Señoras y señores, el dato que estaban esperando: el animal que ostenta el récord de más tiempo con vida sin cabeza es Big Mike, un pollo milagroso que desafió todos los pronósticos al lograr seguir con vida durante un año y medio luego de su decapitación. Cuando leí la historia yo también me sorprendí, pero para entonces ya tenía experiencia: de niño, en Siján, había visto a un pollo correr sin cabeza un par de vueltas al patio, desorientado luego de que una tía mía lo descabezara con velocidad y precisión. Este pollo, ordinario, no alcanzó a sobrevivir más que un minuto después del evento, pero aun así fue impactante. Hasta entonces, yo estaba convencido de que una decapitación implicaba una muerte instantánea.
Las vicisitudes posteriores en la vida de Mike estuvieron signadas por su acefalía: cantaba mediante un sonido gutural producido por su garganta, pero lo hacía a deshoras, incapaz de advertir la salida del sol; se alimentaba con comida previamente procesada y en general era rechazado por los otros pollos, que se pavoneaban con sus cabezas encima de sus cuellos y le hacían el vacío al pobre pollo incompleto. Las hembras le negaban sus favores amorosos, tal vez temerosas de la prole que habría generado semejante aberración. Los días de Mike eran aciagos y lo único que lo salvó de pensar en el suicidio fue su incapacidad absoluta para pensar.
Por otra parte, su dueño ganó mucho dinero exhibiendo al animal, la gente pagaba algunos centavos por tomarse una fotografía con el famoso pollo sin cabeza, aunque ese dinero jamás fue a sus bolsillos (en biología, de todas maneras, se afirma sin lugar a discusión que las aves de corral no tienen bolsillos). Éste es uno de los triunfos más extraños del capitalismo y al mismo tiempo una muestra indudable de la perversión del sistema, la rocambolesca historia del granjero que se hizo rico gracias a la inquebrantable voluntad de vivir de un pollo.
Vamos a dejar que este dato se incorpore al repertorio de conocimientos sin sentido del lector antes de continuar: es de suma utilidad para comentarlo en salas de espera o ascensores. De hecho, esa es la finalidad de esta columna. Ya existen demasiadas charlas acerca del clima o el rumbo económico del país. La próxima vez que se encuentre en la fila del banco o en un largo viaje en taxi usted puede sorprender a su interlocutor con el dato de Mike, un comentario infinitamente más interesante que las probabilidades de lluvia del día siguiente o la tasa de interés de los plazos fijos. Lo ideal es pronunciarlo con la misma liviandad y desidia con la que apuntaría cualquier otro hecho trivial como un terremoto ligero o la lesión del lateral derecho de su equipo, y luego ver hacia donde se conduce la conversación. Si el chofer se entusiasma y le retruca con más datos acerca de decapitaciones, quizás sea el momento de bajarse del auto.