martes 13 de mayo de 2025
Editorial

Daño a la salud pública

El resurgimiento de enfermedades que deberían estar desterradas definitivamente obliga...

Por Redacción El Ancasti

El resurgimiento de enfermedades que deberían estar desterradas definitivamente obliga a reflexionar sobre las causas de este enorme retroceso. En algunos casos puede atribuirse a factores relacionados con fallas en el sistema de salud, a reducciones presupuestarias o a la desjerarquización del área específica del gobierno nacional, que pasó de Ministerio a Secretaría. Pero un factor preponderante de alcance mundial, con implicancias también en la Argentina, es la prédica de los movimientos antivacunas.
La reaparición del sarampión, una enfermedad fácilmente prevenible mediante la aplicación de la vacuna, es una muestra del impacto negativo de aquel falso discurso. Solo en los primeros dos meses del año se han notificado más de 16.000 casos en doce países del continente. En Europa, durante 2018, se registraron oficialmente casi 83.000. Las estadísticas corresponden a la Organización Mundial de la Salud, que ha vuelto a insistir respecto de la necesidad de respetar estrictamente los calendarios de vacunación. También señaló que la tasa de contagio durante el año pasado es "la más alta en la última década".
En la Argentina los casos son aislados, pero han vuelto a reaparecer luego de muchos años, al punto que hay médicos que están tratando por primera vez en sus carreras patologías de este tipo. El sarampión puede ser grave en todos los grupos de edad. Sin embargo, los niños menores de 5 años y los adultos mayores de 20 tienen más probabilidades de sufrir complicaciones, que en porcentajes muy bajos pueden llevar a la muerte. En Europa, por ejemplo, se produjeron 37 casos fatales en 2017. En los países subdesarrollados la cifra es mucho mayor.
La cantidad de personas que se oponen a la vacunación imputándole consecuencias perniciosas para la salud ha ido creciendo gracias a la divulgación de fake news (noticas falsas). El movimiento ha generado que muchos padres decidan no vacunar a sus niños, facilitando de esa manera, en base a prejuicios ya refutados contundentemente por la ciencia, la propagación de la enfermedad. 
Romina Libster, médica pediatra, investigadora y divulgadora científica describe con claridad el problema: "Las fake news son muy efectivas porque van de la mano con la baja percepción del riesgo que tienen los más jóvenes. Las vacunas son víctimas de su propio éxito: al haber disminuido tanto la circulación de enfermedades terribles como el sarampión, la polio o la meningitis, la gente prácticamente las desconoce y no las percibe como un riesgo real. A los jóvenes la polio se la contaron, por eso no asimilan el riesgo. Los mayores de 60, en cambio, se acuerdan de los pulmotores y de las parálisis terribles. Se acuerdan porque lo vieron”.
El movimiento antivacunas se fortaleció a partir de una investigación de un científico británico que asoció la vacuna triple viral con el autismo. La investigación fue rápidamente refutada por la comunidad científica, al punto que el autor de aquella vinculación perdió la licencia.
A las falsas creencias que lamentablemente se esparcen produciendo un grave daño a la salud pública, debe contraponérsele una fuerte campaña de concientización y de eficaz control de los calendarios de vacunación, que deben ser obligatorios y no optativos.n

Seguí leyendo

Te Puede Interesar