En vísperas de un nuevo aniversario de la Revolución, el 24.May.1816, José de San Martín, a la sazón, Gobernador Intendente de Cuyo, escribía a uno de los diputados por Mendoza ante el Congreso de Tucumán Tomás Godoy Cruz, una cartacon su conocida ironía y tono firme en la que compelía a los diputados a suscribir la tan demorada y ansiada “Declaración de Independencia”.
Para ello no escatimaba argumentos, con sutileza y pluma inquieta agregaba: “Ya sabe usted que de muy poco entiendo, pero de política menos que nada, pero como escribo a un amigo de toda mi confianza me aventuraré a esparcir un poco de erudición gabinetina; cuidado, que yo no escribo nada más que para mi amigo”.
Disfrazando sus dichos en una supuesta ignorancia y con el ardid de introducir sus ideas en el Congreso a través de quien sería uno de los principales voceros del futuro Libertador de América, escribía:
“Si yo fuese diputado me aventuraría a hacer al congreso las siguientes observaciones; Soberano señor: un americano republicano por principios e inclinación, pero que sacrifica estas mismas por el bien de su suelo hace al congreso presente: 1: Los americanos de las Provincias Unidas no han tenido otro objeto en su revolución que la emancipación del mando del fierro español y pertenecer a una nación”.
Preocupado por la forma de gobierno continuaba: “2: ¿Podremos constituirnos República sin una oposición formal del Brasil (pues a la verdad no es muy buena vecina para un país monárquico) sin artes, ciencias, agricultura, población, y con una extensión de tierra que con más propiedad puede llamarse desierto?
En este momento crucial de la historia tanto San Martín como Belgrano, pese a sus principios republicanos, sostenían la necesidad de establecer una monarquía temperada o constitucional al estilo de Inglaterra, pues creían acabadamente que estos territorios aún no estaban listos para constituirse en un sistema democrático como lo habían hecho los EEUU. Finalmente argumentaba:
“... Seis años contamos de revolución y los enemigos victoriosos por todos lados nos oprimen: falta de jefes militares, y nuestra desunión son las causales. ¡Y se podrán remediar! Puede demostrarse que no podemos hacer una guerra de orden, por más tiempo que el de dos años, por falta de numerario y si sigue la contienda, no nos resta otro arbitrio que recurrir a la guerra de montonera y en este caso sería hacérnosla a nosotros mismos”.
Con su visión clara identificaba que las peleas “entre hermanos” podían llevarnos a la ruina y se adelantaba así con su juicio a lo que vendría luego: la lucha entre unitarios y federales, y el desmembramiento de las Repúblicas por él libertadas. Lamentablemente el tiempo le daría la razón, una vez más no se equivocaba.
Luego en otro párrafo de la misiva continuaba:
“Ya está decidido el problema de Inglaterra, nada hay que esperar de ella. Ahora bien, ¿cuál es el medio de salvarnos? Yo lo sé, pero el congreso lo aplicará como tan interesado en el bien de esos pueblos, resta saber, que si los tales medios no se toman en todo este año no encuentro (según mi tosca política) remedio alguno. Se acabó”.
Recurriendo a su experiencia y conocimientos de geopolítica y política internacional, pues no tenía nada de “tosco político”, San Martín daba por terminada la larga espera mantenida por la dirigencia de Buenos Aires para obtener el protectorado inglés desde el año 13, a la cual se había opuesto sistemáticamente. Por el contrario de manera terminante esgrimía su plan, su anhelo y su fallo: Independencia Ya.
Su “apresuramiento” por declararla, tenía varias razones y causas, algunas esgrimidas públicamente y otras las había dado a conocer en su fuero íntimo: con el Ejército de Los Andes casi listo y su firme propósito de emprender la campaña libertadora en la próxima temporada de verano, Enero de 1817, el Gobernador desesperaba contar con la Declaración de Independencia para poder cruzar Los Andes como libertador y no como un conquistador más de la historia, ni mucho menos un usurpador; la situación de indecisión en que se encontraban las Provincias Unidas, en revolución de hecho, pero como vasallos insurgentes de la corona española ante los ojos del mundo, tornaban a la causa de la independencia en una revuelta interna y no permitían el alcance continental programado por el futuro libertador.
Por otro lado la amenaza de invasión desde Chile, las derrotas militares sufridas en todo el año 15 por parte de los ejércitos patriotas y las noticias de la firme decisión de Fernando VII, vuelto al trono, de recuperar las colonias, constituían un momento de gran riesgo para la causa, por ello, San Martín pensaba que declarada la Independencia ya no habría vuelta atrás, y mucho menos lugar para los tibios o indecisos, dado el paso jurídico de conformación de la nueva Nación, ya no quedaría otro arbitrio que pelear por la libertad hasta la última gota de sangre, tal como lo había proclamado en diversas oportunidades.