Oriundo de Andalgalá, el pintor y escultor Gabriel Morales ultima detalles para realizar su primera exposición de escultura figurativa “Letras en el Espejo”, en el Museo Provincial de Bellas Artes Laureano Brizuela.
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Oriundo de Andalgalá, el pintor y escultor Gabriel Morales ultima detalles para realizar su primera exposición de escultura figurativa “Letras en el Espejo”, en el Museo Provincial de Bellas Artes Laureano Brizuela.
“Letras en el Espejo demandó un año y ocho meses de trabajo. Son 11 piezas armadas en una habitación, de las cuales una sola está aislada, como una composición, porque hay piezas que son varias esculturas a la vez”, informó.
Indicó además que el nombre de la obra, Letras en el Espejo, “es un diálogo conmigo mismo, una invitación al espectador donde se exponen todos sus temores, miedos y frustraciones, porque la vida es una y hay que ir por eso que uno quiere. A veces las personas tienen miedo de triunfar, y también apunta a eso”.
Sostuvo que la obra radica en un principio elemental, que es “comprender la realidad desde la perspectiva de la dualidad del ser humano como ser alegría y tristeza, realidad y ficción, vida y muerte o el día y noche, entre otros”.
Destacó que este marco conceptual halló sustento en la lectura de El nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la música, de Friedrich Nietzsche, donde presenta y desarrolla la dicotomía filosófica y literaria entre lo apolíneo y lo dionisíaco, además de los escritos de Sigmund Freud sobre lo consciente y lo inconsciente y la obra El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Stevenson, “porque todos hablan de la dualidad del ser humano”.
El trabajo con las esculturas es de figuración, y será expuesto en el Museo a partir del 7 de julio. Según expresó, “la técnica es de modelado en arcilla. Después saco copia, con una técnica de vaciado por adicción y sustracción. O sea que se hace la figura en arcilla, se saca el molde en yeso que después se llena con el producto que uno quiera. Pero la terminación se hace a mano”.
Hizo hincapié en que en un primer momento “la escultura es una pieza que se modela en arcilla, que se divide como si fuese un rompecabezas y que luego habrá que ir uniendo. Es todo un trabajo porque cada escultura tarda aproximadamente siete meses en realizarse, desde el diseño, hasta la terminación”.
Destacó que cada pieza contiene en su interior una estructura que hace de soporte, que se le inyecta poliuretano, y que el resto del material utilizado es resina de poliéster.
“Las primeras obras que hice fueron de cemento, pero comencé a hacerlas con resinas de poliéster porque son materiales muy nobles que están utilizando prácticamente todos los escultores, a las que se les agregan otros productos para darles más rigidez y durabilidad”, comentó.
Sostuvo que -entre otros materiales- para realizar la terminación de cada pieza, se puede utilizar pátina, para dar distintas tonalidades y generar los matices necesarios.
Las esculturas son de aproximadamente 1,70 metros de atura y pesan cerca de 30 kilos cada una. “Y esa es otra ventaja de las resinas, que permite moverlas piezas con más tranquilidad. No hay que olvidar que una pieza de esas mismas que estoy haciendo, pero en arcilla pesaría cerca de 700 kilos, lo que limitaría los espacios y los lugares de trabajo”.
En este contexto consideró que los escultores hacen piezas únicas, no hacen composiciones, y que por esta razón “tengo un plus, porque tengo la mirada del pintor y del escultor. Además, cambié el formato de la presentación porque habitualmente las esculturas son expuestas en pedestales y yo en el Museo voy a presentar algunas piezas que estarán colgadas, rompiendo con ese estereotipo de presentación en pedestal”.
Uno mismo
Gabriel es profesor y licenciado en Arte. Inicialmente se formó en el Instituto Superior de Arte y Comunicación (ISAC) y realizó la licenciatura en la Universidad de Tucumán.
“Siempre estudié, aferrado al arte, al manejo de técnicas y el conocimiento del sistema óseo, del sistema muscular, el sistema sanguíneo y demás, tomando como principales referentes a Miguel Ángel y a Auguste Rodin”, señaló.
“Cuando volví de hacer la licenciatura en Tucumán lo hice con un rollo de pinturas. Dejé de producir más o menos por entre 12 o 15 años y un amigo me preguntó por qué no me dedicaba a la escultura. Fue cuando comencé a hacer las prácticas, sacando piezas de a poco”, agregó.
Comentó además que las tragedias ocasionadas por la pandemia de COVID-19 también tuvieron que ver con una decisión que cambió por completo su vida.
“Era docente y renuncié a todo. La pandemia me marcó muchísimo. Perdí mucha gente conocida. Soy de Andalgalá y pensaba… ¿y si me pasa a mí? Entonces renuncié a todos los cargos que tenía a pesar de que estaba muy bien ubicado, y me dediqué a producir. Ahora casi no salgo de mi casa porque acá estoy en mi mundo”, remarcó.
Algunas de sus anteriores creaciones fueron expuestas en las instalaciones de la Escuela Pública de Orfebrería de la Provincia, donde trabajó como profesor de dibujo.
“En educación el sistema está todo mal, sobre todo lo que sucede en el campo del arte. Lo que se ve es todo superficial, banal. No se ve una producción que tenga que ver con conocimiento y valores. Pero fueron varias cosas que se combinaron con la pandemia para que tome esta decisión. Y algo que siempre estuvo latente, que es el fuerte deseo de producir”, subrayó.
Gabriel pasa gran parte del día en el taller montado en su casa de Sumalao, departamento Valle Viejo, donde además dicta talleres de dibujo académico sobre figura humana,empleando la geometría, ejes, estructura, perfiles básicos, sólidos platónicos, proporción y armonía, además de anatomía artística y los sistemas óseos, muscular y sanguíneo.
Texto: Carlos Bulacio
Fotos: Ariel Pacheco