miércoles 27 de marzo de 2024
Locura por los colores

Sigue a Racing hace 60 años: “Mis viejos se murieron entresemana para que pueda ir a la cancha”

Ángel Flores pasó de todo en la "Academia". Hoy está al frente de los alcanzapelotas y trabaja junto a su hijo. Llegó de la mano del histórico Corbatta y nunca más se fue. Conocé su historia.

Por Redacción El Ancasti

Cada vez que la Academia juega en Avellaneda, Ángel Flores recorre más de 200 kilómetros para presenciar el encuentro. En diálogo con Infobae recordó el día que Lisandro López amenazó con dejar el fútbol cuando estaba en la reserva y repasó su historia de amor que lleva más de seis 6 décadas

Hace más de 60 años que Ángel Flores hace el mismo recorrido. El asfalto de la Ruta 7 que une Chacabuco con Buenos Aires forma parte de su camino habitual cargado de esperanza. Durante su infancia su hermano le inculcó la pasión por Racing, y desde aquellos días no se pierde ningún partido de la Academia.

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"Ahora voy en auto, pero de chico iba en tren y muchas veces a dedo. Salía a la ruta y me levantaban los camioneros o algunos amigos", recordó el fanático. Los 200 kilómetros no le representaban ninguna dificultad, ya que sus escalas previas al destino final variaban según el conductor: "Algunos me dejaban en Morón, donde me tomaba el tren a Once y empalmaba con el 98, y otros me tiraban cerca de Pompeya. Siempre me las ingeniaba para llegar a la cancha".

Su debut en el Cilindro fue distinto al de cualquier hincha. Mientras Arturo Frondizi se reunía con Juan Domingo Perón para ultimar los detalles del pacto que lo llevarían a la presidencia en 1958, Ángel Flores saboreaba nuevas experiencias en los alrededores del Coliseo. "Un primo que trabajaba en la boletería le pidió a Corbatta que me lleve a la cancha", explicó. Como si se tratara de un cuento de Fontanarrosa, uno de los máximos ídolos del club fue el encargado de llevar a Angelito de la mano al escenario que lo adoptó para siempre.

—Vení pibe, vos sentate acá, al lado del banco, y sentite como en tu casa— le dijo el futbolista al chico que lo miraba con los ojos tan abiertos como la admiración le permitía.

"No me lo olvido más. Me hizo ir por el túnel viejo que tenía más de 100 metros. Cuando salí a la cancha con él, fue un sueño. Algo irreal. Ver el Cilindro por primera vez me pareció un monstruo", deslizó con la misma emoción que le provocó su primera vez en la Academia.

Tal vez por alguna cábala deportiva, un ritual desconocido o esas casualidades que no tienen grandes explicaciones, Angelito se convirtió en la mascota del equipo que se coronó campeón del fútbol argentino. "Después de ese día empecé a salir siempre con ellos en todos los partidos.  Toda mi vida fui al vestuario y compartí historias con jugadores de todas las épocas. Viví las buenas y las malas, porque Racing se transformó en mi vida", aclaró con la nostalgia que le impone hablar del campeón del 58, que era casi imbatible: "Tenía a Corbatta, a Pizzuti, a Mansilla, Sosa, al Negro Belén… después me hice amigo de todos ellos".

Con el paso del tiempo Angelito dejó de ser el chico simpático que se divertía escuchando a los más grandes. Sin embargo, su sentimiento albiceleste se mantenía intacto. En plena adolescencia, el joven que conocía todos los pasillos del Presidente Perón quería seguir inmerso en el mundo académico.

Los sesenta ya se habían instalado al ritmo de Los Beatles y la Revolución Cultural de China captaba adeptos por todo el mundo gracias a los métodos persuasivos de Mao. Mientras tanto, en Avellaneda, Juan José Pizzuti lideraba al plantel que convertiría al club en el Primer Grande.

—José, ¿me necesita para algo?— fue la pregunta que le hizo Flores al entrenador en una calurosa tarde bonaerense.

—Ponete ahí atrás que vamos a entrenar a Cejas— fue la respuesta del DT.

"Yo los seguía a Mario por todos lados, hasta que José me pidió que me quede como alcanzapelotas", detalló sobre su convivencia con el plantel que logró la corona en el ámbito local, la Copa Libertadores y la Intercontinental.

Lo que comenzó como una ingenuidad para seguir de cerca a la Academia se convirtió en el acto oficial para sumarse al institución. "Hace más de 20 años que soy el encargado de los alcanzapelotas. Siempre ayudé al club, ya sea marcando la cancha, cortando el césped o haciendo lo que hiciera falta", reconoció con el orgullo que le implica estar del otro lado de la línea de cal siguiendo las acciones que ocurren dentro del terreno de juego. "Muchos chicos que hoy están en el plantel, los tuve de alcanzapelotas: Cuadrita y Mansilla que ahora se fueron, Zaracho, Lautaro (Martínez)… mi gran amigo es Lisandro López, porque viajaba en el auto con él y su padre cuando estaba en la reserva", agregó.

Su relación con el capitán actual del conjunto que lidera el Chacho Coudet también se inició en la Ruta 7. "Licha siempre se ofrecía a llevarme con el viejo porque vivía en Rojas, que queda a 50 km de Chacabuco. Se desviaba un poco, pero me alcanzaba", confesó como si se tratara de un conductor más de los que acostumbraba acompañar cuando viajaba a dedo.

Naturalmente, las horas que se necesitaban para volver a casa a bordo del coche servían para fortalecer el vínculo. "Cuando el equipo ganaba y había ganas de hablar, se hablaba. Pero cuando perdía, tratábamos otros temas. Me acuerdo que hubo una charla que me quedó grabada para siempre"…

—Voy a dejar el fútbol— sorprendió el delantero en uno de los tantos viajes.

—¿Cómo vas a decir eso? Si ya te están convocando en Primera— fue la respuesta de Flores.

—Si Racing no me hace un contrato, dejo todo y me voy a trabajar al campo con mi viejo— sentenció Lisandro.

"Era lunes y para mí era una locura. A los días me lo volví a cruzar y me dejó tranquilo porque le habían hecho firmar su primer contrato", concluyó el hincha.

Ángel Flores lleva más de 60 años yendo al Cilindro de manera ininterrumpida para ver a la Academia. Desde que se sumó al staff cosechó un tesoro invaluable que representa la envidia de cualquier simpatizante. "Me dieron una o dos camisetas por año. Sacá la cuenta. Son pilas y pilas de camisetas que me fueron regalando los jugadores. Las tengo todas dobladitas en varios cajones. Varios coleccionistas me las quisieron comprar: me ofrecieron dólares y euros, pero siempre me niego porque es parte de mi vida. Es como si vendiera un brazo. Ni siquiera les dejo decir una cifra porque sería incapaz de venderlas. Tengo algunas de la década del sesenta que son increíbles", destacó.

A pesar de las tentaciones de los interesados y las necesidades que sufrió a lo largo de su vida, la venta de las casacas nunca se barajó como una posibilidad. "Muchas veces dormí en Retiro, porque no tenía para viajar y no sabía cómo volver, pero nunca se me cruzó por la cabeza vender una camiseta. Son regalos que me dieron los jugadores con mucho amor", explicó.

Con más de 6 décadas de presencia en el Cilindro, Ángel Flores también se animó a decir cuál fue el encuentro que lo marcó por su imponente contexto: "Llevo 9 títulos entre Libertadores, Supercopa y campeonatos, pero cuando vino el Celtic de Escocia no lo podía creer. Era la final del mundo y no tenía dinero para viajar. Tuve que ir a dedo y llegué tarde. Fue una cosa de locos, no podía entrar por ningún lado por la cantidad de gente que había. Me hacía finito y era imposible. Había más de 120.000 personas ese día", recordó con una analogía histórica que se remontó a la era de Mostaza Merlo: "Cuando Bedoya le hizo el gol a River fue otra locura. Me metí en la cancha y fui a festejar a la pila de jugadores que se formó. Me acuerdo que me tiré arriba del colombiano y después se tiraron todos los jugadores arriba mío. Cuando vino el árbitro para echarme, no podía hacer nada porque no me veía: yo estaba abajo de todos".

A 9 fechas del cierre de la Superliga, el fanático que vio de cerca al campeón del mundo, América y Argentina, confía en el presente del equipo que conduce el Chacho Coudet. Tras la última alegría que se remonta al ciclo de Diego Cocca en 2014, Angelito quiere volver a festejar. "Yo creo que vamos derecho a dar otra vuelta olímpica. Si ganamos este domingo vamos a dejar a otro rival lejos para pelear mano a mano con Defensa. Igual hay que ir paso a paso, como decía Mostaza. Si vamos partido a partido no se nos puede escapar", aseguró.

En las tribunas sonará el tradicional cántico que asevera que Éste es el año Academia. Junto a los Muchachos que piden vino y el pedido del triunfo para ser campeón, Angelito volverá a emocionarse cuando el equipo salga a la cancha. De la misma manera que se viene emocionando durante más de 60 años. Porque Racing es su vida.

Así lo resumió desde Chacabuco, donde se prepara para salir a la ruta en un nuevo viaje de la ilusión: "Mis viejos sabían que yo jamás me perdería un partido de Racing y por eso se dieron el gusto de morir entresemana. Para que yo pueda ir al Cilindro. Ellos sabían que el club es mi vida y estaba por encima de cualquier casamiento, cumpleaños o bautismo. Siempre fue la prioridad de mi vida. Creo que si llegara a faltar a algún partido, me enfermaría. Por suerte le pude trasladar esa pasión a mi hijo, que hoy maneja el carrito de los lesionados y él es igual o peor que yo". El legado continúa.

Fuente: Infobae.

 

 

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