viernes 26 de septiembre de 2025
Antofagasta de la Sierra

Restos ancestrales en la Puna

A fines de 2023, gracias al trabajo de un grupo de geólogos, se descubrieron los restos fósiles de un animal que fue bautizado como "Ichhutherium wayra", nombre científico que designaron los participantes del estudio de este mamífero, con la idea de uno que hiciera referencia a las condiciones climáticas de la región andina donde se produjo el hallazgo.

"Ichhutherium wayra" es una combinación de dos términos de la lengua quechua: ichhu, que significa pasturas bajas o pasto de puna, y wayra, que hace alusión al viento; más therium, que traducido del griego significa bestia. Es el nombre que los investigadores del CONICET le dieron al fósil de un animal hallado en la Puna Catamarqueña, que tiene unos 18 millones de años y que tiene las características intermedias entre un wombat australiano y los que conocemos como carpinchos. Matías Armella, investigador del Instituto Superior de Correlación Geológica (INSUGEO, CONICET-UNT) conversó con Revista Express sobre este trabajo y los desafíos de la extracción.

Quienes encontraron el fósil y lo vieron por primera vez en el campo fueron Julieta Suriano, Andrés Echaurren y Lucas Lothari, geólogos y geólogas del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-UNCUYO). “Estaban interesados en ver otro tipo de procesos geológicos, asociados con el levantamiento de cordones montañosos, de cómo se forma el salar, tectónica y otras cosas”, contó Armella.

“En esa caminata, a fines de 2023, ven algo embutido en la roca que correspondía a un fósil. Inmediatamente se dan cuenta de que eso no era un elemento más, o sea, no era parte de la litología de la roca en sí, sino que en algún momento correspondió a un ser vivo. Tomaron fotografías, tomaron los datos GPS, y cuando volvieron al Instituto de Mendoza donde trabajan se contactaron con los paleontólogos de ahí. Da la casualidad que una de las paleontólogas que trabaja en Mendoza fue mi directora de tesis, Esperanza Cerdeño. Ella me avisa y propone ver si podíamos ir a buscarlo, dado que nuestro equipo tiene permisos de prospección en el área. Ahí fue cuando nosotros iniciamos todo el proceso para hacer la campaña e ir a extraer el fósil exclusivamente”, recordó.

Hay una serie de protocolos y de legislaciones que protegen el patrimonio paleontológico. “No es que se pueda ir a cualquier lugar y, si ves algo, se extrae. Tenés que hacer una denuncia a la Dirección de Patrimonio Antropológico (nombre que recibe la entidad reguladora en la provincia de Catamarca), y la Dirección se contacta con las personas que tienen los permisos o hacen toda la gestión para que se pueda extraer el fósil”, explicó.

Estos geólogos mendocinos aportaron la ubicación del material, una coordenada de GPS, que llevada a un mapeo permite llegar al punto de extracción con una precisión que tiene un margen de error de cinco o seis metros, lo que hace más fácil la búsqueda.

“Organizamos toda la campaña con la investigadora que tiene los permisos de prospección ahí en la zona de Antofagasta de la Sierra, Judith Babot, que trabaja en Tucumán. Finalmente, ella no pudo ir al campo y fuimos con otros dos colegas del CONICET-NOA Sur: Daniel García-López y Carolina Madozzo Jaén. El viaje involucró una parada en Antofagasta de la Sierra para pasar la noche y el otro día salimos hasta el Puesto La Brea, donde hicimos campamento. Hay una familia, la de Edelmiro Vázquez, que vive ahí y nos alojó casi tres noches, que fue el tiempo que estuvimos en el campo para extraer el material”, comentó.

Lo que hallaron fue un paladar casi completo con dientes bien preservados que presenta un mosaico de características únicas, compartidas tanto con los mesotéridos antiguos como con los modernos.

Como en el campo no hay mucha disponibilidad de herramientas finas para la limpieza, el fósil se extrajo en un “bochón” donde está incluido el fósil y roca. Es decir, se llevaron el fósil junto con un pedazo de roca que lo contenía, para profundizar la limpieza en el laboratorio y recién allí empezar los estudios.

¿Cómo se estudió el fósil?

“Para compararlo utilizamos registros fósiles de otras localidades. En algunos casos también se encontraron en Catamarca, otros en Tucumán, en diferentes sitios de Argentina y de Sudamérica. Así lo empezamos a estudiar tratando de encontrar características que nos permitan acercarlo a algún grupo o alejarlo de otros. Entre las características que tenía el fósil, con seguridad se trataba de un ungulado nativo sudamericano, un grupo endémico de América del Sur, y dentro de los ungulados nativos forma parte de una familia que se llama Mesotheriidae”, explicó Armella.

La familia Mesotheriidae está compuesta por una variedad de mamíferos herbívoros ya extintos que habitaron América del Sur desde hace aproximadamente 30 millones de años hasta su extinción, hace unos 70 mil años. Eran animales distinguidos por una notable diversidad morfológica, con características que combinaban rasgos de roedores como el carpincho y de marsupiales como los wombats.

Entre algunas de las adaptaciones únicas de estos animales prehistóricos, ligados con los actuales ungulados que se caracterizan por tener pezuñas, como los caballos, las vacas, los ciervos y rinocerontes, se destaca la capacidad que tenían para excavar, roer y alimentarse de diversas plantas, como algunas de sus funcionalidades necesarias para prosperar en diversos ecosistemas sudamericanos de la época.

A propósito del fósil encontrado, el análisis del maxilar arrojó la presencia de premolares con raíces y un segundo premolar bien desarrollado, evidenciando rasgos similares con especies antiguas; y un paladar ancho y molares con tres lóbulos, aspecto que sugiere similitudes cercanas a especies más modernas. “El análisis de las relaciones evolutivas y filogenéticas indica que Ichhutheriumwayra, con sus caracteres especializados, representa el linaje más antiguo conocido en el marco de la subfamilia de los mesotéridos y la primera etapa de diversificación de este grupo”, afirma Armella.

En ese estudio comparativo, encontraron que tiene ciertas similitudes con algunos géneros de la familia que son más modernos y otros que son mucho más ancestrales. “Estamos hablando todo el tiempo de fauna extinta: cuando me refiero a moderno, me refiero a un bicho que vivió en los últimos 2 millones de años; y cuando me refiero a más antiguo, estamos hablando de 20 o 30 millones de años. Lo que encontramos tiene características intermedias. Además, otra cosa que también es bastante interesante es la edad de la roca en donde se encontró fósil: tiene 18 millones de años aproximadamente”, indicó.

“Las características que tenía el ejemplar fósil, sumado a la edad del material, nos permitió de forma más certera saber que se trataba de una especie no conocida hasta el momento de este grupo de ungulados, y que era bastante particular porque compartía rasgos con sus parientes más antiguos y sus parientes más modernos”, remarcó.

“Los mesotéridos tienen rasgos que son bastante interesantes porque muestran ciertas especializaciones que tienen que ver con el tipo de hábito de vida del animal, subfosorial o semicavador, parecidos a los wombat australianos, (marsupiales que suelen cavar). Además, tiene otras características como una dentición asociada a alimentarse de pastos o de tubérculos, raíces u otros ítems resistentes. Ese tipo de características no las tienen sus ancestros o al menos no las tienen tan evidentes. Lo que encontramos fue un bicho que mostraba una combinación de rasgos ancestrales, de rasgos antiguos y de cierta especialización, de cierto grado de especialización en ese sentido”, precisó.

En ese sentido, indicó que lo que hoy es la Puna, hace 18 millones de años probablemente no haya sido así, o no haya estado tan elevado y no tendría las mismas condiciones que tiene la Puna hoy. El paisaje era distinto y por eso también la alimentación era distinta de sus habitantes era distinta.

Para inferir la dieta del animal, una de las formas es trabajar en el desgaste de los dientes. “Todo ítem alimentario que es ingerido, incluso por nosotros mismos, deja unas marcas características en el esmalte de los dientes. Un animal carnívoro, por ejemplo, va a tener muchas marcas asociadas a la alimentación que tiene y las marcas que pueden dejar la carne o cuando está mordiendo un hueso. A diferencia de un animal que se alimenta de plantas, donde las hojas, el tallo o las raíces dejan otro tipo de marcas, en la superficie del esmalte. Esas marcas se ven a lupa o a microscopio. Entonces se estudia las marcas en animales actuales donde su dieta es conocida y se las compara con marcas que tienen los dientes fósiles, de esa forma se puede inferir de qué se alimentaban. Es una técnica bastante útil y precisa, incluso se puede saber lo que ingirió el animal sus últimos ocho días de vida”, explicó.

Gracias a los datos arrojados por la investigación, se infirió que este animal podía llegar a pesar hasta 15 kilogramos, se alimentaba de plantas de hojas duras y era un especialista en excavar y roer.

Pasos a seguir

Los investigadores trabajan ahora en una prospección para hacer una búsqueda más intensa por la zona. “Hasta el momento es el primer fósil que se encuentra en ese lugar. Este hallazgo nos indica que puede haber más restos”, comentó Armella. Además, en particular con este ejemplar, la idea es hacer una discriminación de la dieta un poco más precisa respecto al resto de la familia.

“En cuanto a la parte geológica, a cargo del equipo del IANIGLA, los esfuerzos se enfocan en reconstruir el ambiente a partir de la información que nos da la roca, como ser el tipo de clima, precipitaciones, presencia de ríos, fluctuaciones térmicas, tipo de vegetación podía haber. Ese tipo de información se la obtiene a partir del estudio detallado de la roca, como un estudio sedimentológico”, indicó.

El material tiene un número de colección del Museo del Hombre de Antofagasta de la Sierra (Antofagasta de la Sierra, Catamarca), el cual es repositorio oficial. En este momento, el fósil permanece bajo estudio, pero una vez que esas tareas concluyan ingresará al repositorio.

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Texto: Peze Soria

Fotos: Gentileza Matías Armella

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