jueves 17 de abril de 2025
Editorial

Precauciones necesarias

Si el potente viento sur que azotó el Valle Central ayer, con ráfagas de casi 100 km por hora, se hubiese desatado en horas en las que gente transita asiduamente por la calle, tal vez hubiese ocurrido una tragedia. Una enorme cantidad de árboles, ramas de grandes dimensiones y postes fueron derribados por la potencia del viento. Por suerte, aconteció a la madrugada y no hubo que lamentar víctimas ni daños físicos importantes en personas.

El cambio climático es factor clave para entender por qué ocurren estos fenómenos extremos de un modo cada vez más frecuente. De modo que resulta muy necesario que tanto las autoridades como la población tomen nota de esta situación y adopten, cuando hay una alerta meteorológica sobre la probabilidad de que se desate un fenómeno climático de características extraordinarias, las precauciones del caso. En lo posible, no estar en la vía pública.

Pero hay medidas que se pueden adoptar con anticipación para reducir las posibilidades de daños. Por ejemplo, un control permanente del estado de los postes del alumbrado público y de otros servicios situados en la vía pública. Cada vez que se desatan vientos cuyas ráfagas superan los 70 u 80 kilómetros por hora se derrumban varios de ellos, generando un peligro real para la ciudadanía. Deberían determinarse cuántos de ellos ya están lo suficientemente dañados previamente, como para realizar las sustituciones o reparaciones que correspondan. Lo mismo sucede con los árboles añosos o de gran porte. Un control exhaustivo y periódico restringiría notablemente el riesgo de accidentes.

Es preciso, asimismo, prestar debida atención a los estudios que alertan sobre riesgos de inundaciones como consecuencia de crecidas de los numerosos arroyos y ríos de montaña que existen en la provincia, que pueden tener efectos agravados por la injerencia humana en la naturaleza.

En un artículo publicado ayer en la edición digital de El Ancasti, el ingeniero Rodolfo Schweizer, que fuera director de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Catamarca (UNCA), advierte sobre los riesgos que implica haber construido infraestructura urbana sobre cauces de ríos de montaña. “La elemental sabiduría humana que aconseja respetar un cauce de montaña pasa inadvertida no solo para muchos que edifican en un cauce seco o quieren cruzar un río crecido, sino también para los mismos gobiernos cuando construyen infraestructura, como puentes, sin estudiar el caudal que deben dejar pasar en caso de una lluvia histórica o barrios a la vera de ríos, ignorando el efecto erosionador de un río crecido en velocidad”, sostiene Schweizer. Y añade, a modo de ejemplo, una hipótesis inquietante: “Nos cuesta imaginar lo que puede pasar en las barriadas construidas a lo largo del Río Ongolí ante una creciente histórica en El Tala”.

Catamarca ha sufrido en las últimas décadas catástrofes derivadas de fenómenos climáticos extremos. Tomar las precauciones necesarias -construir obras de infraestructura que minimicen el impacto, realizar las imprescindibles tareas de mantenimiento y respetar las alertas meteorológicas, por ejemplo- restringe los riesgos de lamentar pérdidas irreparables.

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