martes 8 de julio de 2025
Editorial

El suplicio de cada día

Por Redacción El Ancasti

Transitar por San Fernando del Valle de Catamarca se ha convertido progresivamente en un suplicio. El gran crecimiento del parque automotor que transita por una ciudad cuyas arterias no están preparadas para albergar tantos vehículos ha generado un colapso evidente que padecen automovilistas, motociclistas, ciclistas, peatones y usuarios del servicio de transporte.

En este caos no hay casualidades, sino causalidades. La causa de fondo es la ausencia de un Plan Estratégico de Movilidad Urbana. Las autoridades, en consecuencia, apelan a parches permanentes para tratar, con escaso éxito, de controlar y ordenar el tránsito, y a juzgar por algunas de las medidas que se adoptan, para impedirlo.

La última modalidad es la proliferación de reductores de velocidad. Algunos, más que reductores, son verdaderos “anuladores” de velocidad, pues obligan casi a detener la marcha, no importa que sean avenidas o corredores rápidos, que prácticamente han desaparecido. Y la mayoría, salvo los clásicos lomos de burro, son verdaderos atentados a los amortiguadores, al punto que algunos conductores han llegado al extremo de suponer una connivencia entre el funcionario que ordena la colocación de estos odiados artefactos con el fabricante de aquéllos o los propietarios de talleres mecánicos.

Según parece, el pedido de un vecino o un grupo de ellos, directamente o a través de un concejal, es acatado por el Ejecutivo municipal, que dispone la colocación del reductor solicitado, no importa si corresponda o no de acuerdo con los parámetros técnicos. De otro modo no se entiende cómo aparecen estos artefactos en lugares inconvenientes, como avenidas donde transitan ambulancias, patrulleros y bomberos, por ejemplo.

Los que han generado múltiples quejas en los últimos días han sido los colocados en la esquina de Sarmiento y Perú. Un especialista en planificación vial consultado por El Ancasti considera que situar dos en la misma esquina es un absurdo, pues bastaría con uno solo, en la mano que no tiene prioridad de paso. Y que en esa intersección es innecesario porque hay buena visibilidad.

Otro de los problemas que incide negativamente en la fluidez del tránsito es la ausencia de onda verde en las avenidas semaforizadas, lo que, sumado a los autos estacionados de ambas veredas, provoca que el tránsito se torne imposible, particularmente en las horas pico. Por esta razón, una proporción importante de los automovilistas optan por evitar las avenidas y circulan por las calles paralelas, que no están preparadas para albergar tantos vehículos.

El análisis, claro, lleva implícita la mala conducta vial de los ciudadanos, cuya imprudencia o negligencia a la hora de manejar resulta indiscutible, aunque no puedan hacerse generalizaciones.
Mayor educación vial, controles efectivos, y no con motivaciones recaudadoras, y una planificación estratégica que evite las medidas que funcionan como parches que a veces son contraproducentes, deberían ser colocadas como prioridades por las autoridades comunales. De lo contrario, seguiremos condenados al suplicio de cada día.

 

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