El segundo gol argentino, un golazo de Enzo Fernández cuando faltaban pocos minutos para la finalización del partido ante México, desató una alegría volcánica en millones de argentinos que seguían el encuentro por televisión. Pero también el desahogo, un profundo y necesario desahogo a tanta tensión sufrida -cercana a la angustia- durante el partido y en los días previos, especialmente tras la inesperada derrota ante Arabia Saudita; una caída que a todos nos inculcó miedo.