La crónica policial indica que un niño de 10 años se presentó en una subcomisaría de la localidad santiagueña de Vinará y relató que sufría violencia de parte de su madre y de su padrastro en su casa de Puesto Soledad, donde vive. El hecho no tiene muchos antecedentes, no porque el maltrato infantil sea un fenómeno aislado y poco frecuente, sino porque no es común que un chico de corta edad tenga la voluntad de denunciar el calvario que está viviendo, y menos ante una autoridad policial.
El pequeño llegó al destacamento con la cara lastimada por una agresión física que había sufrido un rato antes. Contó, además, que lo obligaban a realizar tareas para toda la familia en la vivienda.
En este caso los mecanismos institucionales funcionaron como lo indican los procedimientos establecidos, lo que no siempre ocurre, menos en localidades pequeñas, donde todos se conocen. La policía se abocó a investigar el hecho y dio participación a la Subsecretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia. Como el nene denunciante tiene hermanos también menores, se puso en marcha una serie de protocolos a los efectos de detectar si requieren también de protección.
Las últimas estadísticas respecto del maltrato infantil en la Argentina son del año 2022, y no contienen datos que abarquen a toda la realidad, porque las fuentes son puntuales y no generales. Por ejemplo, una de esas fuentes es la Línea 102, un servicio especializado de orientación y escucha para niñas, niños y adolescentes, gestionado e implementado por los gobiernos provinciales para que víctimas menores de edad puedan contactarse ante una situación de vulneración de derechos. Precisamente en 2023, la ex-Secretaria Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF) presentó en un informe con ese insumo, en el que señaló que el año anterior se recibieron un total de 39.409 llamadas, de las cuales 23.770 requirieron una intervención de las autoridades. A través de esa vía se denunciaron maltratos físicos, negligencia y abuso sexual.
En la última Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes llevada a cabo por UNICEF Argentina entre 2019 y 2020, se reveló que el 59% de chicas y chicos entre 1 y 14 años experimentó prácticas violentas de crianza, mientras que el 42% experimentó castigo físico, incluyendo formas severas como palizas y golpes con objetos, y el 51,7% agresión psicológica como gritos, amenazas, y humillaciones.
Es evidente que hay un subregistro de casos. La inmensa mayoría no se denuncia, porque las víctimas, por la edad y la situación de indefensión y vulnerabilidad en la que se encuentran, no tienen posibilidad de hacerlo. De modo que es imprescindible que las instituciones gubernamentales, no gubernamentales y las personas que se encuentran en el círculo afectivo de niños y adolescentes estén muy atentas a las señales y síntomas de posibles abusos físicos, verbales y sexuales que pudiesen estar sufriendo. Detectar esos signos, a veces ocultos o apenas visibles, es el primer paso para alejar a las pequeñas víctimas de un contexto de violencia que condiciona el resto de sus vidas.