
"Estuve casi un mes internado en coronaria. Se me inflamó todo el cuerpo, parecía una persona obesa. Se me hicieron como cortes en la piel, como estrías profundas. En una de las sesiones de diálisis se me hizo una fisura en el esófago y la sangre se mezcló con los jugos gástricos mientras me hacían la diálisis, fue muy feo", agregó.
Al ser consultado sobre la reacción de los jerarcas policiales y del Estado provincial, dijo que durante la internación "se acercaron los entonces jefe de Policía Orlando Quevedo y el secretario de Seguridad Marcos Denett. Dijeron que se iban a hacer cargo de parte del gasto médico y laboratorios, pero cuando me dieron el alta no me pude retirar porque tenía que abonar la totalidad de los laboratorios realizados", manifestó.
Advirtió que su familia debió "sacar plata de donde no había para abonar", porque "fueron 11 sesiones de diálisis y un mes de internación en coronaria”, y que “en casi ocho años nunca nadie me reconoció nada. Nadie se hizo responsable ni nadie más se acercó a ver cómo estaba. Fue un abandono total y vergonzoso".
Día a día
Matías aseguró que se presentó dos veces más para rendir y entrar a la Escuela de Suboficiales "porque quería ser policía”, pero “cuando veían mi apellido directamente decían que no podía entrar, sin darme razones. Ni siquiera me recibían los papeles”.
Para finalizar, señaló: "Antes hacía atletismo. Entrenaba con los mejores y ahora me cuesta mucho conseguir trabajo por anemia, problemas de deshidratación y presión arterial variable. Los que estuvieron a cargo tienen que responder por lo que hicieron porque además no estuvieron para acompañarnos cuando más los necesitamos. Nos dieron la espalda. Estas torturas no pueden pasar de nuevo”.n