Tal como hace miles de años, Grecia se encuentra nuevamente hoy en el umbral de dar el primer puntapié en un juego político que puede marcar un nuevo derrotero a estos nuevos diseños supranacionales que nacieron bajo el paraguas de la globalización.
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Tal como hace miles de años, Grecia se encuentra nuevamente hoy en el umbral de dar el primer puntapié en un juego político que puede marcar un nuevo derrotero a estos nuevos diseños supranacionales que nacieron bajo el paraguas de la globalización.
El domingo que viene se juega posiblemente el primer tiempo del destino de la Unión Europea y su emblema monetario: el Euro. También la idea de creer que se puede dominar una nación simplemente esquivando la voluntad ciudadana mediante un acuerdo con el liderazgo político de turno. Hasta el momento de escribir estas líneas esto no ha pasado, por lo que la idea de una "Unión” por encima de la miseria de los pueblos puede que esté en terapia intensiva.
El cuestionamiento y eventual colapso final de un proyecto como la Unión Europea no debería sorprender. Se ha pretendido hacer creer que era posible poner en un plano de igualdad de poder a países con diferentes niveles de desarrollo histórico, es decir a países altamente industrializados con otros que no pasaban de tener una economía arcaica de carácter fundamentalmente agrícola y turística como base de sustento. A nadie puede escapar que estas diferencias hacían imposible, de entrada, un plano de igualdad de trato entre los países del primer grupo, como Alemania, Francia, Bélgica, etc, y los del segundo, como Grecia. Como no podía ser de otra manera, al final el más débil terminó aceptando el tutelaje del más fuerte, una condición humillante que hoy encontró aparentemente sus límites, porque Grecia ya no tiene nada que ofrecer, a excepción de la miseria de su pueblo, ante el altar de la usura internacional.
Pero la crisis europea en relación con Grecia tiene otras aristas. ¿Cómo se explica que un país que apenas representa el 2% de la economía del bloque pueda causar tantos problemas? Si así fuera, no podríamos dejar de ver en ello una falla de diseño al momento de la creación de la Comunidad; fallas que revelarían que en el continente europeo se impuso un modelo financiero irracional.
La realidad es otra, sin embargo. La Comunidad Europea nunca fue una creación al servicio de los pueblos, sino en última instancia una matriz financiera para acomodar al capital europeo al desafío de la globalización; a los bloques dominados en América por los EE. UU. y en el otro extremo por China. Como no podía ocurrir de otra manera, en el medio quedaron los pueblos, ignorantes de lo que sus tecnócratas preparaban y calculaban en la timba internacional en que el sistema capitalista se ha transformado. Así, el "maximizar las ganancias” a cualquier costo pasó de ser el primer precepto de la economía dentro del mercado o las empresas, a ser la regla entre los propios países. Los griegos, como otros países como España y Portugal, están pagando caro por haberse sometido a este despropósito internacional.
Que la troika, esa alianza entre el Banco Central Europeo, el FMI y la Comisión Europea le quieran imponer a Grecia, como condición para una ayuda financiera, un programa económico que eleve los impuestos de un 11,5% al 23% , reduzca las pensiones a los jubilados y reduzca los impuestos a los grandes capitales para mantener la rentabilidad de sus negocios, demuestra lo dicho. Obviamente, el gobierno griego, hasta ahora fiel al mandato de sus votantes, rechazó tal condicionamiento y dejó vencer un pago al FMI, lo que lo colocó en la vereda del frente, en el famoso estado de "default”.
Pero esta tragedia griega no pasa de ser otro acto ya conocido en los tablados de la historia. Nadie puede aducir hoy que desconocía que la economía griega no tuviera sus problemas desde hacía décadas; que no podía, a la larga, cumplir con sus compromisos. ¿Por qué entonces haberlos inducido a tomar préstamos que sabían que no podrían pagar?
Esto es parecido a la situación de los años de nuestra dictadura, cuando se inducía a nuestros países a tomar prestado el exceso de petrodólares en el mercado financiero internacional en calidad de préstamos, con las consecuencias conocidas en el aumento de la deuda externa y la corrupción de entonces. No muy diferente de la situación actual de aquéllos que compran hoy los bonos Bonar atraídos por un interés desmedido del 8,75%, sabiendo del problema con los "buitres,” que aun no terminó.
La explicación a esta conducta es que en ambas partes, prestamistas y prestatarios, prima la "avivada” o la especulación al momento de hacer los negocios. Sin embargo, cuando este juego se da entre países, los que siempre pierden son los pueblos. La razón es simple: mientras en el lado del gran capital las cosas están bien organizadas a nivel financiero y político, del lado de los pueblos están gobiernos débiles presidiendo economías anárquicas, constantemente cambiando de manos y estrategias, lo que los coloca siempre del lado del perdedor. Grecia ha llegado a este límite, y por ello no puede ir más allá y ofrecer más de lo que no tiene. Esa es su encrucijada del momento.
En estos momentos, al no haber aceptado las imposiciones mencionadas más arriba, el gobierno vio cortado el flujo de ayuda económica condicionada de parte de la troika europea y se le trabó el acceso a los mercados financieros. Como en todas las situaciones llevadas al límite, en las calles griegas se asiste a una campaña de miedo sobre el futuro.
Pero lo que parece ser una discusión por un problema económico no es tal, dado que, como mencionamos antes, Grecia solamente representa el 2% de la economía europea. Como lo dijo el economista Paul Krugman, lo que se busca realmente es desestabilizar al actual gobierno griego para prevenir que otros gobiernos hagan lo mismo. De ahí que la decisión de someter sus decisiones a un referéndum merezca aplaudirse, porque ello implica la recuperación de la democracia. Si el pueblo vota "No”, la continuidad de la Comunidad Europea como proyecto entrará en tela de juicio. Si el pueblo vota "Sí”, el actual gobierno dimitirá, según se anunció.
Como hace miles de años, otra vez a los griegos les tocó "marcar la cancha” en nombre de lo que ellos mismos crearon: la democracia.