Exposición. El secretario de transporte de la nación, Franco Mogetta, en la cámara de diputados.
Al abrir su exposición ante las comisiones de Transportes, Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados, el secretario de Transporte de la Nación, Franco Mogetta, puso como ejemplo de las distorsiones que provoca la gestión de Aerolíneas Argentinas el caso de Catamarca. Como es oriundo de la provincia, pudo apelar a la propia experiencia. Contó que en junio viajó para visitar a sus familiares y tuvo que pagar $700 mil.
“Comparando con la ruta Buenos Aires-Tucumán, que tiene más o menos la misma extensión horaria, se usa la misma aeronave, se utiliza el mismo combustible y la misma tripulación, la diferencia de costo con otra aerolínea, con Jetsmart, empieza en 75% y alcanza picos de 380%”, dijo.
La anécdota ilustró su argumento a favor de la desregulación de la actividad aeronáutica comercial, tendiente a fomentar que “operen más empresas, para lograr mayor oferta y mejor servicio a menor costo”.
El funcionario destacó la capacidad del personal de Aerolíneas Argentinas y el potencial que tiene la compañía para competir con otras, pero enfatizó en los perjuicios infringidos a los usuarios por el monopolio que ha instaurado a través de una maraña de regulaciones absurdas conforme a las cuales, por ejemplo, resulta imposible habilitar vuelos de aeronaves de capacidad chica o mediana para brindar el servicio a numerosas localidades del interior y supone una tarea burocrática titánica introducirse en el mercado.
Esta política aerocomercial no solo no ha redundado en beneficio de los usuarios, sino que demandó auxilios sistemáticos del Tesoro para cubrir el perpetuo déficit de la compañía: nada menos que 8 mil millones de dólares sacrificados para solventar una empresa ineficiente.
En definitiva, Mogetta descubrió la gran mentira que, cada vez con menor éxito, intenta taparse con la altisonancia de la soberanía, la Patria y el chauvinismo nacionalista.
8 mil millones de dólares no han bastado para que los catamarqueños accedan a vuelos a precios razonables. Esto torna insensata la posición de los legisladores nacionales de Catamarca empecinados en oponerse no ya a la privatización, sino a cualquier cambio en la operación de la firma, solidarios con el kirchnerismo del área metropolitana, que no precisa de vuelos para estar conectada. Una claro caso de representación enajenada.
¿Y por qué habría la Aerolíneas Argentinas controlada por criterios parasitarios abaratar los vuelos a Catamarca? Sostener el monopolio del servicio en la Provincia le permite fijar el precio que se le antoje. En cualquier caso lo que los catamarqueños paguen de más entra en la caja para financiar privilegios y prebendas como los viajes gratuitos en “bussines” para los pilotos y sus familiares.
Otra cosa es Tucumán: ahí tiene que acomodar tarifas y servicios a las condiciones de la competencia.
La arremetida libertaria por la desregulación del mercado aerocomercial abre una gran oportunidad para Catamarca.
El subsidio a las tarifas es un régimen legítimo y virtuoso que se ha aplicado con éxito en otras provincias. Coordinado con políticas que estimulen la operación de compañías que compitan con Aerolíneas Argentinas –es decir: que rompan el monopolio- resultará en la baja de los prohibitivos precios, con los consecuentes beneficios que ello traería en actividades como el turismo.
Es cuestión de que el Gobierno se ponga en la tarea y de que sus representantes en el Congreso asuman la representación de los intereses catamarqueños en lugar de plegarse a las imposturas de dirigentes a quienes, está demostrado, lo que pase en la Provincia les importa un bledo.
Sino, los catamarqueños continuarán siendo rehenes de la inoperancia.