lunes 14 de octubre de 2024
Editorial

Un desafío global

La agricultura no solo padece los efectos del cambio climático, que produce sequías prolongadas como la que sufre actualmente gran parte del país o inundaciones devastadoras, sino también las consecuencias de prácticas que propician el deterioro del suelo y un aumento de la erosión.

Paralelo a este proceso que preocupa tanto a productores como a las autoridades responsables de diseñar las políticas de promoción y apoyo al sector, se desarrolla otro que procura transformaciones en esas prácticas a los efectos de frenar la degradación, restaurando al mismo tiempo la calidad y fertilidad de los suelos. La nueva tendencia, que crece con fuerza en países europeos, es la denominada agricultura regenerativa, que recoge antiguas tradiciones con el perfeccionamiento que puede añadir el avance de la tecnología agrícola moderna.

El nuevo enfoque procura una reducción de la maquinaria pesada, la utilización de abonos verdes -plantas con capacidad de adaptarse a diversos suelos y climas, de rápido crecimiento y alto poder de producción de material vegetativo-, mantener cubiertas vegetales y diversificar los sistemas de cultivos. Además, propicia la siembra directa, la integración de la agricultura con los bosques y la ganadería, el manejo integrado de nutrientes y de plagas y la rotación de cultivos.

A diferencia de la agricultura a gran escala que hoy predomina en la Argentina, la agricultura regenerativa se preocupa no solamente por la producción de alimentos, sino también por la salud del suelo, la biodiversidad, el clima, la economía local y la comunidad en la que se desarrolla.

La aplicación de los principios de la agricultura regenerativa es un desafío tanto para las regiones húmedas, como la zona núcleo de la Argentina, que tiene desde hace décadas las prácticas clásicas que degradan progresivamente el suelo, como las regiones de mayor aridez, como Cuyo y el NOA, que vienen sufriendo procesos de desertización y desertificación.

Los avances tecnológicos registrados en la materia permiten vincular el desarrollo de la agricultura regenerativa con una mayor productividad y competitividad a partir del uso más eficiente de los recursos.

Para los estudiosos de la degradación del suelo, este tipo de prácticas agrícolas no es una alternativa que se puede elegir, sino, a esta altura una necesidad ligada a la supervivencia del planeta. Los expertos consideran que con los actuales métodos de explotación agrícola, la actividad será insostenible en un lapso apenas superior al medio siglo.

Sin embargo, pese a que se registran avances permanentes en su utilización, la agricultura regenerativa se practica en el mundo en solo 15 millones de hectáreas sobre una superficie agrícola de alrededor de 5.000 millones de hectáreas. Una proporción minúscula que deberá incrementarse con fuerza para evitar un colapso de los suelos cultivables a nivel global.

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