Desde muy pequeño, digamos que desde que mi memoria funciona como tal, he tenido un real gusto por visitar el balcón de mi casa. Siempre fue un espacio predilecto, no solo para la observación inocente, sino como espacio de juego predilecto.
Puedo decir que -supongo, creo- a causa de una foto en la que está mi padre poco antes de fallecer teniéndome en brazos en ese balcón, por pura coincidencia allí comienza mi historia personal. Con el tiempo, se fue fijando la historia de todo lo que ocurrió debajo de ese balcón, con la única dirección que no puede ser percibida, que es la que da a mis espaldas. Todo el resto lo abarca la vista: la presencia imponente de la Catedral Basílica, la Casa de Gobierno; luego el Banco de Desarrollo, hoy Juzgado Federal, el Club Social 25 de Agosto y en el otro extremo el Banco de la Nación Argentina y la conjunción de dos calles emblemáticas de la ciudad: la San Martín, donde justo a mitad de cuadra se encuentra nuestro balcón protagonista y la calle Rivadavia, la que se ofrece al comercio como ninguna otra.
Dejé para el último la Plaza 25 de Mayo con su verdadero Jardín Botánico, con tres fuentes de agua, alguna vez poblada con peces de colores y vegetación tan variada como asombrosa en sus formas y tamaños. Carlos Thais, aquel que creara el Rosedal de Palermo, los bosques homónimos, la Plaza de Mayo el Jardín Botánico de Capital Federal y el Parque Sarmiento de Córdoba, entre tantas obras en todo el país, también le dio su estirpe a nuestra Plaza Principal con sus varios niveles.
Naturalmente no podré graficar toda una etapa durante la cual no sacaba fotos regularmente. Solamente lo hacía con la cámara cajón Kodak roja de mi madre. Esto corrió a los 15 o 16 años, en que tuve la primera cámara relativamente importante. Además, no cuento con los archivos familiares para poder ilustrar. En consecuencia, narraré los episodios que han calado profundamente en mi memoria y luego irán apareciendo las imágenes con sus respectivas anotaciones.
De este modo irán surgiendo escenas de procesiones de la Virgen del Valle, peregrinos, funcionarios, todos los gobernadores de un tiempo a esta parte, visitantes ilustres y otros no tanto, marchas del silencio, marchas sociales y políticas, deportivas, la calle como escenario artístico, rallyes, maratones, carreras de bicicletas, desfiles, piquetes, diferentes actos culturales en la calzada y alguna sorpresa.
Desde otro punto de vista, uno que relaciona mis primeros años con el manejo de “máquinas fotográficas”, deberé prescindir de las imágenes pero narraré episodios que ocurrieron en este ámbito con la mayor fidelidad posible y seguramente dejaré abierta la oportunidad para que los lectores puedan dar sus ópticas diferentes. Aquí hay episodios, si se quiere, ligados a la política que debemos tomar con el cuidado y mesura que tienen estos temas a fin de ver lo anecdótico o histórico, y no interpretaciones pudiesen ser antojadizas o mal intencionadas. Se trata que conozcamos algo más de nuestra Catamarca ciudad. Se trata de la historia contada desde un balcón.