viernes 29 de marzo de 2024
EDITORIAL

Impunidad y corrupción estructural

Por Redacción El Ancasti

Aunque pasaron ya más de dos años desde que el kirchnerismo dejó el poder, recién ahora el presidente del Partido Justicialista nacional, José Luis Gioja, pidió que la fuerza política que encabeza haga una autocrítica sobre la corrupción. Se refiere, por supuesto, a las múltiples causas abiertas en los últimos años y que tienen como imputados, procesados e incluso detenidos a altos funcionarios de la gestión que gobernó hasta diciembre de 2015.

Más vale tarde que nunca, podría argumentarse, pero lo cierto es que la ausencia de una mirada crítica y hacia adentro es un déficit que contribuyó a la derrota del justicialismo y sus aliados en los comicios nacionales de 2015 y 2017. Y, al mismo tiempo, es un argumento que explica el triunfo de Cambiemos en las mencionadas instancias electorales. 

Fiscal Delgado: "Arribas y Bonadio me inventaron una causa"

Según Gioja, es necesario hacer un esfuerzo para separar la militancia política de las actividades ilícitas. Lo dijo apelando a una frase del ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica: “El que quiere ser millonario que se dedique a los negocios, no a la política”. 

La frase es una verdadera declaración de principios y en boca de su autor queda muy bien, pues el dirigente del Frente Amplio de Uruguay puede exhibir una trayectoria inmaculada. Pero no así en la boca de la mayoría de los dirigentes políticos de alto nivel de la Argentina, país en el que los negocios y la política suelen entrelazarse en una trama perversa.  Y basta hacer un repaso no demasiado exhaustivo de las últimas décadas para corroborar lo acertado de la sentencia. 

A diferencia de países donde hay mayor transparencia en la administración de la cosa pública y un respeto más fervoroso a los principios republicanos, y en donde los acusados de casos de corrupción son malas excepciones, en la Argentina la corrupción es transversal a los partidos políticos, y está a tal punto enquistada en el Estado que se podría afirmar que es parte estructural de él. 
Muchos de los que hoy gobiernan y acusan a sus antecesores, es muy probable que se sienten en el banquillo de los acusados cuando la suerte electoral le sea esquiva. 
Es que la Justicia, que es muy permeable a la influencia política, y activa y desactiva causas en función de variables exógenas a su propia administración, es parte del problema. El fiscal Federico Delgado, coautor del libro “La cara injusta de la Justicia”, asegura que “el pecado capital del sistema judicial es haber divorciado la ley de la justicia”.
“El manejo de los tiempos de un modo distinto al que contempla la ley, junto a la tolerancia respecto del gobierno de turno y la persecución al saliente, constituyen aspectos característicos de nuestro sistema judicial” es una frase que pertenece al libro y que explica una de las razones de la persistencia de la corrupción: simplemente, porque la inmensa mayoría de los casos queda impune.
Si la impunidad es la condición esencial de los poderosos –políticos, empresarios, jueces, comisarios…- la supervivencia de la corrupción está asegurada. Por más autocrítica que promuevan los dirigentes  como tabla de salvación para las próximas elecciones.


 

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