Ataque. Una jauría de perros atacó a una adolescente en el centro de la villa veraniega de el rodeo.
Una jauría de perros callejeros atacó el viernes pasado a un grupo de adolescentes que estaba en la plazoleta de El Mástil, en la localidad de El Rodeo. Una de las chicas, de 14 años, cayó al suelo en la desesperación por huir y los animales se ensañaron con ella; la mordieron en las piernas, los brazos y la cabeza. Tuvo que ser trasladada de urgencia y en estado de shock al Hospital de Niños Eva Perón, donde le hicieron 34 puntos de sutura.
El incidente conmocionó a la tradicional villa veraniega y mostró una deficiencia seria en términos de seguridad pública en plena temporada turística. Más allá de lo traumático del episodio hay que agradecer que no tuviera consecuencias peores.
El de la perrada callejera, señalaron residentes y veraneantes, es un problema al que ningún organismo público acierta a darle una solución pese a los reclamos.
Ya se habían producido ataques de la misma jauría, que en parte está integrada por perros que en algún momento fueron alimentados por personal de Bomberos Voluntarios, aunque ninguno de la gravedad de éste.
"Son todos perros mestizos de tamaño mediano a grande. Andan sueltos por la zona desde hace varios meses y nadie hace nada. Seguro que hubo más denuncias porque ya atacaron a varios. El problema es que nadie se quiere hacer cargo y es como que los vecinos tenemos que sufrir y acomodarnos", manifestó un residente de El Rodeo desde hace más de 30 años.
La familia de la adolescente herida radicó la denuncia penal correspondiente y la causa quedó en manos de la fiscal Paola González Pinto.
Dada la visibilidad que tuvo el caso, es casi seguro que se tomarán las medidas necesarias para evitar que se repita, pero lo reprochable es que no se hayan asumido tales decisiones antes, más aún si se considera la importancia que tiene el turismo para El Rodeo y que la jauría merodea por lo que es el centro de la localidad.
Es inaudito que nadie advirtiera el peligro que representaba para los transeúntes, incluso asumiendo la alteración que en los propios animales provocaría el incremento de la cantidad de gente en los meses de enero y febrero, durante los cuales el pueblo se convierte en una romería. Hubo una negligencia clara de las autoridades municipales, como mínimo una subestimación de los riesgos.
La adolescente, por otro lado, fue rescatada por un kiosquero y su madre, que consiguieron dispersar a los perros. Es decir: no intervinieron policías ni bomberos, en una de las zonas más concurridas y transitadas de la villa.
En el hospital zonal saltaron, además, las limitaciones que hay para atender casos graves, pues la gran infraestructura que se inauguró hace poco con los pitos y flautas promocionales de rigor no tiene correlato en términos de personal.
No hay qué objetar a la gente que trabaja allí, pero es evidente que no puede hacer magia y se vio superada por la magnitud de las lesiones, por lo que sensatamente derivó a la niña a la Capital, que es lo mismo que hubieran hecho si en lugar de un nosocomio estuvieran en una posta sanitaria.
Quizás el diseño de las políticas de turismo deba incluir refuerzos en el sistema sanitario. Ya que se ha hecho una inversión en hospitales disociada de las necesidades de recursos humanos para que funcionen como corresponde, al menos que se les proporcione una dotación adecuada en las temporadas de mayor demanda.
Para las autoridades pueden parecer detalles insignificantes o exigencias desmesuradas, pero hay que ponerse en el cuero de quienes padecen las consecuencias de la imprevisión y tomar nota.
Fueron un comerciante y una madre angustiada quienes salvaron a la joven. Menos mal que había alguien disponible para evitar lo que pudo haber sido una tragedia.n