viernes 29 de marzo de 2024
Por María del Rosario Andrada

Bohórquez o la seducción de Alejandro Acosta

Alejandro Acosta (1965) nació en San Fernando del V. de Catamarca. Autor: Tramas Coloridas, La creciente, De los Venenos. Dirigió la revista Aguardiante, artes, letras y otras creaturas. Creador del blog “Aguardiente- Creación, Pensamiento y Opinión”.

Por Redacción El Ancasti

El poemario se abre con la sentencia de muerte dictada por la Real Justicia, condenando a Bohórquez a garrotazos hasta su muerte y su cuerpo sea colgado  en una orca por 24 horas. El autor utiliza la narración de una épica lírica al estilo de Juan Liscano, manejado en tercera persona y con la inserción de la voz del protagonista. Una historia que se agigantó en la noche cuando un andaluz fingió ser un inca, se posesionó del territorio y de su gente, burlándose de  indígenas, virreyes y funcionarios, y ejecutando todo tipo de tropelías. Los títulos de los poemas recuerdan las frases de algún pregonero que sortea las calles y anuncia en castellano medieval. “En las siestas selváticas mece América el oprobio/ No tiene concierto ni estatura/ la fábula del ágil andaluz le cuento… A un tal Pedro Bohórquez, fingido inca, /coronan y mandan a obedecer/ en Londres de Pomán,1657,/hidalgos y muy españoles caballeros”. 

También habla el embustero mostrando la algarroba como un gusano dorado, serpiente que mascan y escupen los niños. Esa fruta que adoran y fermentan para beber en rituales y cuando no tienen nada. El falso inca se jacta diciendo: “Yo quiebro la vasija de aloja/ yo derrumbo sus altares”. Vil y mentiroso, hasta su nombre lo robó a un viejo y clérigo Alonso Bohórquez que vivía en el Potosí, a quien se presentó como sobrino, por lo que el anciano soltó en llanto y conmovido lo acogió como un hijo. Y dice: “La historia es el río que me bautiza,/ Pedro Bohórquez Girón,/granadino,/ por el espíritu insensato,/ la trinidad / y el rapto/ Amén”.

Nos preguntamos ¿Por qué Alejandro Acosta equipara al estafador con la seducción? Porque es el atributo esencial del forastero, es interesante como describe este don que le fue dado, promete casamiento, llora lágrimas sinceras, habla el Cuzco y el Aymará, mueve las manos, es su arte, su locura, decir las palabras precisas aspirando las voces en un resuello. “Una cierta afición por los acertijos,/ el delgado talento de la elocuencia y el relato./ Abrazar las miserias cotidianas/…insinuar/ llorar los héroes vencidos… es sentir cómo el inca respira”. Esta persuasión provoca que los nativos le supliquen que sea su Inca, su Señor y le revelan sus tesoros, Bohórquez siente que ha sido poseído por el Inca, los jesuitas lo visitan y se arrodillan y, por fin  el “embustero” es coronado. “Digno y grave como el sol,/sube al carruaje./Navega en procesión notable/ Mira la muchedumbre…Alonso Mercado y Villacorta lo corona/…Ciento diecisiete caciques calchaquíes/ pasan mentalmente a degüello”.

Es un texto que emociona por la profundidad, el conocimiento de la historia, la reflexión, la epopeya. Un canto a la mentira aún vigente -como dice el autor- “en la seducción que gobierna el mundo de la política”. Párrafo aparte merece la edición, extremadamente cuidada, con tapa serigrafiada y con ilustraciones en el interior de Roberto Rodríguez Aybar (Pistún). Una pieza única por su composición editorial y por la construcción poética.

Recomendación

A quienes le interese esta fascinante historia del falso inca, recomiendo el ensayo de  Teresa Piossek Prebisch “Pedro Bohórquez- El Inca del Tucumán”, donde narra los sucesos reales ocurridos entre 1620 y 1627, acopiando documentación y señalando fuentes de estudios.  Su nombre era Pedro Chamijo, zarpó del puerto de Cádiz con destino al Perú, allí se casó con una mujer zamba, cuyo padre tenía un buen pasar.  En búsqueda siempre del “Gran Paititi”, se encamina hacia Potosí donde cambia su nombre por el de Bohórquez. Su derrotero lo lleva  hasta Pomán (Londres), donde se presenta como “Capitán” y entabla amistad con los alcaldes Hernando Pedraza y Francisco de Nieva y Castilla, quienes escuchaban embobados los embustes del forastero. Un aventurero que se mezcló en la historia calchaquí y se coronó Inca.

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