Juan (11) y Pedro (9) –nombres ficticios para resguardar su identidad- son dos hermanitos de 9 y 11 años que asisten a una escuela de la zona sur de la Capital. El lunes pasado, la vicedirectora de este establecimiento educativo advirtió que los niños tenían marcas de golpes en la cara. Preocupada por lo que podría estar sucediendo y por una denuncia previa anónima contra el padre, decidió presentarse en la Unidad Judicial Nº 6 para denunciar al papá y a la madrastra.
El miércoles de la semana pasada, la vicedirectora había recibido una llamada por parte del área de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, debido a que habían recibido una denuncia anónima contra el padre de los chicos por malos tratos. Solo era un trámite para constatar algunos datos, pero la docente quedó con el alerta.
El lunes pasado, Pedro, el hermano menor, ingresó a la Dirección a buscar una tiza y la vice observó que el nene tenía una cicatriz en una de sus mejillas. “¿Qué te pasó?”, le preguntó y el niño le respondió que se había golpeado con una rama. La docente lo miró y le dijo “yo tengo otra versión de lo que te pasó”. Entonces, Pedro se animó y le confesó que su papá lo había lastimado con un hierro y que lo había amenazado de muerte si se lo contaba a alguien. La vice mandó a llamar a Martín, el hermano mayor, y vio que este chico tenía un chichón en la frente. Este golpe se lo había hecho su madrastra con el teléfono celular por no haber completado la tarea de la escuela.
La Justicia y el Área de Protección de chicos y chicos de la Subsecretaría de Familia ya tomaron intervención. Como primera medida, se solicitaron informes y se está a la espera de los resultados.