viernes 29 de marzo de 2024

Revisar todas las hosterías

La experiencia nefasta que se dio en la hostería de La Merced, que de haber sido concesionada para el turismo luego devino en un geriátrico precario y, según pudo confirmar la Justicia, terminó funcionando también como un depósito de armas y municiones de guerra, debería servir como lección de que ninguna privatización, por pequeña que sea, puede tener éxito asegurado sin el correspondiente control del poder administrador, es decir, en este caso del Estado provincial. La hostería fue cedida al sector privado, junto con otras hosterías y hoteles provinciales, a principios de esta década. En la mayor parte de ellas, las inversiones fueron mínimas, si no nulas. En general, el escaso atractivo que mostraban a los visitantes era un reflejo, a su vez, de una provincia que no explotaba sus recursos turísticos y que no había logrado insertarse en el mercado nacional e internacional como un destino elegible.



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A partir de 2003, con la devaluación del peso en marcha y un dólar más caro, la Argentina registró un boom de turismo extranjero y, al mismo tiempo, creció en forma exponencial el turismo interno. Y Catamarca, en alguna medida, también comenzó a recibir parte de este movimiento, pero, a diferencia de otras provincias, no estaba preparada para el desafío. Rutas semidestruidas, falta de señalización vial, escasa capacidad hotelera, poca oferta gastronómica, deficientes servicios públicos en las villas turísticas, transporte terrestre y aéreo insuficiente y, en general, una infraestructura turística muy pobre. No sólo era necesaria una inversión muy fuerte de parte del Estado y del sector privado, sino también la optimización de los recursos disponibles en el área, como las hosterías del interior que fueron licitadas más para sacarlas de la esfera oficial que para garantizar su buen funcionamiento. La de La Merced fue el caso emblemático: no había sido mejorada en lo esencial, sino que además sirvió para fines distintos al turismo.



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El tema, que salió a la luz tras una investigación especial de este diario, desencadenó una polémica de menudas proporciones. El empresario a cargo de la concesión, Andrés Castro Casado, que además explota rubros tan disímiles como la atención de los abuelos y la seguridad, había obtenido un permiso temporal del Ministerio de Salud para trasladar allí a los internos de uno de los dos geriátricos que posee en la ciudad por los daños ocasionados por el sismo de 2004 en ese edificio. La mudanza se hizo, sin embargo, sin que la Secretaría de Turismo tuviera la menor idea del cambio de finalidad producido en la hostería. Tampoco las autoridades departamentales de Paclín habían sido informadas del tema, aunque ya suponían que algo raro sucedía allí adentro porque el lugar estaba custodiado por guardias armados y los turistas, lógicamente, pasaban de largo. El primero en levantar la voz de protesta fue el senador Jorge Agüero (FCS), quien advirtió que solicitaría renuncias de funcionarios al Ejecutivo si se comprobaba la existencia de irregularidades y luego presentó un pedido de informes sobre la situación de ésta y las demás hosterías y hoteles provinciales. A él se sumó también el intendente de La Merced, René Noriega, en reclamo de una solución inmediata. La secretaría de Turismo, Catalina Krapp, defendió como pudo la falta de control de esta privatización, mientras que las explicaciones que dieron los responsables de Salud, rústicas y esquivas, fueron verdaderamente para el olvido.



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Y evidentemente, la concesión en La Merced estaba funcionando mal y siguió peor. Pasada la efervescencia de las acusaciones y las defensas a medias, Turismo comenzó el trámite de rigor para terminar con este capítulo y abrir una nueva licitación. La primera parte se cumplió: Fiscalía de Estado decidió anular la concesión por el cambio de fin producido, además de la ausencia de inversiones detectada por el anterior organismo. Ahora, según adelantó Krapp a este diario, el Estado provincial se encargará de acondicionar el edificio y se lo entregará al municipio para que lo administre en el verano, hasta tanto se concesione nuevamente a un privado. Hasta allí, lo que corresponde. Sin embargo, ¿existe plena seguridad de que no hay otros fiascos del estilo del detectado en La Merced? Por lo pronto, para evitar sorpresas indeseables sobre la marcha de la temporada que se avecina, la Secretaría de Turismo debería efectuar a la brevedad un exhaustivo relevamiento del estado en que se encuentran las demás hosterías provinciales. Se trata, ni más ni menos, que de la imprescindible gestión de control que debe hacer la Provincia de sus privatizaciones.
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