El calor agobiante desencadenó una inesperada escalada en la reacción frente a las crónicas y naturalizadas deficiencias edilicias de las escuelas, con la incorporación de los alumnos a los reclamos.
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El calor agobiante desencadenó una inesperada escalada en la reacción frente a las crónicas y naturalizadas deficiencias edilicias de las escuelas, con la incorporación de los alumnos a los reclamos.
Es un ingrediente saludable que los jóvenes hayan decidido involucrarse en asuntos relacionados con las condiciones en que reciben la educación, por más que pretendan endilgárseles culpas por la falta de cuidado y supuestos vandalismos que perpetran contra las instalaciones escolares. Debe haber algo de esto, seguramente, pero se trata de adolescentes y es justo consignar que el ejemplo que reciben de sus mayores no ha de estimularlos precisamente hacia la responsabilidad, empezando por el hecho de que ya desde el primer día de clases se encuentren con instalaciones en estado deplorable sin que ellos hayan siquiera plasmado un grafiti.
Es alentador que se movilicen por motivos importantes.
Ayer las manifestaciones de jóvenes en la calle se multiplicaron y dieron más fuerza, por lo novedoso, a las tomas de escuelas ejecutadas por padres hartos de pedir soluciones sin que les den la menor bolilla.
El punto crítico se alcanzó por los desperfectos e insuficiencia de ventiladores, que hacen imposible e insalubre permanecer en las aulas con las temperaturas que vienen registrándose, pero el reventón venía incubándose ya desde el inicio del ciclo lectivo, cuando varias escuelas tuvieron que diferir el comienzo de las clases presenciales por problemas edilicios graves.
Se ha conformado una Coordinadora Estudiantil de Lucha que ya tuvo su bautismo de fuego con unos incidentes con automovilistas molestos por los improvisados piquetes, otros que deben estar agradecidos por la inoperancia estatal para procurar establecimientos en condiciones edilicias mínimamente dignas.
La defección, sin embargo, incluye también a escuelas de gestión privada a cargo de la Iglesia. Algunas de ellas tampoco están en condiciones, pese a que el Estado las distingue con financiamiento para sus refacciones.
Las protestas se extendieron sectores universitarios y, como era de esperar, empiezan a mezclarse con condimentos políticos. Hay una marcha convocada para el miércoles que viene en la Plaza 25 de Mayo que promete: los jóvenes ponen un entusiasmo particular cuando se organizan por una causa.
La viralización imágenes y videos por las redes sociales es cada vez más intensa.
Una evaluación rápida de ellas permite clasificar las situaciones en dos grandes grupos: hay establecimientos que requieren trabajos de envergadura, complejos, y otros para los que bastaría con dotar al personal encargado del mantenimiento de insumos y herramientas para resolver falencias como ventiladores de techos desprendidos, enchufes en mal estado, desprendimientos parciales de revoques, ventanas rotas, pintura o canillas que pierden.
En este contexto, los ministerios de Infraestructura y Obras Civiles, a cargo de Eduardo Niéderle, y Educación, al mando de Andrea Centurión, libran una interna en la que intercambian imputaciones por las responsabilidades.
Esta disputa, independientemente de su resultado, marca fallas en el sistema general del mantenimiento de los edificios escolares y la cadena burocrática que debe completarse para llevarlo adelante con eficiencia.
Uno de los videos viralizados ayer fue muy ilustrativo al respecto. Lo filmó un docente de Fiambalá que se abocó a reparar por las suyas problemas de revoque fino que había dejado sin completar la empresa a la que se había encomendado la restauración de la escuela, y pedía apoyo a la comunidad para la pintura.
Es lamentable que un docente tenga que ponerse en estos trabajos, por supuesto, pero también consigna lo sencillo que podría ser resolver algunos de los problemas con personal no docente adecuado que cuente con los elementos indispensables para trabajar.