La guerra entre Israel y Hamás se expresa también en manifestaciones de odio en todo el mundo. La ofensiva de Hamás causó cientos de muertes en Israel y la captura de numerosos rehenes. La contraofensiva israelí ya lleva más de 10.000 muertos en la Franja de Gaza, más de la mitad de ellos niños y niñas. Un verdadero genocidio.
El conflicto tiene una formidable complejidad y es difícil desentrañar quién o quiénes tienen razón en sus posiciones. Agravan el problema los intereses políticos que, excediendo a esa región del mundo, dominan el conflicto. Las principales potencias, lejos de propiciar la paz, juegan su propio juego, alimentando el fuego que acaba con cientos de vidas cada día. Y los organismos supraestatales se muestran impotentes para gravitar positivamente, al punto que muchos trabajadores de la ONU han muerto bajo el fuego israelí.
Lo que salta a la vista, sin embargo, es la sinrazón de la pérdida de vidas inocentes en un contexto en el que no se avizora una solución a corto o mediano plazo. Ni siquiera parece posible una tregua.
Como ya se dijo, la guerra extiende sus tentáculos de odio al resto del mundo. Al ritmo de los disparos y los bombardeos se esparce un odio irracional. Emergen entonces manifestaciones y discursos violentos contra las comunidades judía y musulmana. Estas posturas irracionales de antisemitismo es islamofobia son permanentes, aunque en momentos de calma afloran a la superficie con menos intensidad. En algunos países, donde el racismo está más acendrado, se han registrado graves episodios, incluso de violencia física, contra integrantes de la comunidad judía o islámica. En Argentina también se han detectado conductas intolerantes, aunque por suerte no de la envergadura de las ocurridas en naciones europeas y los Estados Unidos.
El martes pasado en la Universidad Nacional de Buenos Aires, estudiantes y docentes de la comunidad judía y musulmana manifestaron su preocupación por la escalada de manifestaciones discriminatorias y agresivas. Lo mismo sucede en muchos otros ámbitos y han recrudecido desde principios de octubre, en consonancia con el ataque de Hamás y la respuesta israelí. Pero en la universidad porteña hubo reclamos formales de representantes de la comunidad educativa a las autoridades a los efectos de que tomen las medidas que correspondan para hacer cesar estas conductas. Hay, además, una convocatoria para mañana viernes a un encuentro en las escalinatas de la Facultad de Derecho, en el que se expresará un repudio a la avanzada violenta.
Los discursos de odio, que se exponen públicamente a través de pintadas, comentarios ofensivos y gestos concretos, denotan ignorancia y prejuicio. De modo que a las posturas racistas se las combate con educación y confrontación crítica de ideas, pero siempre dentro del pluralismo, que es la base del sistema democrático.