lunes 7 de octubre de 2024
Y 3° Aniversario de la Beatificación de Fray Mamerto Esquiú

Con memoria agradecida, Catamarca vivió la Fiesta de la Protección de la Virgen a dos décadas del sismo

“Si algo necesitamos pedir a la Virgen del Valle es que no claudiquemos en medio de los profundos cambios y desafíos culturales que han minado profundamente nuestros valores humanos y cristianos”, dijo el Obispo.

En un clima de alegría y profunda gratitud, Catamarca vivió la culminación de la Fiesta de la Protección de la Virgen del Valle, a 20 años del terremoto del 7 de septiembre de 2004, y el 3° Aniversario de la Beatificación de Fray Mamerto Esquiú, animada por el lema “Íntimamente unidos en oración para dar gracias a Dios”, a tono con el Año de la Oración convocado por el Papa Francisco.

Las manifestaciones públicas de fe comenzaron a primeras horas de este sábado 7 de septiembre con las peregrinaciones de las comunidades parroquiales, a las que se sumaron los participantes del Primer Encuentro de Capellanías Policiales del NOA y Córdoba, que tiene como sede nuestra ciudad capital, quienes peregrinaron desde el Paseo General Navarro o La Alameda hasta el Santuario y Catedral Basílica.

A las 8.30, la imagen cuatro veces centenaria de la Virgen del Valle fue llevada en brazos por el Obispo diocesano, precedida por la del Beato Mamerto Esquiú, hasta el Paseo de la Fe, donde fue recibida con el fervor renovado de sus hijos e hijas que la esperaban con ansias para el encuentro con Ella.

Ante su santa presencia se desgranaron los misterios del Santo Rosario, y a las 8.53, hora en que se produjo el sismo, repicaron las campanas, tal como se hizo durante todos los días del triduo.

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Luego se celebró la Santa Misa presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urban, y concelebrada por el vicario general, padre Julio Murúa; los rectores de los santuarios Catedral y de la Gruta, padres Gustavo Flores y Santiago Granillo, respectivamente, y numerosos sacerdotes del clero catamarqueño y otros visitantes.

Participaron autoridades legislativas y las fuerzas de seguridad provincial y nacional, abanderados y escoltas de instituciones educativas, peregrinos de comunidades parroquiales y fieles devotos que poblaron el Paseo de la Fe, para dar gracias a Dios en este día de acción de gracias por intercesión de Nuestra Madre Morena. Muchos otros se sumaron a esta fiesta mariana de manera virtual a través de las redes sociales.

En su homilía, Mons. Urban luego de dar la bienvenida a los presentes, y dar gracias por la protección que hemos recibido de Dios por medio de María hace 20 años atrás, reflexionó a la luz de la Palabra de Dios sobre el competir desde la lógica humana, que se contrapone con el compartir. En este sentido afirmó que “competir por ver quién es el más fuerte siempre ha sido una marca de la especie humana, en lugar de compartir. Y nuestra Madre querida nos enseña a compartir. Quienes creen ser los mejores critican, o persiguen abiertamente a quienes no hacen las cosas como ellos o no piensan lo mismo. Hoy la primera lectura hace casi un catálogo de maneras de persecución y de superioridad. Y en el evangelio vemos a los discípulos criticados por saltarse una regla sabática”.

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Y continuó: “La persecución cruenta o física es el extremo, pero el temor al ‘qué dirán’ es lo más insidioso y, a veces, lo más dañino. Atenta contra la dignidad de la persona al obligarla a sentirse inferior al ser distinta ante la opinión generalizada o el pensamiento único. Siempre ha habido persecuciones, pero quizá pensábamos que en nuestra civilización occidental, todavía supuestamente de inspiración cristiana, sería imposible. Pero lo estamos viendo contantemente a nuestro alrededor”.

Más adelante expresó que “hoy se nos invita a una libertad difícil y un poco peligrosa en la cultura reinante. Los desafíos hacen temblar y sucumbir, más que los remezones de la tierra. El afirmar que sólo Jesús es el Señor nos puede poner en situaciones complicadas incluso con los más cercanos”. Frente a esta realidad dijo que “la serena afirmación de la soberanía de Cristo nos da esa fuerza que le daba a Pablo: ridiculizados, bendecimos, perseguidos, aguantamos… Como sólo Cristo es el Señor, toda esa fuerza es la que se nos ha dado, no por nuestros méritos ni por nuestra fortaleza persona, sino por la soberanía divina. Y no nos hace falta competir ni compararnos. Sólo Dios es Dios. No lo es la moda, ni lo políticamente correcto, ni el pensamiento único, ni las corrientes prevalentes. Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre. Y por eso, podemos ser libres”.

Luego afirmó: “Si algo necesitamos pedir cada día a la Virgen del Valle es que no claudiquemos en medio de los profundos cambios y desafíos culturales que han minado profundamente nuestros valores humanos y cristianos”.

Caminando con María

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Finalizada la celebración eucarística, las comunidades parroquiales, instituciones y movimientos eclesiales pasaron delante las imágenes de la Virgen del Valle y del Beato Mamerto Esquiú, y después se dio inicio a la procesión alrededor de la plaza 25 de Mayo, con las sagradas imágenes que fueron portadas por miembros de Infantería y Bomberos de la Policía de Catamarca, Control Urbano de la Municipalidad de la Capital y Guardianes de la Virgen.

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El sonido de las campanas anunció el arribo de las sagradas imágenes al Paseo de la Fe, donde se entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino y el Himno a Catamarca, interpretadas por la Banda de Música de la Policía de la Provincia.

Luego de la oración a la Madre Protectora, el Obispo impartió la bendición.

Nuevamente las campanas echaron a vuelo para despedir a la Santísima Madre Protectora, que regresó al Camarín, donde recibe el amor de sus hijos todos los días del año.

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