martes 26 de marzo de 2024

A 30 años de un golpe a la inocencia

La madrugada del 16 de septiembre de 1976 varios grupos de tareas irrumpió al amparo de la impunidad de la dictadura en la ciudad de La Plata para secuestrar a una docena de adolescentes, en una jornada que la historia recuerda como "La Noche de los Lápices".

Este hecho, del cual ayer se cumplieron 30 años, fue -en una mirada retrospectiva de los acontecimientos- una pincelada de las tantas que se vivieron en los duros años de plomo, pero es en gran medida el punto final de la era de la inocencia de toda una generación.

Ese 16 de septiembre se registró en la capital bonaerense la mayor cantidad de secuestros de jóvenes de entre 14 y 17 años, que había empezado un día antes y finalizó con esa "razzia" ilegal el 21 del mismo mes.

Lo ocurrido en esos días fue un duro golpe para La Plata, una ciudad siempre identificada con la cultura y que en esas jornadas fue protagonista de unos de los crímenes más horrendos cometidos por la última dictadura.

El operativo orquestado por las fuerzas de seguridad que comandaba el ex jefe de de la Policía bonaerense Ramón Camps tuvo un efecto dominó en el despertar del miedo de una generación que recién comenzaba a transitar el camino de la vida.

Los antecedentes eran concretos: la mayoría de los secuestrados y luego torturados eran adolescentes que un año antes se habían movilizado con mucha fuerza de convocatoria en la capital provincial en reclamo del boleto estudiantil secundario para los medios de transporte locales.

De los 16 adolescentes que fueron sacados de sus hogares, sólo cuatro fueron posteriormente liberados -tras pasar por lugares legales de detención-, mientras el resto permanece aún hoy como desaparecido.

Por estos aberrantes hechos fue denunciado e investigado el ex general Camps, quien sembró de terror los primeros años de la dictadura junto a su superior inmediato, el ex general Guillermo Suárez Mason, titular del Primer Cuerpo de Ejército.

Esta trilogía se completó con el ex comisario Miguel Etchecolatz, quien a los 82 años es el único sobreviviente de ese cuerpo de poder que ahora es y está detenido en una cárcel común (Marcos Paz) por los sucesos ocurridos durante la dictadura.

Suárez Mason, Camps y Etchecolatz, en ese orden de jerarquía, fueron los dueños de la vida y de la muerte de muchos secuestrados que estuvieron en los centros clandestinos de detención como el centro Arana, en La Plata, el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes, La Cacha y El Olimpo, entre otros escenarios terribles.

Justamente en Arana fue donde estuvieron en un primer momento muchos de los chicos secuestrados en La Noche de los Lápices y que luego de varios días de "interrogatorio" y torturas con picana y otros abusos fueron trasladados al centro conocido como Pozo de Banfield, hoy convertido en un Museo de la Memoria.

Algunos de ellos fueron Francisco López Muntraner (14 años); María Claudia Falcone (16); Pablo Díaz (16); Víctor Triviño (16), Horacio Ungaro (17); Patricia Miranda (16), Gustavo Callotti (15) Claudio De Acha (17), María Clara Ciochini (17) y Emilse Moller (16).

Fue justamente el conmovedor testimonio de Pablo Díaz durante una de las jornadas del juicio a las Juntas Militares de 1985, que hizo conocer en forma masiva los hechos que vivieron estos adolescentes a quienes se los "sacó del medio" por sus incipiente militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios peronistas (UES).

"No se preocupen, mañana se los traemos", repitieron los secuestradores (autodenominados como integrantes del Ejército) a varios de los padres de los adolescentes aquella noche del 16 de septiembre.

Nada de eso ocurrió, y desde el desconocimiento y la improvisación esos padres recorrieron dependencias oficiales reclamando por sus hijos y presentaron decenas de "habeas corpus" a través de los abogados radicales Sergio Karakachof y Domingo Teruggi, que no sirvieron para detener el terror.

Díaz, junto a Miranda, Moller y Callotti fueron los únicos sobrevivientes de ese grupo, ya que en diciembre de 1976 fueron "pasados al PEN", una forma legal que tuvo el Gobierno militar para "blanquear" a quienes estaban "desaparecidos".

En su testimonio, Díaz no ahorró detalles al narrar las torturas diarias que sufrieron los jóvenes, los simulacros de fusilamiento y la responsabilidad que les tocó a muchos de ellos de cuidar a mujeres embarazadas que estaban detenidas y curar heridas de militantes mayores que fuero compañeros de celda.

Esta historia quedó además plasmada en una emotiva película que dirigió en 1986 el realizador Héctor Olivera y que se basó en los testimonios de Díaz y en el libro que escribieron los periodistas María Seoane y Héctor Ruiz Núñez.

A tres décadas de estos hechos, lejos aún se está de tener justicia y condena para los responsables.

Sin embargo, la fecha se ha convertido en un objeto de conmemoración anual de los estudiantes que se concentran en muchos puntos del país para marchar con antorchas en homenaje a esos chicos platenses.

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