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El vertido de 6.000 barriles de petróleo en la costa central de Perú se produjo el sábado, pero la catástrofe ambiental se sigue extendiendo. El derrame ocurrió durante una operación de descarga de la refinería La Pampilla, ubicada en Ventanilla, un distrito de la provincia de El Callao, aledaña a Lima. Repsol, empresa operadora de la refinería, atribuyó el hecho al “oleaje anómalo” producido tras la erupción del volcán subterráneo en Tonga.
El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), adscrito al ministerio del Ambiente peruano, informó que, hasta el momento, el área dañada es de un millón 739 mil metros cuadrados y estimó que dicha cifra podría incrementarse con el transcurso de los días. Según el ente, nueve playas y dos reservas naturales protegidas se han visto afectadas, la Reserva Nacional del Sistema de Islas, Islotes e Islas Guaneras y la Zona Reservada de Ancón.
“Aunque se diga que se puede limpiar, el daño es inmenso. En primer lugar por su gravedad para el ecosistema y, en segundo lugar, por la falta de respuesta inmediata de Repsol, que minimizó la situación”, explicó Miguel Lévano, experto en industrias extractivas de Oxfam Perú y coordinador del subgrupo sobre Derrames Petroleros de la Coordinadora de Derechos Humanos (CNDH).
En un principio, Repsol habría comunicado a OEFA que solo se había producido un “derrame limitado” de 0,16 barriles del oro negro (unos 25 litros) en un espacio de apenas 2,5 metros cuadrados. Pero la primera ministra de Perú, Mirtha Vásquez, declaró que, según información brindada por OEFA, Repsol no solo había dado información inexacta, sino que además no contaba con un plan de contingencia para este tipo de emergencias.
Graves daños eran evitables
Según Ana Sabogal, experta en temas medioambientales de la Universidad Técnica de Berlín y también profesora de la Universidad Católica de Perú, si se hubiese sabido desde un comienzo la cantidad exacta de petróleo derramado, los daños hubiesen sido “sin duda” menores y el petróleo no se hubiese extendido tanto.
“Es desastroso lo que ha ocurrido. Se debió avisar rápido sobre la magnitud. Se hubiese podido evitar que muchas aves mueran”, lamenta Sabogal. Cinco días después de un derrame, agrega la experta, el petróleo se empieza a mezclar en el mar y se termina hundiendo, afectando a la fauna, no solamente a las aves en la superficie, sino también a peces. Producto de la contaminación, las autoridades peruanas han hallado muertas a decenas de gaviotas, pingüinos y otras especies marinas cubiertas de petróleo. Otras fueron rescatadas con vida.