Tomaron la decisión, que era un sueño de juventud, después de tres años de prepararse, de despojarse de miedos y de cosas, buscando vivir la vida como una aventura y reducir su hogar a una Estanciera. “Nuestro hogar está donde somos felices” sostienen desafiantes. Sus hijas Naim, Paulina y Sofía acompañan con sonrisas la decisión que las convirtió en “raros, locos”. Se miran cómplices.
En Catamarca fueron alojados por la familia Trosero, del grupo de amigos apasionados de los Jeep y las Estancieras, quienes conocieron el desafío por las redes sociales y les ofrecieron un lugar para descansar unos días. Se instalaron en El Rodeo a recuperar las energías después de muchas horas en ruta. “Viajamos a 60 o 70 km/h por hora, en un día bueno, podemos llegar a hacer 300 kms.”.
Reconocen que estuvieron preparándose, despojándose de costumbres por más de tres años antes de partir. Y que hoy viajan livianos de equipajes y de prejuicios. “Nos sacamos el chip, empezamos de nuevo”, no fue fácil y hay días que aún no lo son. Pero la decisión estaba tomada. Para ello vendieron todo, compraron una vieja camioneta y el camino, que no tiene una hoja de ruta previa, se va moldeando por gente que se conoce en la ruta, por invitaciones, por amigos.
Para subsistir viven de la venta de cuadros, pero también pueden ser mozos o pintar casas, lo que sea necesario para seguir adelante. Las redes sociales les van abriendo puertas y contactos, les permite encontrarse con otros viajeros e incluso, a las niñas, estudiar a través de plataformas digitales. Un sueño, una locura, una fantasía para muchos.
Tienen un objetivo, Colombia, pero no tienen tiempo para realizar el recorrido. Es un viaje más fuerte en lo interior, en lo personal reconocen y nos apasionan con su aventura. “La ruta tiene las respuestas. Siempre pasan cosas, se conocen personas, se encuentran soluciones a los problemas”. Historias de viajeros.
