miércoles 23 de octubre de 2024
Jorge Bergoglio

Bergoglio te da sorpresas y no te da ninguna sorpresa. ¿Dijo lo que dijo para no venir?

En Roma, Bergoglio oficia de Perón y cualquier coincidencia con el General no es coincidencia. Por acá, Milei no puede casi sacar leyes pero sobrevive usando el veto para impedir que le metan leyes.

El Papa para el mundo es Francisco. Pero para la Argentina es Bergoglio y Bergoglio transparentemente peronista, esto es, hombre de la política, más que de la Fe. Oficia de Perón y cualquier coincidencia con el General no es coincidencia. Ninguna sorpresa. Sí puede sorprender enterarse de que la ministra Pettovello entró a Santa Marta apenas se habían ido 12 jefes de la CGT. Y que el jefe piquetero Grabois llegó cuatro días después.

Pettovello fue al Vaticano invitada. No porque se le hubiera ocurrido a ella. Le avisó a Milei y Milei le dijo que fuera. Con ella, Bergoglio blanqueó el encuentro con la CGT y con Grabois. Ya se había sacado foto con gremialistas contra una eventual privatización de Aerolíneas y recibió a Kicillof no una, sino dos veces. Hasta le regaló una escultura. ¿A santo de qué?

Pettovello le envía informes regularmente a Bergoglio y en este viaje le llevó más informes. Nadie puede ignorar sobre qué cosa: sobre la corrupción de los gerentes de la pobreza. ¿Y qué sale diciendo Bergoglio tras el encuentro con Grabois? En palabras llanas, que con Milei hay represión y no justicia social y que no se sabe (no sabe él) si también hay corrupción. La lectura es sencilla y concreta: acá estoy, con Grabois y acabo de estar con la CGT, que en ausencia de liderazgos peronistas apela al Papa.

Grabois denunció a Pettovello por retener alimentos. Había sido denunciado por fraude al Estado, cuando Pettovello descorrió el telón de curros con el reparto oficial de comida. No es la primera vez que Grabois es denunciado ni la primera vez que Bergoglio corre en su ayuda. El piquetero al que el Papa nombró en el Vaticano, hizo voltear a Bielsa, ministra de Fernández, que lo había acusado por irregularidades con la caja del Registro de Barrios Populares.

La denuncia de Grabois contra Pettovello fue en junio. A los pocos días Bullrich la respaldó. Bergoglio odia a Bullrich, de quien dice es la mujer con más divorcios políticos. Cargó ahora contra las dos ministras, que es cargar contra el gobierno, y dice: “en vez de pagar justicia social, pagó el gas pimienta”. Frase populista, si las hay. Ya una antigüedad.

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¿Ve Bergoglio la inusual pero evidente circunstancia de que la palabra ajuste dejó de ser, al menos para muchos, una mala palabra? ¿Que ya no es la tragedia genocida tantas veces cacareada con el gran discurso reivindicativo por delante? También, que se acabó el incordio infernal de los piquetes (lo que el Papa critica).

Si Pettovello le llevó planillas con el gasto social verá que, con ajuste o pese al ajuste, los planes Alimentar y AUH no están por debajo de lo que destinaba el gobierno de Fernández, durante el cual reinó vaticana calma con silencio de radio. En cambio, se manifestó en contra del proyectado oleoducto desde Vaca Muerta al Atlántico. No contra el gasoducto Kirchner, quizás para la Iglesia no contaminante. Y ahora habla en contra de la explotación del litio, que es y será a puro colonialismo. ¿Cuánto atrasan?

En otra resbaladiza frase, Bergoglio denunció corrupción, sumando tres anónimos. Uno: un emprendedor internacional que estaba extendiendo inversiones aquí y que, dice, le llevó su plan a un ministro, segundo anónimo. Dice que el ministro le dijo: déjemelo que ya lo van a llamar, y al final lo llama el secretario del ministro (tercer anónimo) que le dice: ¿y para nosotros, cuánto? Dos dudas: ¿se enteró por un secreto de confesión? Y ya que estamos, ¿en qué gobierno ocurrió?

La respuesta del gobierno, al menos la inicial, fue lacónica pero expresiva: “Es su opinión”. Quieren decir: no me quiero pelear con el Papa. El peronismo, buena parte de él porque por el momento Cristina no ha vuelto por Roma, va al Vaticano en busca de fotos y guía para su confusión, que, digamos de paso, no es la única. El radicalismo está bajo efectos similares. Enjuició a diputados por votar el veto jubilatorio de Milei y todavía no se sabe si están adentro o afuera del partido. Y quien lo preside, Lousteau, que votó contra los senadores y gobernadores radicales, junto al kirchnerismo. ¿Y…?

Bergoglio viajó mucho, muchísimo, pero en sus más de once años de papado nunca vino al país. Debe haber una explicación para tanta demora. Cuesta encontrarla. Una posible: en medio de la grieta no quiere ser usado por ninguno. También podría pensarse al revés: que con su enorme popularidad internacional podría atenuar el conflicto. Ser pontífice significa tender puentes, pero eso es algo que justamente ha renunciado a hacer aquí. Se le fue la mano con eso de lo caro que es el gas pimienta o al volver a cargar contra Roca, el presidente que una vez congeló relaciones con el Vaticano. Quizá todo sea, finalmente, una excusa para no venir.

Pablo Biró, secretario de APLA, amenaza con profundizar el conflicto por Aerolíneas.

Con muy poco propio, Milei no puede casi sacar leyes pero sobrevive usando el veto para impedir que le metan leyes. El Congreso, haciendo lo que es suyo, le pone freno como con el DNU para la Side. No está mal que sea así. Incluso la indisimulable confusión multipartidaria se puede estar viendo como prólogo de un aggiornamiento por fin imparable. ¿Lo personifica Milei con sus sobreactuaciones o éstas son consideradas por sus votantes genuinas, bien propias de él? Y, sí. Realmente son momentos de más preguntas que de seguridades, pero también de haber aprendido a decantar un poco mejor la sanata política, sindical y empresaria.

La CGT fracasó en sus dos paros y sus jefes se fueron a Roma, pero siguieron negociando vía Santiago Caputo la reglamentación laboral. Se verá qué consiguen. Con Aerolíneas, Milei se inspira en Thatcher. Ahora, en su pelea a todo o nada con el déficit, se encontrará con un hueso muy duro de roer: la ley que otorga más plata a las universidades, siempre refugio político del radicalismo y ahora del peronismo.

Estamos (roguemos) por entrar a una discusión que nos debemos desde hace añares: el presupuesto. De darse, se habrá añadido a la caída de la inflación, el currerío y la supresión de los piquetes a destajo otro cambio de cultura: discutir lo importante con sensatez. Entre la gente cada vez quedan menos ingenuos o distraídos. Y, del resto, siempre podremos estar discutiendo, incluso el increíble detrás de la escena del gobierno de Fernández.

Fuente: Clarín

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