viernes 23 de mayo de 2025
Cara y Cruz

UNCA: la hegemonía de lo antiguo

En una colaboración dirigida a El Ancasti y publicada ayer, en una columna de opinión se analiza el panorama electoral de la Universidad Nacional de Catamarca desde una perspectiva crítica, señalando desde el propio título del análisis contradicciones propias de una estructura hoy conservadora pero que, sin embargo, mantiene un discurso de reivindicación del proceso reformista que transformó la educación superior hace poco más de un siglo.

“En la UNCA, como en muchas casas de altos estudios de nuestro país, los procesos electorales no operan como instancias de cambio real, sino como rituales de legitimación de lo establecido. Siempre los mismos”, señala Belisario Cruz, autor de la columna.

La contradicción entre aquel espíritu reformista -que encarna además una apertura a la participación de todos los actores de la vida universitaria y una priorización de las prácticas democráticas por sobre las trenzas propias del clientelismo- y una tendencia irrefrenable hacia la perpetuación en los cargos (al menos, hasta que las propias normas internas lo permitan), es fenómeno que se observa con meridiana claridad en la universidad catamarqueña.

Se puede sostener que la UNCA perdió, a poco de nacer, el carácter de esfuerzo colectivo y en cierto modo pluralista y democrático, que marcó el impulso fundacional para que se cristalizara como reivindicación sentida por la comunidad local. A poco de constituirse como unidad académica de estudios superiores adquirió rasgos vinculados a una estructura verticalista, poco propensa a los cambios y esencialmente cerrada, carente de espacios de debate hacia adentro respecto de modelos de gestión que fuesen a la vez herramientas de transformación en la relación universidad-comunidad en la que está inserta. No hay en la UNCA, consecuentemente, un predominio de lo antiguo sobre lo moderno, sino una hegemonía de lo antiguo.

Cuando Javier Milei habla de casta, en el imaginario popular aparecen el tipo de estructuras cerradas, clientelares y con evidentes prerrogativas como las que caracterizan a la UNCA, además de otras estructuras institucionales de los tres poderes de gobierno. Lo contradictorio es que las políticas de ajuste libertarias nunca afectan a la casta. En el caso de las universidades, el formidable recorte presupuestario impacta negativamente en el devenir cotidiano de las facultades, en la investigación y, por supuesto, en los sueldos de los trabajadores docentes y nodocentes, pero no en el funcionamiento amañado de la superestructura. Será por eso que, salvo honrosas excepciones de algunos decanos, la conducción de la UNCA apenas se ha pronunciado, y de un modo bastante tibio, respecto de la devastación que las políticas de ajuste nacional están provocando en la vida universitaria.

Los mecanismos democráticos formales en la UNCA funcionan en torno a claustros que son casi compartimentos estancos, con escasa relación entre ellos como no sea para acuerdos superestructurales. Por eso, esos mecanismos están condicionados por vicios que son resultantes de la rosca política. Cuando se renuevan autoridades no se ponen en discusión modelos de universidad diferentes, sino espacios de poder.

Ese debate pendiente respecto del modelo es imprescindible, tanto en lo referido a la democratización interna como en la práctica extensionista, sustituyendo el enfoque academicista y de transferencia tecnológica por otro en el que la universidad articule en la creación de saberes con las organizaciones de la comunidad, involucrándose en las tensiones sociales y haciendo aportes que sean capaces de transformar la realidad en un sentido de justicia e igualdad de oportunidad para todos.

Seguí leyendo

Te Puede Interesar