jueves 28 de marzo de 2024
Mirador Político

La troica peronista sigue firme

El respaldo de Lucía Corpacci a la reelección de Raúl Jalil disipó las expectativas de jugar a su amparo una interna provincial que alentaban algunos sectores del peronismo que se consideran menoscabados por el Gobierno, aunque fue acompañado, para compensar, con un elogio al método de las PASO para dirimir candidaturas.

El alud de rechazos oficialistas a la posibilidad de suspender las primarias se explica menos por las virtudes republicanas del dispositivo que por la imposibilidad de acceder a la reelección de intendentes y concejales capitalinos por circuito. Es decir: por la necesidad que tienen dirigentes relevantes de sostener músculo electoral el año que viene en territorios que necesariamente deberán cambiar su representación institucional.

La sentencia de primera instancia favorable para que el intendente de Fray Mamerto Esquiú, Guillermo Ferreyra, intente un tercer mandato en contra de lo que ordena su Carta Orgánica, expuso este problema. Una movida similar del chacarero Gustavo “Gallo” Jalile fue rechazada por el Tribunal Electoral y la Corte en 2011, de modo que es improbable que prospere, pero el caso sirve como precedente en el terreno jurídico tanto como en el político: Jalile no pudo competir en ese turno, pero se refugió en la Cámara de Diputados y cuatro años después recuperó la intendencia.

Las listas legislativas son el destino habitual en estos casos, pero el número de indios en el brete para el año que viene es superior al agua bendita de bancas disponibles para reacomodarlos, más aún si se consideran las pretensiones reeleccionistas de los tribunos en ejercicio.

Para quienes no tienen la chance de continuar en sus cargos, quedar a expensas de lo que decida la troica conformada por Jalil, Corpacci y el intendente capitalino Gustavo Saadi es exponerse a un destierro de compleja reversión. Las PASO son para ellos el mecanismo idóneo para exhibir consistencia electoral, jugar con esquemas propios e intentar reciclarse en la Cámara de Diputados o el Senado.

Al mismo tiempo, le sirve al Gobierno para cerrarle el ángulo a las eventuales fugas de quienes pudieran no sentirse satisfechos con las indemnizaciones que les propongan a la conclusión de sus mandatos. Las PASO fueron engendradas precisamente con ese espíritu restrictivo por Néstor Kirchner, que achacaba su derrota en la provincia de Buenos Aires a manos de Francisco de Narváez en 2009, a la traición de intendentes peronistas del distrito.

Corpacci confirmó la vigencia de la alianza con Jalil y Saadi y también su autoridad como garante del compromiso del trío en las puertas de un proceso que no la llevará en las listas de candidatos por primera vez desde 2019. Sus declaraciones en la asunción del exministro de Gobierno Jorge Moreno como presidente del Tribunal de Cuentas convierten el desafío interno a la continuidad del mandatario en un ejercicio de audacia lindante con el suicidio.

Su defensa de las PASO, sin embargo, amainó el tono de las polémicas intestinas. El margen para suspenderlas se achicó, de modo que lo más seguro es que se hagan, acaso con algún retoque que ella misma sugirió.

A la espera de resultados en la gestión de Sergio Massa en Economía que modifiquen el tétrico cuadro nacional, sigue fuerte la alternativa de que las elecciones provinciales se hagan en marzo. La interna peronista podría extenderse hasta la oferta parlamentaria. La troica definiría el compañero de Jalil en la fórmula y los candidatos a diputados nacionales.

Dos nombres empiezan a cobrar fuerza para esos casilleros: el vicegobernador Rubén Dusso y la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Guerrero.

El frente opositor

La dupla Jalil y Saadi volverá a ser el enemigo a vencer para Juntos por el Cambio, que enfrenta el desafío con la presunta ventaja de un peronismo nacional muy devaluado, pero condicionado por la necesidad de suplantar las referencias de los liderazgos que incidieron en su dinámica durante 30 años: Eduardo Brizuela del Moral, que falleció siendo diputado nacional y Oscar Castillo, que perdió en las primarias del año pasado ante la alianza que conformaron Francisco Monti, Flavio Fama, Rubén Manzi y el PRO.

La construcción de liderazgos similares es la tensión dominante en la coalición opositora, cuya experiencia sin Brizuela del Moral como candidato en 2019 fue más catastrófica aún que la protagonizada por Mauricio Macri. Allí las tensiones por las reelecciones son más dramáticas que en el oficialismo, porque los puestos a repartir son menos y las expectativas de triunfo también. Un comando con consenso interno es por consiguiente más indispensable para sostener tono competitivo, sobre todo cuando se confirma la integridad del pacto oficialista.

Los comensales, aparte, podrían aumentar. Maniobra con mucha intensidad para integrarse a un frente opositor el diputado provincial Hugo “Grillo” Ávila, peronista disidente que viene de haber conseguido la reelección en una cancha muy difícil el año pasado y se ha apoderado a través de Fernando Musella del sello del peronismo republicano de Miguel Pichetto, excandidato a vicepresidente de Macri.

Ávila transita un período con viento de cola que soplan desde el mismo Frente de Todos, a cuyos diputados consigue desestabilizar emocionalmente con notable eficacia. Episodios como el de la cuestión de privilegio que planteó en su contra la diputada Verónica Mercado no tienen más efecto que subirle el precio en el mercado político y hacer más visible su desempeño electoral. 10 mil votos y pico desde 2015, tras ser expulsado del partido kirchnerista Unidad Ciudadana: no es poco para sentarse en cualquier mesa de negociación.

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