viernes 29 de marzo de 2024
mujeres

¿Qué legado les dejamos a nuestros hijos?

Por Redacción El Ancasti

El miedo es una de las mayores dificultades que enfrenta una mujer maltratada. En su cuerpo espíritu y mente está el registro de que cualquier cosa que haga puede ser usada como para que su pareja se violente. Las amenazas o venganza más comunes tienen que ver con los hijos de por medio. En el camino deberán superar varios obstáculos y enfrentarse no solo con quien la agredió, sino con los prejuicios sociales, las dificultades económicas y con ellas mismas con su propio dolor y desvalorización. Les comparto la entrevista exclusiva que realice por su paso en Catamarca a Gabriela Arias Uriburu, hermosa historia de lucha y, sobre todo, de amor por sus hijos.

Nacida en Brasil donde su padre cumplía funciones diplomáticas, a los 23 años de edad se fue a vivir a Guatemala con su padre. En ese entonces, él era embajador de la República Argentina. Allí es donde conoce al señor Imad Shaban, de origen jordano nacionalizado, con quien se casa en 1991. Del matrimonio nacen sus tres hijos: Karim, Zahira y Sharif. En 1997, luego de desavenencias matrimoniales, cuando el juez de Familia le había otorgado la custodia de sus hijos, el señor Shaban decide sustraerlos. Durante el transcurso de tres meses no se supo el paradero de ellos hasta que, gracias a las gestiones en conjunto de la prensa argentina, las diplomáticas y las gubernamentales se descubre que estaban todos en Jordania. Logró volver a verlos en diciembre de 1998, gracias a su constante reclamo en los organismos internacionales y a que el gobierno argentino tomara el caso como una cuestión de estado obligando así a Jordania escuchar los reclamos por el derecho de los niños a ver nuevamente a su madre.

 

¿Cómo están tus hijos? ¿Cómo siguió tu historia?

Están enormes con sus propias ideas, ambiciones y profesiones. A partir de lo que me pasó fue un cambio de conciencia principalmente para mí. Yo nunca dejé de buscarlos porque la justicia no juega en favor de los niños; nadie los cuida y me hago de lo que digo después de 20 años de trabajar desde la fundación.

Fui una madre inmensa. Me instalé en la lucha por los niños del mundo, además desde mi propia historia personal por ser hija de padres separados.

“Con mi movilización llegue hasta el Vaticano y en lo medular de Jordania”, expresó”, la entrevistada. Gabriela no se cree la protagonista. Ella utiliza su experiencia para ayudar a los demás, a hijos y mujeres, pero tiene claro quiénes son los actores principales: los hijos, a ellos le pertenecen a la vida. “Sus historias son lo principal, por eso yo me hice a un costado y peleé a favor de ellos y cuando estuvieron estudiando en Europa fui, acompañé; les enseñe a cocinar, a limpiar y luego los dejé en libertad. Tuve que replantearme un camino que les diera visibilidad, que llevara sus nombres”, contó.

 

¿Pudiste perdonar a tu ex?

No, al principio era tremendo. Tuve que trabajar mucho mi violencia interior. Y de a poco fui entendiendo. Yo tuve que leer muchos libros de autoayuda y manejar el perdón con un trabajo espiritual. A mí el perdón no me alcanzó; esto lo digo en un capítulo de mi último libro “Vínculo”. Para mí fue un antes y un después toda esa elaboración. Además, los chicos se criaron en un mundo musulmán. Así lo entendí. Eso no quiere decir que justifico nada pero comprendí cómo funciona. Él hizo el acto que hace el Islam, que es llevar los hijos a su tierra, a su pertenencia. A mí el perdón no me alivianaba nada. La vida no es el color de rosas que todos tanto queremos. Cuando yo fui comprendiendo que había que unir, entonces ahí floreció la vida, especialmente de nuestros hijos. Hice un enorme trabajo en mí porque es el padre. Ese es mi mensaje para todas aquellas parejas separadas no nos olvidemos de cuidar a nuestros hijos y también fundamental que conozcamos a quién elegimos como padres de nuestros hijos, saber de su cultura y sus costumbres para que exista respeto y responsabilidad en la construcción familiar. Porque si yo cada vez que veo a mis hijos estoy odiando al padre o la madre, estoy odiando una parte de ellos y además estoy odiando algo que produjo la vida.

 

Muchos se preguntaron “¿por qué no te fuiste a vivir con ellos?”

Pero no era una decisión mía, yo necesitaba tener el permiso del padre de mis hijos y de toda su familia. No pasaba por si yo quería o no quería. En el momento en el que entro a Jordania soy propiedad de él y su familia. Esta es una realidad. Entonces yo tuve que saber bien cómo eran las reglas para poder estar, dentro del desafío que era la historia, lo mejor parada posible para poder ir liberando un camino y no ir sumando más cosas. Hay algo que me mantuvo a salvo, entre tanto dolor, y es que trabajé para no perder el vínculo con mis hijos.

Al principio no comprendes nada. Estás en un verdadero infierno. Hay una muerte en tu vida y a partir de allí, hay algo importante que digo a los padres, y es que nada vuelve a ser como antes, es como cambiar la foto familiar. Hay que sacarlos a los niños del territorio de la guerra y a partir de ahí, le vas a sacar no solo el dolor sino que van a poder respirar paz.

 

Ante tanto dolor elegiste actuar con amor, ¿Cómo lo hiciste?

Levantarme a la mañana sintiendo que no podía más. Sentís que estás muriendo. Y esto es algo que la gente no lo veía porque yo no salía a los medios a hablar de lo que yo no podía sino de lo que había que hacer. A mí la Argentina me vio luchar. Me cuidé también para que los chicos tengan madre siempre no por momentos. Luché por el mundo entre dos culturas, entre dos religiones, contra todos y por todos porque no solo levanté la bandera de mis hijos sino por todos los niños del mundo en la misma situación.

La política argentina tiene también que pegar un salto en cuestiones relacionadas con la infancia al igual que sucede a nivel mundial. Para mí fue mucho más que perdonar. Fue una larga batalla que me llevó a una transformación personal y que me ayudó a crear la Fundación Niños Unidos por el Mundo.

De mujer a mujer, honro lo más sagrado en ti. Hasta el próximo domingo.

 

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