Joven catamarqueña con parálisis cerebral se recibió de psicóloga
Desafiando pronósticos desalentadores y barreras, Angie logró alcanzar el título de Licenciada en Psicología. Hoy, de regreso en Catamarca, planea trabajar con personas con discapacidad.
Angie Saadi alcanzó en los últimos días un objetivo que durante años pareció lejano: se recibió de Licenciada en Psicología en la provincia de La Rioja. Su historia académica está atravesada por obstáculos tempranos, diagnósticos adversos y un largo proceso de esfuerzo personal que transformó cada límite en un desafío.
Todo comenzó con un diagnóstico a sus catorce meses: parálisis cerebral. "Me detectaron al año y dos meses, cuando veían que no podía caminar como mis hermanas y arrastraba uno de los pies", relató Angie. Aunque las primeras perspectivas médicas no fueron optimistas, su familia buscó una segunda opinión que cambiaría todo. "En el centro de rehabilitación de la provincia me dieron otra perspectiva, me dijeron que sí iba a poder progresar", contó.
Así inició una rutina de terapia desde muy pequeña, combinando durante ocho años la rehabilitación con la escuela primaria. Sin embargo, el acceso a la educación fue su primer gran obstáculo institucional. Varios colegios se negaron a inscribirla. "No me dejaban ingresar porque tenía una discapacidad y el colegio no se sentía listo", recuerda. Una vez dentro, enfrentó el flagelo del acoso escolar en una época donde no se nombraba.
La situación se intensificó en la secundaria, lo que la llevó a cambiar de escuela. En ese nuevo entorno pudo finalizar sus estudios y, tiempo después, tomar la decisión de seguir Psicología.
A los 22 años dejó su Catamarca natal y decidió mudarse sola a La Rioja para estudiar. "Me sentí muy poco preparada. No sabía cocinar, no sabía andar en colectivo, no sabía hacer nada. Siempre fui muy sobreprotegida. Tuve que arrancar de cero, aprender todo sola", recordó.
La adaptación académica y social fue lenta y solitaria al principio. "Me costó muchísimo porque no encontraba grupo, no tenía a mi familia atrás. Iba sola hasta que, con el tiempo, pude hacer amigos y ser un poco más social".
Hoy, con su título en mano, Angie analiza la discriminación desde su experiencia vivida y la de su formación profesional. "La discapacidad no es una enfermedad, es una condición. Yo no me puedo curar, puedo mejorar mi calidad de vida. La discriminación empieza en casa, con la mirada de los padres, y sigue en la escuela, con el ejemplo".
De vuelta en Catamarca, su plan es establecerse y empezar a trabajar en un centro de día para personas con discapacidad. Mirando atrás, no duda en reconocer el pilar fundamental: "Si no hubiera tenido a mi familia, seguramente no llegaba a estudiar una carrera universitaria".