Crisis en la industria de electrodomésticos: cierres, despidos y un mercado en jaque
El conflicto que estalló recientemente con el cierre de la planta de Whirpool y la desvinculación de más de 200 trabajadores es solo la punta del iceberg. La irrupción masiva de electrodomésticos importados a partir de la decisión del Gobierno de eliminar las protecciones a la industria nacional, modificó por completo el escenario competitivo y empuja a las empresas locales a un proceso acelerado de reconversión que, en la mayoría de los casos, se traduce en recortes de personal, suspensiones o cierres de plantas.
La presión importadora golpea a fabricantes de heladeras, lavarropas, cocinas, aires acondicionados y estufas, entre otros productos, en un mercado que emplea a unas 15.000 personas y que se estimaba movería alrededor de US$ 5.500 millones este año. Según cálculos sectoriales, si la tendencia actual se mantiene, el empleo podría caer hasta un 10% entre lo que resta de 2025 y el primer semestre de 2026.
Fuentes empresarias coinciden en que el escenario obliga a todas las firmas a revisar sus estructuras. “Hoy prácticamente no hay empresas que no estén pensando en cómo rearmarse porque está claro que la situación cambió”, reconocieron desde una compañía del rubro a Clarín. También señalaron que, aunque algunas podrán postergar decisiones, “hoy suena complicado pensar en que la variable de recortes o cierres no sea la más elegible.”
Uno de los factores estructurales que complican la competitividad es el llamado “costo argentino”, que provoca diferencias de precios significativas: una heladera producida en el país puede ser hasta 40% más cara que una importada. Esa brecha se vuelve determinante en un contexto económico donde el consumo se mantiene débil.
La empresa Peabody también inició un proceso de reestructuración y desvinculó a 15 empleados sobre un total de unos 250. Aunque por ahora las medidas no impactaron en el área industrial, la incertidumbre persiste. La firma, no obstante, tiene un perfil distinto al de otros fabricantes: entre el 70% y el 80% de los productos que comercializa provienen del exterior, en su mayoría de China, lo que la coloca en una posición menos vulnerable ante la competencia importada, aunque igualmente afectada por la caída de ventas.
A la presión doméstica se suma un factor adicional: la avanzada china no solo repercute en el mercado argentino, sino también en otros destinos donde se colocaban productos nacionales. Hoy hay fabricantes que no pueden exportar más del 2% al 5% de su producción, lo que limita aún más sus alternativas.
Electrolux es otra de las compañías que sigue de cerca la situación. Tras implementar en octubre un esquema de suspensiones rotativas para 400 trabajadores, decidió prorrogarlo hasta fin de año, mientras opera al 50% de su capacidad a la espera de una recuperación del consumo que, por ahora, no llega. En los próximos días, la empresa deberá mantener reuniones con la UOM Rosario para definir los pasos a seguir y el futuro de esos puestos laborales.
En Córdoba, la mexicana Mabe decidió mudar su operación desde Río Segundo hacia la localidad de Luque, una medida que derivó en que unos 50 trabajadores dejaran la empresa, entre retiros voluntarios y desvinculaciones. También aquí, la continuidad productiva y laboral se mantiene bajo revisión.
Pese al panorama complicado para la industria local, los datos de consumo muestran un aumento en la venta de algunos productos, fundamentalmente por los precios más bajos que ofrece la oferta importada. Un informe de Nielsen IQ detalla que el segmento de los lavarropas creció un 72% en unidades entre enero y octubre respecto al mismo período del año pasado. Solo en octubre, las ventas subieron un 32% interanual.
El estudio explica que este fenómeno está directamente vinculado al récord de importaciones, que amplió el surtido y redujo valores: el precio promedio de un lavarropas fue un 20,4% menor que en octubre de 2024. En consecuencia, el poder adquisitivo de los salarios respecto de este producto mejoró notablemente, impulsado además por planes de financiación y promociones bancarias.
Sin embargo, este repunte del consumo no beneficia a la industria nacional, sino que profundiza la dependencia de productos importados y agrava la crisis del sector, que se enfrenta a la necesidad urgente de redefinir su estrategia productiva. La destrucción de puestos de trabajo y el aumento del desempleo dan una visión cortoplacista para el consumismo.