En este marzo inusualmente caluroso, los meteorólogos dijeron en repetidas ocasiones que en años venideros estas jornadas sofocantes nos parecerán días frescos. Según los expertos, la advertencia de quienes pronostican el tiempo no es antojadiza, sino basada en datos científicos. El paulatino aumento de la temperatura en el mundo, lo que se conoce habitualmente como calentamiento global, consecuencia de un proceso de cambio climático que lleva décadas, continuará en las décadas que vienen de no mediar una abrupta caída de la emisión de gases que produce el efecto invernadero.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) adelantó ayer lunes la síntesis de una serie de investigaciones, en la que se menciona que entre los años 2030 y 2035 el planeta alcanzará la temperatura +1,5º grados respecto de la era preindustrial. Se trata de un límite que, según cálculos de años atrás, se iba a alcanzar recién a mediados de este siglo. Que la temperatura aumente, en promedio global, 1,5 grados respecto de la era preindustrial, implicará, según los expertos, una repetición más seguida y con mayor vigor, de eventos extremos como sequías, inundaciones y olas de calor.
“Los años más calurosos en la actualidad serán algunos de los más frescos dentro de una generación", señala el informe mencionado, que resume las conclusiones de las investigaciones realizadas en los últimos nueve años. Los científicos manifiestan, además, que muchos de los cambios asociados a esta crisis -como la subida del nivel del mar o el deshielo- serán "irreversibles" durante cientos de años e incluso milenios.
Para "desactivar la bomba climática", como graficó el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, es preciso que los países ricos, principales responsables de la emisión de gases del efecto invernadero, adelanten la meta de neutralidad de carbono, que había sido fijada para 2050, por lo menos diez años. La neutralidad de carbono implica alcanzar un resultado neto de cero emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), esto es, emitir a la atmósfera la misma cantidad de gases que se absorbe por otras vías.
La buena noticia es que el colapso climático no es inevitable, aunque requiere de una fuerte decisión política sobre todo, como se dijo, de los países más ricos de la Tierra, que además han sido en los últimos dos siglos los beneficiarios principales del modelo productivo altamente contaminante que nos rige. El abandono en el corto y mediano plazo de los combustibles fósiles sería un aporte decisivo, pero, como es fácil de intuir, significa afectar poderosos intereses económicos.
Las evidencias respecto del efecto devastador del calentamiento global son elocuentes. Pese a ello, la toma de conciencia global es muy lenta, demasiado. Mientras tanto, los plazos se acortan y la humanidad camina, como señaló metafóricamente Guterres, "sobre una delgada capa de hielo".