viernes 12 de diciembre de 2025
Cara y Cruz

Dos puntas

En su mensaje por la conclusión de su mandato como diputada nacional, Silvana Ginocchio tuvo la deferencia de extender su agradecimiento a todos los legisladores con los que compartió la representación catamarqueña en la Cámara baja. Con proverbial gentileza, incluyó en la lista al inexplicable Dante López Rodríguez, paradigma insuperable de parasitismo que tiene la suerte dejar el Congreso junto a ella.

Ginocchio protagonizó ocho años de intensa y destacada labor parlamentaria. Fue electa diputada nacional por primera vez en 2017, junto al actual intendente Gustavo Saadi, y participó activamente de todos los debates relevantes, en el recinto y como miembro de las comisiones de Comercio, Asuntos Constitucionales, Juicio Político, Legislación del Trabajo, Mercosur, Relaciones Exteriores y Culto y Turismo, entre otras. Al frente de la comisión de Cultura, desarrolló una agenda en la que se preocupó por visibilizar y valorizar la producción cultural y los artistas catamarqueños.

Esposa del gobernador Raúl Jalil, su gestión legislativa y su intervención en las discusiones estuvo signada por una fuerte impronta personal.

“A los y las jóvenes les dejo el mensaje de interesarse en la política; de participar como ciudadanos y formarse como dirigentes culturales, deportivos, sociales, políticos. Servir y creer en las acciones que transforman realidades”, posteó tras dejar su banca.

Pero ya lo dijo Martín Fierro: “Al que nace barrigón, es al ñudo que lo fajen”. Seis años no le alcanzaron a la empeñosa legisladora para desviar siquiera un milímetro el derrotero de intrascendencia seleccionado por López Rodríguez desde que Saadi le dejó la poltrona en 2019. El acendrado instinto maternal de Lucía Corpacci lo amparó contra toda evidencia y le facilitó la reelección en 2019, pese a lo menesteroso de su legajo.

Dante López Rodríguez aportó a la ciencia política el novedoso concepto de “idiota inútil”. Dante López Rodríguez aportó a la ciencia política el novedoso concepto de “idiota inútil”.

Acaso la exgobernadora cifrara algunas expectativas en que, tras dos años de inmerecida beca, el entenado empezara a darle mínimas satisfacciones. Sin embargo, la contribución más significativa del diputado López Rodríguez fue su perseverancia en formar parte sistemáticamente del podio de legisladores que no habían emitido una sola palabra en el recinto. Todo un “récordman”, el Dante, que con grandes esfuerzos, reconvenido por su mentora, consiguió un año escaparse de tan lamentable ranking leyendo a duras penas unos párrafos que le escribió algún comedido.

Y eso que lo tuvo a tiro durante cuatro años al radical Francisco Monti, para cobrarle las denuncias que supo dedicarle por presuntas malversaciones en el área de Vivienda. Pero ni para eso abrió la boca…

Dos extremos dejan la Cámara de Diputados de la Nación; dos puntas, ejemplos de que no son los cargos los que honran a las personas, sino las personas las que honran a los cargos.

Las posiciones que Ginocchio sostuvo podrán compartirse o no, pero su dedicación y compromiso con el rol de diputada nacional son inobjetables.

En el reverso, una nulidad del calibre de Dante López Rodríguez que, tras seis años ininterrumpidos de dietas y gangas sin hacer absolutamente nada, da la talla exacta para ungirse abanderado de los tantos beneficiarios de prestigios ajenos que vampirizan y desacreditan la política.

Al parlamentario no parlante, que en sus tiempos al frente del IPV y la Secretaría de la Vivienda despojaba mujeres indefensas de sus casas, ha de reconocérsele el mérito de haber reemplazado el conocido concepto del “idiota útil” por el novedoso “idiota inútil”.

Aporte revolucionario a la ciencia política que ya encontrará su premio en alguna otra sinecura que el oficialismo le garantizará por inservible.

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