La apertura importadora, que en algunos rubros genera una verdadera avalancha de productos provenientes de otros países, está provocando graves daños a la producción nacional. La de frutas y verduras, que es la base de muchas economías regionales, es un buen ejemplo de esta gravitación negativa.
Argentina, que históricamente ha sido exportadora de frutas, ahora recibe a diario cientos de toneladas de frutas de otras regiones del mundo, no solamente de países de la región, sino de destinos muy lejanos, como China. Por caso, en enero de este año ingresaron al país 9.277 toneladas de tomate procesado; del total, 3.885 toneladas fueron despachadas desde Chile y 5.330 arribaron en buque desde China.
Ya el año pasado se registró un alza significativa en la importación de alimentos: el 82% más respecto de 2023. Según un informe del Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA), durante diciembre de 2024 se importaron alimentos por 242 millones de dólares, contra 133 millones en el mismo mes del año anterior.
La desregulación libertaria amenaza con profundizar el deterioro de polos de producción de frutas que supieron ser muy poderosas y con un alto perfil exportador, como la uva en Mendoza, el limón en Tucumán o las manzanas en Río Negro. La decadencia es progresiva, viene desde hace décadas, pero la importación casi sin límites se erige como una amenaza muy preocupante. En el caso de la uva, en la década del 80 se cultivaban 325.000 hectáreas. Actualmente apenas superan las 200.000. En 2001 la producción de peras y manzanas alcanzó casi las 2 millones de toneladas. El año pasado apenas superó el millón de toneladas.
Respecto del limón, la exportación durante el año pasado disminuyó un 50% en comparación con 2023. Gravitaron en este caso, además de las deterioradas condiciones de comercialización y el alza en los costos de producción, las condiciones climáticas adversas y problemas fitosanitarios.
Al mismo ritmo que suben las importaciones, caen las exportaciones. Si este contexto productivo es un desafío difícil de sortear para cualquier productor de alimentos en la Argentina de Javier Milei, mucho más para los pequeños productores, que son los más numerosos y los que sobreviven en Catamarca.
La meta de los pequeños y medianos productores de frutas y verduras en la Argentina es lograr mejorar las condiciones de comercialización para el mercado interno, que tiene como principal obstáculo el carácter hegemónico de las grandes cadenas.
No es fácil romper con esas cadenas, pero están creciendo alternativas de comercialización que procuran eliminar intermediarios. Existen organizaciones cada vez más extendidas que están logrando, en muchas regiones del país, ofrecer las frutas y verduras directamente del productor al consumidor. En Catamarca han cumplido esa función las ferias urbanas, con apoyo público, pero se requieren más ferias, mayor continuidad en este tipo de políticas y una organización más aceitada y compleja para lograr los objetivos propuestos.n