viernes 15 de marzo de 2024
radicó la denuncia en tucumán y en buenos aires

La sobrina de José Alperovich lo denunció por abuso sexual

Fue gobernador de Tucumán entre 2003 y 2015 y actualmente es senador nacional por su provincia.

Por Redacción El Ancasti

Una sobrina de 29 años del senador nacional José Alperovich lo acusó de haberla violado durante un año y medio. Tales hechos habrían tenido lugar tanto en la provincia de Tucumán como en la Capital Federal. Fuentes judiciales informaron que la joven, que trabajó para la campaña como candidato a gobernador de Tucumán, denunció que fue abusada sexual y físicamente, y pidió medidas de restricción para Alperovich, como ser la prohibición de salida del país.

La denuncia fue hecha ante la Unidad Fiscal Especializada de Violencia Contra las Mujeres (UFEM) que dirige Mariela Labozzetta, y también en la Justicia en lo Penal de Tucumán. Sumado a la denuncia realizada ante la Justicia, la joven hizo pública una carta contando su calvario.

“Siempre sucedió en el entorno de seguridad de él. Ella sentía que no podía ni gritar", contó el abogado Ricardo Santoro, que representa a la mujer que denunció al ex gobernador de Tucumán y actual senador nacional José Alperovich por abuso sexual agravado. La mujer tiene 29 años, es hija de un primo de Alperovich y era su asistente personal.
Según explicó Santoro, los abusos sexuales habrían sucedido entre fines de 2017 y mayo de 2019 “cuando ella pudo decir ‘basta’”. En la denuncia primero habla de dos hechos –el 14 y el 27 de diciembre de 2017– en el departamento de él, en Puerto Madero. Luego, habla de otros abusos –agravados por acceso carnal– que habrían sucedido en Tucumán, en la casa que usaban como sede de campaña.

“Le provocó lesiones que están debidamente documentadas”, agregó Santoro. “Ella quedó muy mal, sentía que no tenía salida. Bajó más de 12 kilos en este tiempo, ha sido un calvario para ella”, aseguró.
Como la denunciante pidió medidas urgentes de protección, la denuncia no quedó en la UFEM sino que fue derivada con urgencia para que un juez pueda dictarlas de inmediato (por sorteo, pasado el mediodía, le tocó al Juzgado 35). La joven solicitó custodia permanente de la Policía Federal y medidas de restricción de acercamiento. También pidió que “se prohíba la salida del país del denunciado” para evitar “una posible fuga" de acuerdo con “sus recursos económicos y de poder político”.
Cuando trascendió la noticia, Alperovich negó la denuncia por violación en su contra y dijo ser "víctima de amenazas y exigencias indebidas" por parte de la mujer de 29 años. "He tomado conocimiento por los medios de las denuncias radicadas. Al respecto, deseo negar enfáticamente los hechos que denuncia. Cuento con numerosas pruebas y testigos que demuestran mi inocencia y la verdad", afirmó vía Twitter.

Además, sostuvo que "desde hace tiempo" es "víctima de amenazas y exigencias indebidas por parte de quien ahora se presenta falsamente como víctima" y dijo que "con anterioridad" promovió una "denuncia" contra ella.
En una seguidilla de tuits, el senador nacional mencionó a su denunciante con nombre y apellido, a pesar de que ella intentó mantener bajo reserva su identidad ante los medios de comunicación.

La carta de la denunciante

Estoy segura que ninguna persona que haya sufrido violencia sexual quisiera estar en este lugar, desnudando la intimidad más dolorosa de su vida. Pero nos obligan a encontrar en esta manera la posibilidad de ser escuchadas. Ya no nos callamos más, pero tampoco queremos hablar por lo bajo de lo que nos pasa, de lo que sentimos, de lo que nos hicieron y de cómo hacemos para volver a la vida después de que hechos tan traumáticos nos la cambiaron para siempre.

No escribo para convencer a nadie de nada. Estoy aquí contra la opresión del silencio y por la necesidad de recuperar mi vida, de sanar llamando a las cosas como son, sin suavizarlas ni teñirlas, poniéndole al monstruo nombre y apellido. Cuando no le ponés nombre, no existe. El mío se llama José Jorge Alperovich, mi tío segundo y jefe, por quien fui violentada sexual, física y psicológicamente desde diciembre del 2017 hasta mayo de 2019. Él oscilaba libre y cómodamente en los tres escenarios ante los que me posicionaba: el familiar, el laboral y el del horror de la intimidad que me forzaba a vivir con él. No quería que me besara. Lo hacía igual. No quería que me manoseara. Lo hacía igual. No quería que me penetrara. Lo hacía igual. Inmovilizada y paralizada, mirando las habitaciones, esperando que todo termine, que el tiempo corra. Ya saldría de ahí y estaría en mi casa, ya habría más gente alrededor, ya el disimulo y el trabajo lo iban a alejar de mí. Ya se cansaría de mí, de que no quiera, de que sea 'asexuada' como me llamaba. Pero su fijación no cesaba, durante mucho tiempo quiso más y más seguido, con más ganas, con más fuerza, con más violencia por mi resistencia.

La sensación de que nunca nadie iba a salvarme, de que no iba a haber una interrupción o algo que me sacara de esos lugares. Era expresamente su voluntad. Yo no podía salir sola del encierro porque sabía que tras la primera puerta había caseros y policías y custodios armados. Todos sabiendo lo que estaba pasando adentro y cuidando las fronteras de él. Estaba completamente atrapada. Yo nunca elegí estar ahí de esa manera. Se lo decía en cada no. Durante todo ese tiempo no tuve ni un respiro. 
Trabajé sin parar, sin vacaciones, sin feriados. Solo me liberaba cuando él viajaba. Pero cuando regresaba, volvía también la pesadilla. Hasta que se detuvo, hasta que las situaciones en las que él disponía quedarse solo conmigo para tocarme y penetrarme se volvieron situaciones ya de violencia y maltrato público, delante de personas. Pero ya no más por dentro, ya no más al hueso, ya no más solos.
El peligro cayó sobre mí todo junto, encubierto en el afecto familiar y en la seriedad de lo laboral. Quedé atrapada y atravesada para siempre.

Solo quiero justicia. Recuperar mi vida. Tengo 29 años, soy libre, soy joven. Quiero volver a empezar poniendo cada cosa en su lugar; sacarme esta mochila que ya no puedo sostener más y entregársela a su dueño. No miento, no busco fama. Nadie quiere hacerse famosa por contar el horror que vivió. No quiero dinero ni hay un trasfondo político detrás de mi denuncia. Soy mucho más que todo eso que se pueda especular. 
Esto es por mí. El motivo más importante de mi vida es mi renacimiento, mi sanación y la búsqueda de justicia. ¿Qué motivo más importante que el valor de mi propia vida puedo tener? Estoy acá contando lo que viví por mi seguridad pero también para que otras mujeres se animen a hablar. Esto no me mató, me puedo proclamar y me puedo defender. Hoy elijo no callarme nunca más".

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Testigo clave. Liliana Rodríguez, psicóloga de la red de sobrevivientes.

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