Muchos de los usuarios de las redes sociales suelen ventilar en ellas cuestiones de su vida privada. Exponen, por ejemplo, fotos o videos suyos o de sus seres queridos, que pueden ser hijos pequeños. En los perfiles van documentando una parte de sus vidas. Cuando esa práctica se realiza sobre los propios hijos, o nietos, por ejemplo, adquiere un nombre específico que en los últimos tiempos se ha popularizado. Se trata de una expresión del idioma inglés, “sharenting”, que resulta de la combinación de las palabras sharing (compartir) y parenting (crianza).
La intención de publicar fotos de niñas y niños por parte de sus familiares es siempre bienintencionada, pero hay cada vez más estudios que alertan sobre los riesgos de esta exposición, sobre todo si es continua y sistemática. Entre esos riesgos se encuentra el denominado “secuestro de identidad”, o el robo de datos personales. Pero también pueden facilitar el ciberbullying o la comisión de delitos graves, como fraudes, chantajes, grooming e incluso la pedofilia utilizando las imágenes que se hacen públicas.
Es que las fotos y videos que se suben a las redes sociales, por cierto sin el consentimiento de los más chicos, generan una huella digital que queda asociada a sus datos personales.
Cuando la publicación de imágenes y datos de los chicos es excesiva, se pasa de la exposición a una sobreexposición, que puede implicar vulneración de derechos. Si los más pequeños no se enteran de lo que sus familiares publican, los chicos más grandes o adolescentes sí lo hacen. Y es muy frecuente que se opongan a esa práctica. Esa tensión –por ejemplo, entre padres e hijos- a veces es difícil de resolver porque los mayores no son conscientes de los riesgos mencionados más arriba.
La solución propuesta para evitar esos riesgos no llega al extremo de restringir la publicación de información o imágenes de los chicos o chicas, sino contemplar algunas recomendaciones propuestas por los especialistas en este tipo de temáticas. La idea es preservar su intimidad todo lo que sea posible, para lo que siempre es conveniente no utilizar la geolocalización al publicar; no especificar datos personales del menor, ni directa ni indirectamente, evitando señalar donde vive o a qué escuela va, por ejemplo. También se aconseja que siempre aparezcan vestidos, incluso los bebés; prescindir de subir imágenes que puedan avergonzar a los chicos; y consultar las políticas de privacidad de las redes, entre otras. Además, hay que tener en cuenta que Google ofrece la alternativa de activar una notificación siempre que alguien busque un nombre en su página, lo cual puede ser un buen método de prevención. Las mismas recomendaciones sirven para los adolescentes que administran sus propias redes sociales.
Tomar estas precauciones no implica un esfuerzo excesivo y supone restringir las posibilidades de un uso indebido de las imágenes de niñas, niños y adolescentes, que va desde la posibilidad de burlas públicas hasta el riesgo de que se utilicen en acciones que están sancionadas por el Código Penal.