La del periodismo es una de las facetas menos conocidas del beato Esquiú. No por ello ha sido una tarea menor o fuera de sus actividades principales.
En la primera parte esbozamos las tres etapas en las que el beato se dedicó al periodismo e hicimos alusión a que su texto más difundido fue el célebre sermón constitucional. Ahondamos en su ávido interés por leer y por escribir, y recordamos su apoyo a la primera imprenta de Catamarca.
Ahora bien, como dato anecdótico vamos a decir que Mamerto firmaba con seudónimos tales como "El caballero de la triste figura", "El caballero andante", por su admiración con los valores que encarnaba el personaje de El Quijote de la Mancha, o "El revisor", que usó para sus artículos más críticos. Ese Mamerto todavía joven quiso ser un Quijote de la prensa, puesto al servicio de la paz social y del bien común. “Tengo yo tu valor, tu honradez, el casto amor a la verdad y ese corazón intrépido que jamás tembló ante gigantes, ni gente endiablada... deja que comparta contigo la cosecha de ingratitudes y desprecios que no concluyeron con tu preciosa vida”. Eso le escribió al Quijote.
En esta etapa, Mamerto sintió que su deber cívico iba a la par de su deber religioso. Por eso aceptó diferentes cargos y diputaciones en el orden civil. La provincia lo necesitaba. Sin embargo, se sucedieron una serie de hechos que lo decepcionaron profundamente.
Es que la sociedad catamarqueña estaba aprendiendo a ejercer la libertad de expresión. Venía de un pasado violento, de pasiones y de agravios fáciles.
Opiniones
Dijo el mismo Bazán que “todas sus colaboraciones resumen un profundo sentido de docencia cristiana con vara de justicia, sin complacencias para nadie, queriendo corregir vicios y defectos arraigados en la sociedad, sin personalizar en ningún momento”.
Otra opinión, que contrasta con ésta, es la de Manuel Gálvez, uno de los biógrafos que analizó a Mamerto en sus más íntimas convicciones. Dijo Gálvez que sus artículos tenían carácter satírico y moralizante. Y que, si bien sus intenciones fueron siempre buenas, e incluso santas, sus prosas eran “largas, un tanto chabacanas, sin accidentes en donde descansar los ojos y el espíritu, son hoy absolutamente ilegibles”. Refiere que sus artículos de El Ambato no eran sobrios ni claros, y sí carentes de sentido periodístico.
Por nuestra parte, noa interesa rescatar un fragmento muy conocido de su prosa, que Mamerto escribió en El Ambato y que posiblemente sean sus palabras más célebres en el ámbito periodístico: “Aquí yace la Confederación Argentina. Murió en edad temprana, a manos de la traición, de la mentira y del miedo. Que la tierra porteña le sea leve. Una lágrima y un silencio de muerte, le consagra un hijo suyo”. Fueron escritas en 1861 cuando volvieron a azotar al país las sangrientas guerras de la organización, ocho años después de la jura de la Constitución, que él veía fracasada, incluso como un fracaso propio.
Al cambiar de dirección, El Ambato dejó de ser lo que era. El foráneo José Aldao, pasó a dirigir el periódico. El equilibrio y la imparcialidad pasaron al olvido, Y todos vieron que se hizo realidad aquel reclamo que Mamerto vio antes que ninguno en nuestra sociedad. Es el ojo agudo del periodista que piensa en valores. Las páginas de El Ambato se llenaron de personalismos, de injurias y de agravios. “Una espada desenvainada sobre todas las reputaciones”, decía Mamerto. Se desvirtuó su cometido si sólo contribuye a romper la paz. Y aconseja incorporar “más cultura, más nobleza, que hablemos de todas las ciencias, de sus adelantos e industrias”. Consideró que El Ambato tenía “lagunas” de información al omitir sucesos nacionales, americanos y mundiales. Otra laguna era la falta de “noticias útiles y prácticas”, como los relativos a la agricultura, a la cría del ganado, el abono de terrenos, etcétera, que quitarían espacio al “palabrerío” vano.
Un "Arca de Noé"
En una imagen muy gráfica y simpática resumió la importancia que le asignaba a la prensa. Escribió: “el Diluvio ha inundado la Tierra y El Ambato es el Arca de Noé”. Con ello criticó, al mismo tiempo, el exceso de localismo que advirtió en el periodismo catamarqueño. Y se preguntó si es conveniente que el Estado siga sosteniendo a una publicación que ya no es de interés público sino de personalismos.
La dirección de El Ambato, en vez de hacer autocrítica, tomó la postura de Mamerto como una amenaza y le escribió un artículo titulado “La libertad de prensa amenazada por el padre Esquiú”. Mamerto respondió explicando los principios en que se fundaban sus convicciones. Yaclaró que no era de origen constitucional para la provincia el sostenimiento de "El Ambato".
Desalentado, es el propio Mamerto quien pidió a la Legislatura que cese el apoyo financiero de "El Ambato" ya que se desvirtuó su misión. Compartimos con el historiador Julio César Rodríguez, quien explicó que no puede ser considerada ésta actitud “como un ataque a la libertad de prensa”, ya que la subvención estaba supeditada a que el periódico no se convirtiera en un elemento de discordia social. Y lo era.
Para colmo, por la falta de subsidio oficial dejó de publicarse "El Ambato" y el mismo editor abrió una hoja satírica llamada "El Burro". Pueden imaginar si allí escribieron ideas constructivas o civilizadas que hayan beneficiado a una mejor sociedad.
Finalmente, su actividad periodística en Sucre lo tomó ya con 36 años de edad y en el exilio. Como bien sabemos Mamerto se fue de Catamarca con la idea de llegar a un puerto de salud, a un lugar anónimo donde el ejercicio de la caridad y la oración permanente lo acerquen más a Dios, para curar su alma triste y afligida. Triste, sí, se fue muy triste de aquí.
Mamerto permaneció dos años en Tarija hasta que el arzobispo de Sucre descubrió quién era ese fraile. Y lo quiso tener cerca suyo. Contra su voluntad lo reincorporó a la vida social y Mamerto aceptó por obediencia.
Volvió a la docencia y luego fundó y dirigió El Cruzado, en 1868. Un periódico para servir en la causa de la obra de Jesucristo en el mundo, que es la Iglesia Católica. Desde ese rol Mamerto postuló una visión cristiana de la sociedad y los valores que la deben sostener. “El positivismo, el liberalismo, la masonería y los vientos seculares eran enemigos declarados de la Iglesia”, dice Bazán en su libro sobre Mamerto. “La Ciencia quería suplantar a la Religión como credo vigente para la sociedad, tal como ocurrió con la Razón en el siglo XVIII”. Estaba incluso amenazado el papado entre 1869 y 1870, cuando el ejército italiano de Garibaldi invadió el Vaticano y el papa quedó enclaustrado. La cruzada de El Cruzado fue detener el ateísmo y la impiedad que provenían, sobre todo, desde Europa.
Entre sus objetivos estaba, y seguimos aquí otra vez a Bazán, que es quien consideramos que mejor ha estudiado esta etapa de Mamerto: estrechar vínculos de amor, respeto y obediencia de los católicos de Bolivia con la Santa Sede; poner la prensa al servicio de la Arquidiócesis de Sucre; ayudar al clero en su ministerio; traducir al quechua las pláticas de la doctrina cristiana; divulgar noticias referentes a religión aparecidas en diarios europeos; aplicar las ganancias del periódico como humilde donativo al pontífice romano.
A diferencia de su etapa anterior, en Catamarca, declaró su prescindencia en materia de política y su voluntad de evitar polémicas, considerando que la mejor manera de disipar el error es exponer la verdad.
El Cruzado se editó hasta 1886, por lo que excedió la vida terrenal de Mamerto, ya que anunció primero su nombramiento como obispo en 1880 y posteriormente su muerte en 1883.