El diputado Armando López Rodríguez se tomó el trabajo de justificar su voto en contra del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones, tanto en el recinto como en sus redes sociales. Una conducta anómala en él, que más bien se caracteriza por un transcurrir vegetativo, por no decir parasitario de la protección que generosamente le otorga la senadora nacional Lucía Corpacci.
Dados los antecedentes de tamaña nulidad, llamaron la atención la semana pasada las declaraciones que ofreció a un portal de noticias nacional, no tanto porque anticipara el sentido de su voto sino porque se identificaba como “jefe del PJ de la Capital” y el artículo conjeturaba que el pronunciamiento de sujeto tan influyente complicaba la adhesión al RIGI.
Lo de la jefatura provocó crueles comentarios entre la dirigencia peronista: López Rodríguez no es jefe ni de él mismo. En cuanto a que peligraba la adhesión al RIGI, para cuando la proclama comenzó a rodar el despacho de la mayoría ya estaba tan cocinado como el aplastante resultado de la votación.
El extraño reportaje indujo entonces las conjeturas más variadas. Algunas se inclinaban por atribuirlo a la menesterosa solvencia política del personaje, otras a su necesidad de adular a Corpacci, no fuera que se quedara sin banca por alcahueterismo menguante. Unas terceras señalaban que en realidad era un intento desesperado por conseguir lo que en el Gobierno se negaban a darle a cambio de su voto: una casa del IPV, para quedar bien con alguien.
El problema de “Armandito”, según estos bien informados maledicentes, es que el Gobierno ignoró todos los denodados esfuerzos que hizo para subastarse. Parece que no le dio la cara para pedirle a Corpacci que intercediera por él en negociaciones tan lamentables y al final le dijeron que hiciera lo que se le antojara, que su voto no interesaba ni regalado.
Una frustración para el muchacho. Acaso suponía que estaba todavía en los tiempos que la Vivienda y el IPV eran comandados por su hermano, el actual diputado nacional Dante López Rodríguez, y podían tanto regalar casas como arrebatárselas a mujeres indefensas con total impunidad. Ya de casas quedó hasta el jopo desde aquellas entrañables épocas y alguna que otra le cayó después para resolver problemas particulares.
Más difícil que desentrañar los motivos del rechazo al RIGI de Armando es encontrar razones para la permanencia de los López Rodríguez en cargos públicos. Los desempeños de Armando y Dante son una lágrima desde todo punto de vista y nadie se explica qué gana el oficialismo con mantenerlos en sus bancas.
En su cuenta de Facebook, Armando publicó una extensa explicación de su rechazo al RIGI.
Aprobarlo, dice, “traicionar mis principios”.
¿Qué principios? ¿Dónde están los testimonios de esos principios?
El único destacable es la enajenación de una vivienda que perpetraron cuando aún manejaban el feudo del IPV, echando a la calle a una humilde trabajadora que, ciertamente, no contó en aquel entonces con respaldos políticos. Lindos principios, los del clan.
“El peronismo siempre ha defendido a los más humildes, siempre ha luchado por la justicia social y ha puesto al pueblo en el centro de todas sus decisiones”, argumenta.
El peronismo, esa entelequia en la que se escuda infinidad de inútiles.
Los López Rodríguez tienen motivos para estar agradecidos con el peronismo, obligado a cobijarlos por intercesión de la doctora Corpacci.
No pasaron un minuto de llano en su vida, entraron en la política sin el más mínimo mérito, siempre bien acomodados.
A tal punto que Armando, con RIGI o sin él, retornará sin problemas a su bien rentado cargo en la ANSES. Que, como las casas, también le debe al peronismo.