jueves 28 de marzo de 2024
AGUSTÍN RODRÍGUEZ Y UN PARTICULAR “CRUCE DE LOS ANDES”

El granadero que lucha por mantener vivos los valores de la patria

Mientras la ciudad se agolpaba en torno a los saldos de artesanías que quedaban en el último día del Poncho, un orgulloso batallón de granaderitos emuló, el domingo pasado, la epopeya sanmartiniana de cruzar “Los Andes”.

Por Redacción El Ancasti

Fueron casi cuatro horas. Entre la una y las cinco de la tarde. La ciudad de Catamarca fue todo el suelo argentino, la Banda de Varela fue la Chile dominada por los realistas y la cuestecilla de la Quebrada de Moreira se esmeró en las mismas bondades y dificultades que el Paso de Uspallata opuso al Ejército libertador del general don José de San Martín en su más brillante logro.
La voluntad de otro “general”, quemando en su pecho la llama que impulsó al Padre de la Patria a la gesta emancipadora, lo hizo posible. Un invisible, un anónimo. Un humilde soldado retirado del Ejército de Granaderos a Caballo armó –en soledad, casi todo el tiempo desde que vistió por primera vez a sus nietos con el uniforme azul- pesada logística para que un buen grupo de jinetes de entre 7 y 14 años cumpla este sueño.


La cabalgata de ese domingo fue increíble. Salieron a la una de la tarde de la Refinor ubicada sobre la Ruta Nacional 38 –camino a La Rioja- y en dos horas atravesaron la ciudad por el bajo, sin entrar al centro. “Esta vez no tuve tiempo de volver a avisar a la Policía para que nos escolten. Esa era la idea, pero estuve solo organizando esto. Por suerte, a último momento conseguimos el caballo blanco de San Martín, que era fundamental para la cabalgata, y uno de los muchachos convenció al chico que faltaba para que nos acompañe. Esta vez fueron todos chicos de cerca de mi casa” explica Agustín Rodríguez, el hacedor de la “gesta”.


Agustín es un ex granadero del mismo ejército que se llenó de gloria en las batallas de Junín, Chacabuco y Maipú, el que mordió el polvo en Vilcapugio y Ayohúma. El que liberó a tres naciones con el genio de su líder.


¿Cómo se te dio por hacer todo esto? ¿Quién te ayuda? - “Es una locura mía. Una vez, en 2013 vestimos de granaderos a los nietitos míos y los llevamos a participar de un acto en la escuela “General San Martín”. Los pusieron al frente, junto a los abanderados, en custodia de un cuadro del prócer”, recuerda. Y saca una foto donde se los ve bien parados a Enzo, Lautaro, Lisandro y Leo, los primeros granaderos del ejército de los Rodríguez. “Ahora mis nietos ya están grandecitos y a veces cuesta juntarlos”, explica.


Desde aquella oportunidad, cada vez que se “alinean los planetas” y todo se puede llevar a cabo, los granaderitos de Agustín –cuya formación va rotando a medida que se ofrecen los niños para participar- asisten a los actos patrios. Especialmente el del 17 de agosto, fecha en que se conmemora la muerte del correntino libertador de América. La gesta sanmartiniana es recordada en esta efeméride, aunque también en la del 25 de febrero, en que se celebra su natalicio en el pequeño pueblo de Yapeyú, provincia de Corrientes.


La cabalgata del cruce de “Los Andes” estaba planeada desde el año pasado, en que se cumplieron 200 años del acontecimiento. Sin embargo, el mal clima de ese día hizo imposible llevarla a cabo. Entonces el cruce “se aguó” y terminaron con una puesta en escena en Antapoca.

Sueño cumplido


A pesar de las dificultades, este año Agustín Rodríguez pudo cumplir el sueño para los granaderitos.
Luego de cabalgar dos horas, Franco Garzón, los gemelos Lisandro y Tiziano Bazán, Leonardo Silva, Lautaro Noriega, Braian Delgado, Alan Joel Palacios y Thiago Armenta llegaron a la rotonda donde finaliza la Avenida Choya tan cansados y maltrechos como aquellos valientes granaderos que treparon el Ande colosal. Con los caballos transpirados y sedientos, y acomodándose los birretes y las tiras, disfrutaron todos de una experiencia inolvidable en sus vidas. Los niños de entre 7 y 14 años que protagonizaron el cruce viven en los barrios del sur de la ciudad: Villa Eumelia, Virgen Niña y Riberas del Valle, donde el suelo es llano y los arenales del arroyo Fariñango son su lugar en el mundo.


El mayor, el jinete del caballo blanco, se distinguió como San Martín. Pechera blanca, distinta a los demás por ser “el jefe” y sombrero con el ala hacia el frente de batalla. - ¿Ya sabías andar a caballo? -Sí, pero hice nunca un trecho tan largo –responde uno de los mellicitos que llegó con pocas fuerzas al “paso de Uspallata”. - ¿Y te gusta esto? -Es lindo, nunca me habían vestido de granadero.
Por eso el esfuerzo vale la pena. Tanto es así que todos, absolutamente todos los soldaditos y sus caballos lucieron los impecables uniformes, sable, estandartes y banderas argentina y del Ejército de los Andes. Todos elementos e insignias de gran similitud con la usanza del siglo XIX. Sombrero con visera, cordones, escudo enchapado, escarapela, penacho, galápagos y la carrillera que pasa por debajo del mentón. El saco, abotonado, con cuello alto y faldones traseros queda debajo de la pechera y el correaje; y va adornado con charreteras en los hombros y una canana a la altura del cinturón que ciñe el pantalón de breech. Y las botas de cuero de caña alta, quizás uno de los elementos más costosos de la vestimenta. También los caballos lucieron sus tiras y correas adornadas con medallones, sobrepelo, a veces, una simple silla de montar con las alfajías cruzadas para cargar con los pertrechos.


Nada sencilla la tarea de este hombre para armar un vestuario muy particular y oneroso, que se luce en los actos patrios, cuando la mayoría de los funcionarios de turno se presentan solo por obligación y el pueblo duerme el sueño de los héroes de bronce. Nada sencilla la tarea de convencer a los niños, hoy seducidos por la tecnología y los espejitos de colores de la sociedad de consumo. Nada sencilla la tarea de conseguir caballos, algunos de los cuales hubo que trasladar desde Nueva Coneta y a veces desde otros puntos más lejanos. Todos aportes que cuestan. Digno es recordar que Catamarca colaboró desinteresadamente con hombres, animales e insumos, cuando no lo hizo con pólvora y armas para la campaña libertadora.


Hoy, a 201 años del cruce inmortal, es diferente. “Golpeo las puertas en todos lados y están cerradas. No es sencilla la tarea de lograr que alguien me dé bolilla con esto que para mí es una pasión que llevo adentro desde que estaba enrolado en el Ejército”, dice este hombre que trabaja en Servicios Generales de Casa de Gobierno.


Las noches sin dormir, las deudas y el trabajo silente, valieron la pena. “Lo hago por los chicos, es una nostalgia que tengo. Pienso ellos y en la sociedad. En hacer algo que llame la atención de la gente. Alguien tiene que hacer algo, inculcar valores”, confiesa Agustín Rodríguez. Este hombre que, siendo chico en el año 1977, dejó Catamarca y una familia con una larga hilera de hermanos para anotarse en Campo de Mayo. Fue a rendir y volvió, pero mientras esperaba los resultados le llegó la citación para hacer el servicio militar en el Regimiento de Catamarca. Él no quería quedarse. Ahí cambió la historia: al día siguiente de la revisación médica para entrar a la colimba le llegó el pasaje para presentarse en Buenos Aires. Entró a la escuela militar, eligió Caballería sin saber andar a caballo, egresó a los dos años y lo cambiaron de destino a Granaderos. Por si faltaba algo, en 1983 se casó en la Catedral con el uniforme puesto.
 
Los actos que marcan a las personas en la vida no son tan complejos como a muchos se empeñan en protagonizar. Las simples cosas son siempre invisibles y se llevan en el alma hasta el fin de los días. Vestirse con los trajes de nuestros héroes es sentir lo mismo que ellos sintieron. El orgullo de ser Patria. El granadero Agustín Rodríguez lo sabe. Los niños también. Lo llevarán consigo siempre.

Textos: Carlos Gallo
Fotos: Del archivo personal de A. Rodríguez.
 
AGRADECIMIENTOS

Parece que Agustín no tiene a muchas personas a quienes agradecer por su iniciativa. Sin embargo, hace cuentas más allá de su entorno, donde incluye a su mujer, a los hijos y nietos “todos Rodríguez”, aclara. Están los que alguna vez han colaborado en sus presentaciones de los niños ya sea prestando un caballo, dando permiso y acompañando con alguna gestión. No olvida que Luisa Cubas y las mujeres de la Asociación de Damas Catamarqueñas le donaron el año pasado 50 metros de tela azul para la confección de los uniformes. También recuerda al coronel (RE) Evaristo Sánchez y su esposa, de la Asociación Sanmartiniana por su permanente aliento y diálogo. Y a los docentes que abren las puertas de una escuela y a los fotógrafos y camarógrafos que servicialmente han prestado su colaboración. En esta última incursión del “Cruce de los Andes en la Quebrada de Moreira”, quiere destacar especialmente la inestimable colaboración de Ariel “Cocholo” Juárez, María Ester Palacios, Gustavo Armenta y de todos los padres.
 

Seguí leyendo

Te Puede Interesar