sábado 18 de marzo de 2023

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Cara y Cruz

Rosario como paradigma

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Su pasión por la chicana hizo incurrir a Aníbal Fernández en la autoincriminación.

“Para no comprender, no alcanza con ser pavo, hay que ser bruto. Hace más de 20 años que Rosario soporta esta catástrofe sin reacción de gobiernos, incluyendo el de su amiguito Mauricio Macri. Somos los primeros en aportar soluciones. Solo la balacera a la casa del Gobernador fue el 11 de octubre de 2013”, tuiteó.

Añadió luego: “Como diría Groucho Marx: "Es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente".

Su permanencia en la marquesina política sugiere que tonto no es. Tampoco “pavo”, así que como mínimo es bruto en un sentido muy específico: brutalmente cínico.

En el ciclo 2003-2023, el peronismo tuvo el poder nacional durante 16 años, cuatro quintos del período al que Aníbal circunscribe la evolución de la “catástrofe” narcocriminal rosarina.

Con los Kirchner y el Alberto-cristinismo, ocupó durante la etapa en el gabinete nacional los siguientes cargos: ministro del Interior (2003-2007); ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos (2007-2009); Secretario General de la Presidencia (2014-2015); Jefe de Gabinete (2015) y nuevamente ministro de Seguridad (2021-2023).

Esto es: 9 de los veinte años que alude los transcurrió en la primera línea del Gobierno nacional, en puestos vinculados estrechamente con la “catástrofe”. Alguien podría preguntarse en qué contribuyeron él y sus poderosas lapiceras para al menos atenuarla. Como a confesión de parte, relevo de pruebas, ha de tomarse otra de sus frases, “los narcos han ganado”, como una autocrítica.

Que haya sido el tiroteo contra un local de la familia del astro Lionel Messi lo que modificó la agenda nacional demuestra tanto la irresponsable negligencia como la hipocresía.

Rosario apila centenares de muertos por la narcocriminalidad, casi 60 en los dos meses que lleva del año, pero como carecían de la celebridad y el impacto ecuménico de Messi, no demandaron la sobreactuación de aflicciones.

La fama de Messi perforó la cápsula geográfica del fenómeno, lo proyectó a la escena internacional y complicó las maniobras de la Casa Rosada tendientes a achacarle las culpas a los gobiernos santafesinos.

Con su incontinencia, Aníbal Fernández se erige en síntesis de la indiferencia y la inoperancia.

Rosario, en tanto, emerge como paradigma del Estado fallido en uno de sus aspectos más dramáticos: capturado por el crimen, incapaz de garantizar la seguridad de sus habitantes.

La opinión del ministro de Seguridad, por grotesco, tiene el valor de exponer sin filtro el grado de importancia que los administradores del poder público asignaron al caso Rosario.

La “catástrofe” podrá haberse desarrollado hasta la aceleración en curso en 20 años, treinta o cinco, pero todos asistieron al proceso con una desidia de la que ahora no se hacen cargo. Ni siquiera “la balacera a la casa del Gobernador” Santiago Bonfanti en 2013, que Fernández menciona en su revelador tuit, alcanzó para alertar sobre la necesidad de deponer egos y diseñar mecanismos adecuados para interrumpir la inercia hacia la zona liberada en que Rosario se ha convertido, que tiene réplicas menos intensas en otros cordones urbanos donde el narcotráfico se ha naturalizado como “modus vivendi”.

En ese momento, justo es decirlo, Aníbal Fernández no era funcionario sino legislador nacional. Sí estaban en el gobierno nacional el actual jefe de Gabinete Agustín Rossi, en calidad de ministro de Defensa, el ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni, como secretario de Seguridad.

Amalia Granata, que se disfrazó con un chaleco antibalas y se apersonó en su Rosario natal para tratar de no perder tajada, todavía no había dado el salto a la política. Se ve que internalizó rápido el oportunismo canalla.n

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