Agustina Gamboa tiene 18 años. Es hija del cura salteño Carlos Gamboa, quien le dio su apellido a los dos años, pero estuvo ausente y la negó durante toda su vida. La semana pasada, la joven escuchó a su padre, a quien no ve desde 2016, defender "las dos vidas" en una entrevista sobre el debate por el aborto legal. Y decidió contar por primera vez, públicamente, su historia de abandono.
"El sacerdote y referente de la Iglesia Católica de Salta Carlos Gamboa, fue entrevistado en el programa La Otra Campana acerca de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo próxima a tratarse en el Senado de la Nación. Apeló a los slogans "Sí a la vida", "Sí a toda vida", "Toda vida vale". Éstas fueron sus afirmaciones, sin embargo, la realidad contradice sus palabras, pues sistemáticamente descuidó y desatendió de mí, su hija Agustina María Gamboa Arias, nacida en mayo del 2000", dice el primer párrafo de su carta.
La joven lleva el apellido del sacerdote desde que tiene dos años gracias a la presión que ejerció su mamá, Virginia Arias, en la Justicia. Con su escrito, la joven denuncia por primera vez públicamente que su padre es el reconocido religioso salteño Carlos Gamboa, quien la abandonó afectivamente y, según la carta, le retaceó el pago de los alimentos.
"Cuando Carlos Gamboa y la Iglesia que representa hablan de "sí a la vida", "sí a toda vida" y "toda vida vale", me pregunto ¿qué quiere decir con eso? y ¿por qué él se siente con autoridad moral para decirlo tan livianamente? Impone, con ese discurso, un pensamiento sobre la sociedad, sabiendo que sus palabras tienen mucho peso, pero sus actos lo contradicen. Debo decir que todo esto me parece una total hipocresía", dice en su carta, y denuncia "la doble moral de la Iglesia".
Gamboa, sacerdote respetado y conocido en Salta, ya era cura cuando nació Agustina, en el otoño de 2000, en Cerrillos, a 15 kilómetros de la capital de Salta. Desde entonces se transformó en un referente religioso en la comunidad local. Desde que era una nena ella pidió conocerlo. La primera vez fue en una estación de servicio alejada de la ciudad. "Lejos, para que no pudieran reconocernos", dice la joven. A lo largo de los años que siguieron tuvieron varios encuentros, siempre en privado, siempre por iniciativa suya.
"Gamboa siempre estuvo presente, pero no como padre, sino para verificar que mi existencia se mantuviera en secreto, para preservarse", asegura Agustina.
La última vez que lo vio fue en 2016, cuando tenía 16 años. Estaba deprimida, hacía terapia y sabía que su estado de ánimo se relacionaba con el vínculo con su padre. Decidió viajar a Salta para hablar con él una vez más. Cuando llegó, lo buscó en la parroquia donde sabía que daba misa y no se sorprendió cuando él le pidió que hablaran donde no pudieran verlos. Aunque pudo decirle lo que sentía, desde entonces dejó de intentar tener un vínculo afectivo con él y solo se comunican a través de sus abogados.
La carta que Agustina publicó en su cuenta de Facebook fue largamente meditada y conversada con su familia. Si se le pregunta cuál es su objetivo, ella responde: "Concientizar". No solo acerca de los padres ausentes, también sobre la "hipocresía" a la hora de referirse al aborto. "Quiero que cuando hablen del tema, a favor o en contra, lo hagan sabiendo enteramente lo que están diciendo. Que se elija con toda la información", dijo la joven, que se considera feminista.