lunes 23 de junio de 2025
Cara y Cruz

Las restricciones de un país macrocefálico

El último informe elaborado por Fundar es revelador de las inequidades regionales estructurales que son características de la Argentina, constituyendo además una de las restricciones más importantes para un desarrollo nacional armónico y sustentable. El trabajo, luego de exponer estadísticas que ponen de manifiesto esa desigualdad pronunciada, concluye que, desde el punto de vista de las regiones, “los recursos, los ingresos y las oportunidades están distribuidos de forma desigual y eso se traduce en diferencias importantes en las condiciones de vida y el bienestar de las personas”.

Menciona que la producción de bienes y servicios dentro de Argentina está muy concentrada en la región Pampeana (incluyendo el Área Metropolitana de Buenos Aires), que en 2023 representó el 72% del PIB nacional. Mucho más atrás siguen la Patagonia (9,5%), el NOA (7,9%), Cuyo (5,6%) y el NEA (4,9%).

Las asimetrías en el grado de desarrollo de las distintas regiones es el resultado de un proceso histórico comenzado en la segunda mitad del siglo XIX y basado en el modelo agroexportador, que provocó el diseño de un país macrocefálico, con la inversión pública priorizando la región pampeana. Esta orientación de los recursos federales a un sector muy concentrado generó en la región privilegiada un desarrollo productivo y de infraestructura muy superior a las demás. La tendencia fue inversa en el Norte Grande Argentino, que tenía una participación importante en la economía nacional en la primera mitad del siglo XIX y que hoy realiza aportes muy marginales.

Lejos de corregirse, las asimetrías regionales tienden a profundizarse en el actual modelo económico, que le quita permanentemente recursos a las provincias.

La tendencia mencionada provoca recurrentemente migraciones internas que no están motivadas por decisiones voluntarias, sino condicionadas por la situación económica existente en los lugares de origen de los migrantes, que buscan en otro destinos, particularmente las grandes ciudades o la Patagonia, que es la región que más ha crecido en las últimas décadas, oportunidades laborales que les permita el ascenso social.

Lejos de corregirse, las asimetrías tienden a profundizarse en el actual modelo económico, que le quita permanentemente recursos a las provincias y que ha sacrificado en el altar del equilibrio fiscal las obras públicas de infraestructura, entre ellas las estratégicas para garantizar un desarrollo regional armónico, en todo el territorio nacional.

Una reducción de las inequidades regionales solo es posible si hay inversión en infraestructura en las regiones menos desarrolladas, el financiamiento productivo que beneficien a las económicas regionales, apoyo a la educación y fomento del turismo, entre otras medidas. Pero nada de eso sucede en la Argentina actual.

Se manifiesta como una contradicción flagrante esta inacción estatal en la promoción de un desarrollo armónico de las regiones con el declamado objetivo del propio presidente Javier Milei de que Argentina se encamine a ser un país desarrollado. Los países desarrollados son aquellos que logran armonizar un crecimiento equilibrado de sus regiones y sectores productivos, objetivo que se alcanza a través de la inversión del sector privado pero también con la obra pública y la coordinación del Estado en la organización de la estrategia de desarrollo.

Además, los países desarrollados son los que más invierten en innovación, ciencia y tecnología, sistemas de transporte, comunicación, energía, servicios públicos e infraestructura para la puesta en valor de las producciones regionales. Otra vez, nada de eso sucede actualmente en la Argentina, que vive una coyuntura en la que se privilegia una estabilidad macroeconómica precaria a costa de la planificación de un país que pueda superar las restricciones que le imponen sus propios desequilibrios.

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