La formación de los efectivos policiales no puede de ninguna manera limitarse a la preparación física, el manejo de armas, técnicas de investigación y represión, tareas de inteligencia Es decir, los aspectos de capacitación específica para personas que tienen como misión fundamental garantizar la seguridad de los ciudadanos, o, eventualmente, el arresto de los sujetos que cometieron delitos para ponerlos a disposición del Poder Judicial.
Los policías deben formarse también, aunque sea básicamente, en otros aspectos de la vida social en los que les toca actuar, considerando que tienen, en la flagrancia, mayor autoridad que el resto de las personas. Eso no sucede muy a menudo. Sí ocurre, por ejemplo, en las técnicas de reanimación cardiopulmonar o primeros auxilios en general: son frecuentes las noticias de personas de las fuerzas de seguridad que logran salvar vidas en plena vía pública y situaciones de emergencia.
En cambio, hay una deuda en lo que respecta a la formación en perspectiva de género, protocolos para abordar los casos de violencia de género o familiar, conocimiento de leyes que garantizan los derechos ciudadanos, entre otros aspectos.
También, en el procedimiento que deben seguir ante situaciones difíciles, que surgen de enfermedades o trastornos de las personas. Este déficit se verificó el pasado miércoles y tuvo como víctimas a un hombre y su pequeño hijo de 5 años, que tiene una condición del trastorno del espectro autista. Ambos viven en el norte de Belén y tomaron en San Fernando del Valle de Catamarca el colectivo que los llevó a su domicilio.
En la Terminal de Ómnibus, según relataron testigos a El Ancasti, el niño tuvo una crisis difícil de controlar, y efectivos policiales, al tomar intervención, en vez de intentar calmar al chico en el entendimiento de que se trataba de una situación muy delicada, encararon al padre, que hacía lo que podía en función de las recomendaciones médicas para estos casos, y, como la crisis no cesaba, amenazaron con llevarlo arrestado.
Una situación similar se vivió ya en el trayecto del viaje, donde el niño volvió a tener una crisis, y un policía que iba como pasajero del colectivo repitió su amenaza. Tuvieron que intervenir otras personas que viajaban en el transporte público para explicarle al efectivo lo que estaba sucediendo. Cuando finalmente entendió, pidió las disculpas del caso, pero ya el difícil momento había sucedido.
No hace falta que los efectivos policiales tengan conocimientos avanzados en medicina o psicología, sino información elemental que les permita actuar en estos casos y un poco de sentido común.
En el episodio narrado, la situación se terminó resolviendo favorablemente por la intervención de circunstanciales pasajeros que circulaban en el colectivo. Pero podría haber tenido consecuencias indeseables. Es de suponer que las autoridades son conscientes de la necesidad de ampliar la formación policial en función de la multiplicidad de problemas en los que los efectivos deben intervenir, algunos de los cuales demandan más empatía y contención que fuerza bruta. De modo que bueno sería que estas capacitaciones sean sistemáticas y conducidas por profesionales con la capacidad y sensibilidad necesarias.n